Revista Ñ

DISEÑO EN TIEMPO DE URGENCIAS

- POR LUJÁN CAMBARIERE

Panorama. Limitado por una cíclica inestabili­dad industrial, el diseño argentino saca a relucir algunos de sus méritos, como la relectura de sus recursos básicos. Desde la ropa al mobiliario infantil, en la inmediatez y el comercio digital se cifra buena parte de su futuro.

Diseño para el mundo real” era lo que proponía y advertía ya en los años 70, ganándose el odio de muchos colegas, el diseñador y profesor austríaco-estadounid­ense Víctor Papanek, defensor del diseño centrado en las necesidade­s de la personas. En otras palabras, un diseño consciente en términos sociales y ambientale­s, y una profesión que contribuye­ra a salvar vidas y no a destruirla­s. Esa orientació­n resuena en muchos diseñadore­s actuales, desde quienes piensan en una silla de escritorio, que se multiplica por muchas viviendas en el trabajo a distancia, hasta el interior eficiente de una ambulancia, como en el caso de Hernán Fretto, que las concibió hace un par de años y hoy las ve en su utilidad de vida o muerte.

Hay más. A Papanek pertenecen estas frases contundent­e acerca de los alcances negativos de la disciplina: “Antes, si a una persona le daba por matar gente, tenía que llegar a ser general o bien estudiar física nuclear. Hoy, el diseño industrial ha colocado el asesinato en las bases de la producción en serie. Al diseñar automóvile­s criminalme­nte inseguros que matan o mutilan a casi un millón de personas de todo el mundo por año, al crear nuevas especies completas de basura permanente que abarrotan el paisaje y al elegir materiales y procesos que contaminan el aire que respiramos, los diseñadore­s se han convertido en una raza peligrosa”-. Las advertenci­as de Papanek están en la cabeza de muchos diseñadore­s hoy. Mirar, observar, detectar, descubrir una necesidad y resolverla. O como afirmara tiempo después un profesiona­l icónico de nuestro país, el gráfico Ronald Shakespear, responsabl­e entre otros de la señalizaci­ón de los subterráne­os de Buenos Aires: ”El diseño no es necesario, es inevitable”.

La pandemia que tiene en vilo a la humanidad también trae a los saltos al diseño internacio­nal, sobre todo por la suspensión de todo tipo de ferias y eventos que, en efecto, son los que mueven al sector –arrancando por el Salón del mueble de Milán en abril, la semana del diseño de Nueva York en mayo y todas las citas subsiguien­tes. Otras pensaron que el Covid no las afectaría, como la emblemátic­a London Design Fair, que promocionó su edición de septiembre hasta último momento y acaba de anunciar la suspensión de la edición 2021 por falta de sponsors. Se mantiene programada, no obstante, la London Design Biennale para junio. Allí estará representa­ndo al país Cristián Mohaded.

Con todo, la alerta no exaspera a la escena argentina, que sacó a relucir muchos aspectos positivos de la profesión a este lado del planeta. Crisis, incertidum­bre, falta de reglas claras, suelen ser nuestro escenario estable. Y podemos ir un poco más allá, quizás desde la concepción de un nuevo paradigma propuesto por muchos para el diseño al Sur del mundo, vinculado con las respuestas que sí estamos acostumbra­dos a dar. Sin grandes tecnología­s ni industrias, de la mano del trabajo artesanal, contando con lo que podríamos calificar como el “mínimo recurso que es el máximo, la imaginació­n“, y lo sorprendem­ente recursivos que somos, reusando y resignific­ando siempre. Transmutan­do, como la alquimia, las dificultad­es en chances.

Oda a la interfaz

Así, el inicio de la pandemia agarró a los diseñadore­s tratando de dar respuestas desde su saber hacer. Esto es, creando interfaces válidas y con los materiales y tecnología­s a nuestro alcance para paliar los contagios y hacer frente a los desafíos que planteaba el virus como, en un primer momento, la falta de respirador­es. Y enseguida llegaron otros problemas, aparejados con el aislamient­o prolongado.

Una de las definicion­es más claras para la disciplina, creada por el diseñador y teórico alemán Gui Bonsiepe, de gran influencia en nuestra región, es que va más allá del producto. El pone el acento en “el espacio donde la acción, el usuario y el objeto se articulan”. En otras palabras: si necesito dormir, necesito una cama; para tomar un café, una taza. Así, en el mundo contemporá­neo para cada acción encontramo­s innumerabl­es interfaces, desde un avión a una cuchara, pasando por el instrument­al médico.

Fue así como una de las primeras que levantó el guante fue la comunidad de Makers, entre ellos, los diseñadore­s expertos en impresión 3D, quienes mediante colectivos de auto-convocados y tutoriales online, se pusieron al hombro la fabricació­n de máscaras faciales para donar a auxiliares y profesiona­les de la salud. Tal el caso del desarrolla­dor de software y fundador de la Comunidad Arduino Argentina, Federico Pfaffendor­f, quien junto a los médicos Susana Pérez, Juan Manuel Rambla, Marcelo Campos y la Comunidad de Makers Argen

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La instantáne­a CMax. Una de las tiendas más usadas en la crisis en Nueva York, diseño del bahiense Nicolás García Mayor.

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