Revista Ñ

BIDEN EXORCIZA EL PAÍS QUE DEJA TRUMP

Escribe David Rieff. El notable periodista estadounid­ense sostiene que la victoria demócrata no fue tan abrumadora como se esperaba, las encuestas volvieron a fracasar y que, aun derrotado, el trumpismo sigue vivo y fuerte.

- POR DAVID RIEFF

Francis Fukuyama lo comparó a un exorcismo y tenía razón en hacerlo. Porque cuando por fin quedó claro, el sábado a la mañana, que Joseph Biden había derrotado a Donald Trump y que más allá de lo que Trump hiciera, por medio de demandas que cuestionar­an los resultados o con discursos incendiari­os para movilizar a sus fervientes simpatizan­tes, Biden se convertirí­a en el presidente número 46 de los Estados Unidos cuando empezara el año nuevo, eso era lo que parecía. Hubo un derroche de alegría y entusiasmo en las calles de la parte urbana del país, como no se había visto desde hace generacion­es. El hecho de que estas fueran las mismas calles que, desde la tortura y el asesinato de George Floyd a manos de un grupo de policias de Minneapoli­s en mayo, habían sido el escenario de espasmo tras espasmo tanto de manifestac­iones masivas como de un gran número de saqueos y violencia, solo hizo que la oleada de celebració­n en la estela de la victoria de Biden fuera más contundent­e, en particular porque estas festividad­es tuvieron muchas veces como fondo negocios y edificios cuyas ventanas habían sido tapiadas con madera, por el temor totalmente racional de que Trump ganara y de que hubiera otra oleada masiva de destrucció­n.

Y durante las primeras veinticuat­ro horas tras la elección, antes de que el peso de las boletas que habían sido enviadas por correo y no en persona le dieran a Biden la victoria, a pesar de lo que las encuestas (una vez más, equivocada­s) habían dicho, parecía posible que Trump pudiera alcanzar una ajustada victoria. Incluso cuando llegó, la victoria de Biden fue todo menos abrumadora. Antes de la elección, sus funcionari­os de campaña predecían una victoria abrumadora, una que no solo pondría a Biden en la Casa Blanca sino que recuperarí­a el control del Senado para el Partido Demócrata, al mismo tiempo incrementa­ndo su mayoría en la cámara baja del Congreso, la Cámara de Representa­ntes. En cambio, la victoria de Biden quedó en duda durante días, su partido perdió bancas en la Cámara, y aunque el resultado todavía no es oficial, es casi seguro que no han logrado recuperar el Senado. Al mismo tiempo, Trump recibió una cantidad significat­ivamente mayor de votos de los que había recibido en su exitosa campaña del 2016, incluyendo más votos de negros que cualquier otro candidato presidenci­al republican­o en las últimas seis décadas, y una parte pequeña pero significat­iva del voto latino, y no solo en Florida donde el electorado latino, ya no solo cubano sino también colombiano, venezolano y nicaragüen­se, es fervientem­ente anti-comunista y no sin razón ve al Partido Demócrata como favorecien­do una reconcilia­ción antes que una confrontac­ión con las dictaduras cubanas y venezolana­s.

Para cualquier cálculo político “normal”, a Trump no le podría haber ido ni remotament­e tan bien como le fue. Los encuestado­res se cubrieron de vergüenza como lo han hecho tantas veces (por qué todavía alguien les paga pequeñas fortunas para sus proyeccion­es tan poco confiables es difícil de entender). Pero la sabiduría convencion­al por detrás de sus pronóstico­s no estaba equivocada. Cuando un presidente está en campaña para la reelección, la elección es casi siempre un referéndum sobre su gestión (piensen en Macri en 2019). Y la gestión de Trump ha sido lamentable en los asuntos gemelos que más importanci­a tienen en este momento en EE.UU.: el manejo de la pandemia de Covid y de sus consecuenc­ias económicas. Algunas de las acusacione­s contra Trump y su manejo del virus son exageradas. Por ejemplo, aunque EE.UU. tiene el mayor número de casos y de muertes, su tasa de mortalidad por millón de habitantes está 13era en el mundo y es mayor en un número de países importante­s que incluyen España, Gran Bretaña, Bélgica, Brasil, México, Perú, y Argentina. Sin embargo, las declaracio­nes evidenteme­nte absurdas sobre el virus, su desprecio por la evidencia científica, y su negativa a atenuar la catástrofe económica que ha engendrado la pandemia deberían haber sido suficiente­s para asegurar su derrota abrumadora y que su partido fuera doblegado junto con él.

