FESTIVAL DE MAR DEL PLATA, EL OLEAJE SE PROPAGA
35° edición. Con esperados estrenos locales y notables filmes internacionales, el encuentro de cine más destacado del país será virtual y gratuito. Se podrá ver del 21 al 29 de este mes.
Mientras la acallada y catastrófica situación de los cines en la Argentina sigue su curso, los festivales del país se las ingenian para sortear la violencia que la pandemia ha suscitado en todos los órdenes de nuestras vidas. La 35° edición del festival de cine más destacado del país, el de Mar del Plata, el único con categoría A de la región, se celebrará enteramente de forma virtual y gratuita del 21 al 29 de noviembre. Tras la controversia reciente por el cambio de nombre de su mayor galardón (de Astor a Lobo y finalmente a Astor Piazzolla), se podrá seguir en www.mardelplatafilmfest.com y cada película estará disponible durante 72 horas.
El equipo conducido por Fernando Juan Lima (presidente) y Cecilia Barrionuevo (directora artística) ha reunido un puñado de películas que representa muy bien la temporada y estrenan muchos títulos argentinos inéditos. Películas notables como El año del descubrimiento, de Luis López Carrasco (estrenada en Rotterdam); The Women Who Run, de Hong Sang-soo (hit de la Berlinale y la más feliz de esta edición marplatense) y Atarrabi & Mikelats, de Eugène Green (estrenada en San Sebastián) estarán disponibles para que todos los cinéfilos del país puedan verlas sin moverse de sus casas.
Muchas películas argentinas, algunas muy esperadas, empezarán sus recorridos en esta edición online del festival: Adiós a la memoria, de Nicolás Prividera, y La escuela del bosque, de Gonzalo Castro, competencias internacional y latinoamericana, respectivamente, son estrenos mundiales del cine vernáculo, acaso los más relevantes, aunque no son los únicos. A ellas se suman las mejores argentinas que se han visto en otros festivales: Medium (Edgardo Cozarinsky), Isabella (Matías Piñeiro), Las mil y una ( Clarissa Navas), Nosotros nunca moriremos (Eduardo Crespo) y Un crimen común (Francisco Márquez).
El festival tampoco ha abandonado su vocación por el conocimiento: dos libros muy prometedores como El asombro y la audacia: el cine de María Luisa Bemberg y Qué será del cine: postales para el futuro, y varias conferencias magistrales a cargo de cineastas como Roberto Minervini, Albert Serra, Walter Hill, Miranda July, Rita Azevedo Gomes y Andrés Duque animarán el espíritu de un festival que se ha caracterizado por instar al encuentro entre quienes participan de él y aprovechar la ocasión para pensar el cine en todas las direcciones posibles.
Las películas recomendadas
Mis queridos espías (Vladimir Léon) La curiosidad sobre el pasado de los antepasados rusos de dos hermanos de esa nacionalidad, pero ciudadanos franceses, puede desbordar la agenda familiar y trastocarse en una travesía literal a través de tres ciudades rusas (Kirov, Cheboksary y Moscú) en nuestro tiempo, que no es otra cosa que un viaje retrospectivo y directo al corazón
del siglo XX: la Revolución rusa de 1917, la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría irradian sus signos hasta el presente.
La resolución acerca de si los abuelos de los Léon fueron o no espías soviéticos –razón por la cual se los expulsó de París en 1948– tiene la misma relevancia (casi nula) que el autor de un asesinato en una de Hitchcock, porque lo que importa aquí son las peripecias y los encuentros con viejos conocidos de los abuelos, lo que sustituye la novela familiar por un retrato microscópico de la Historia del siglo pasado.