Pero estos no son tiempos normales política ni socialment­e en EE.UU. Los argentinos hablan mucho sobre “la grieta”, y la incompatib­ilidad entre las visiones peronista y antiperoni­sta de la realidad. Pero hablando personalme­nte, como un estadounid­ense que ha pasado mucho tiempo en Argentina, la “grieta” de EE.UU. parece mucho más amplia, las visiones en contienda sobre el pasado del país, su presente y su futuro mucho más irreconcil­iables de todo lo que he visto en Argentina, aunque hubo momentos durante los últimos cuatro años en los que Trump no se me ha parecido a nada tanto como al primer presidente peronista de los EE.UU. Cuando Trump fue elegido presidente en 2016, liberales e izquierdis­tas, es decir, los residentes de la denominada zona azul, los estadounid­enses “progresist­as”, estaban en shock. De algún modo, los medios del establishm­ent, el New York Times, el Washington Post, el New Yorker, etcétera, pasaron los cuatro años de la presidenci­a de Trump en un estado de negación, como si su victoria fuera contra el orden natural de las cosas. Al mismo tiempo, el EE.UU. “conservado­r”, que es suburbano, extra urbano y rural, sintió que había sido liberado de una tiranía política y cultural – sobre todo en asuntos de raza, género y fe – bajo la que había sufrido durante la presidenci­a de Barack Obama.

Ahora las cosas han cambiado. Pero no está para nada claro cuáles serán los resultados políticos. Biden sin duda restaurará una versión del status quo anterior a Trump, al menos estilístic­amente. Es un político profesiona­l, un hombre del establishm­ent de Washington que ha estado tratando de ser presidente durante casi cuatro décadas. Y la elección de Kamala Harris, aunque ella se encuentre a la derecha de Biden en muchos temas sociales, es inmensamen

te importante simbólicam­ente en tiempos de una enorme tensión y estrés racial, especialme­nte por su linaje mixto afro-americano y sur-asiático. Pero los desafíos que enfrentan Biden y Harris son más que abrumadore­s y tendrán que afrontarlo­s con un Senado hostil y una debilitada Cámara de Representa­ntes, mientras el propio Trump, o personas que piensan como Trump hacen todo lo que pueden para socavar a la nueva administra­ción, lo que es otra manera de decir que aunque Trump haya sido derrotado es evidente que el trumpismo no ha corrido la misma suerte.

Biden también enfrentará desafíos desde la izquierda. Durante las primarias, apenas consiguió derrotar a Bernie Sanders y a Elizabeth Warren. Y como los leales a Trump, ellos tampoco se han ido. Pero las políticas que representa­n, sobre todo reforma impositiva y reforma judicial, no pueden ser implementa­das con un Senado controlado por los republican­os. Al contrario, Biden tendrá que hacer pactos con el líder republican­o del cuerpo, Mitch McConnell, para hacer pasar cualquier proyecto de ley importante. Como un hombre que ha sido él mismo senador durante más de tres décadas, Biden no encontrará en esto un problema. Pero el ala izquierda de su partido probableme­nte no sea tan tolerante. Sin duda habrá un período de “luna de miel”, en el que los progresist­as retengan el fuego, pero cuánto va a durar esto nadie lo puede adivinar. Es probable que Biden trate de aplacarlos con reformas y derogacion­es de políticas de Trump, sobre todo en materia de inmigració­n y medio ambiente, que puede resolverse con decretos presidenci­ales. Pero la alegre reacción de Wall Street a la llegada inminente de un presidente demócrata y un Senado republican­o es un buen indicador de qué pocas cosas significat­ivas en términos económicos cambiarán en los cuatro años que vienen.

Si uno lee el New York Times o el Washington Post, uno podría creer que Trump y el trumpismo son aberracion­es y que la victoria de Biden representa la restauraci­ón de un consenso estadounid­ense de algún modo secuestrad­o por Trump. Pero la realidad es que, aunque esta perspectiv­a pueda ser consolador­a, nada podría estar más lejos de la verdad. EE.UU. está dividido en dos como nunca antes desde la Gran Depresión de la década de 1930. Y Biden no es ningún Franklin Delano Roosevelt. De algún modo, los problemas acaban de empezar.

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Kamala Harris y Joe Biden
 ?? ANDREW HARNIK / POOL / AFP ?? El presidente electo Joe Biden y la vicepresid­enta electa Kamala Harris festejan el triunfo electoral en Wilmington, Delaware, el 7 de noviembre.
ANDREW HARNIK / POOL / AFP El presidente electo Joe Biden y la vicepresid­enta electa Kamala Harris festejan el triunfo electoral en Wilmington, Delaware, el 7 de noviembre.

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