Esta deriva feliz (debido a que despega al filme del mero asunto familiar) prodiga
instantes conmovedores por el solo hecho de ser testigos del vínculo entre los dos hermanos (Vladimir, el responsable de este filme, y Pierre, actor y también director de otras películas inolvidables como L’Idiot y Biette) y también acopia recuerdos umbrosos, porque los campos de concentración, la censura y el dogma jamás pueden ser motivo de algarabía. El diálogo que Vladimir y Pierre mantienen en un hotel de Moscú a pocos minutos de que la búsqueda culmine profesa una posición frente a los hechos del pasado teñida por el pesimismo de la razón, que se proyecta hacia al presente, pues confirma que poco ha cambiado. Es que la Rusia de Putin no luce tan distante de la de Stalin, y Occidente tampoco promete felicidad alguna. Lo que sí permanece, antes y ahora, es la amistad, las canciones y el buen vino.
The Last City (Heinz Emigholz)
La ubicua especulación filosófica que se extiende en cada uno de los episodios que tienen lugar en el desierto del Néguev, Beerseba, São Paulo, Hong Kong, Berlín y Atenas no solamente reside en el contenido de los diálogos, sino también en la discontinuidad espacial en la que estos se escenifican: los cambiantes intérpretes, que tienen roles distintos en los relatos, y los modos de encuadre, que desconocen las perpendiculares ortodoxas de la geometría de los planos cinematográficos.
La ficción especulativa remite bastante a los modos de asociación característicos de los sueños, pero sin inclinarse ni a lo fantástico ni a los tormentos de una pesadilla. Lo que puede decir un cosmólogo sobre la inteligencia artificial, un sacerdote sobre el amor, un arqueólogo sobre el vacío y un diseñador de armas acerca del futuro tecnológico de su industria, como lo que discuten una mujer alemana con otra japonesa acerca de los horrores de la Segunda Guerra y la idiosincrasias de ambos pueblos, constituye un todo fluido, tan comprensible como desconcertante, siempre matizado por la estética elegida para señalar el atractivo arquitectónico de las ciudades mostradas.
Emigholz sabe como pocos sacar provecho de la arquitectura en el cine, y su reciente inclinación a combinar ese saber con la curiosidad filosófica añade un giro lúdico a todas sus obsesiones.
El tango del viudo y el espejo deformante (Raúl Ruiz y Valeria Sarmiento)
El 19 de agosto de 2011, Raúl Ruiz dejó de existir, pero desde entonces no ha dejado de estrenar. Durante mucho tiempo, Tres tristes tigres fue considerada la primera de sus películas, pero se sabía que había una precedente, jamás vista e inacabada. Nadie sabrá del todo cómo, pero la última de Ruiz es entonces la primera. El tango del título es impreciso, no así el invocado estado civil del protagonista, quien quizás ha asesinado a su esposa y por esa razón (o no) está insomne y sumido en el remordimiento. Sobre esta situación, Ruiz (y la esposa, Sarmiento, quien ha trabajado sobre el acabado) suman un conjunto de situaciones circunstanciales en las que la realidad tiende a desbordarse de hechos misteriosos, el más raro, sin duda, la aparición recurrente de una peluca que va de un lado al otro por la casa del viudo.
A mitad del relato, todo lo visto empieza a contarse para atrás, pero con ligeras variaciones y algunas escenas nuevas, rebobinado que añade el sonido en ese procedimiento y pronuncia aún más la naturaleza onírica del relato (o el espejo deformante), propia de este filme sobre la lógica del inconsciente.
Las ranas (Edgardo Castro)
Después de La noche y Familia, el director que hasta ahora tomaba su propia experiencia de vida y la transformaba en materia de ficción estando él delante y detrás de cámara, abandona su propia biografía para seguir muy de cerca a una mujer que vive con su papá y su hijo en una pieza humilde de un barrio de La Matanza. Los primeros minutos se circunscriben a la rutina diaria de la mujer, que viaja hasta el corazón de la Capital Federal para vender medias en la calle, situación laboral no exenta de humillaciones.
Solamente hasta ese punto, la precisión del registro sobre los actos de la protagonista son suficientes para que el filme pueda justificar estéticamente su desarrollo, pero lo que sucede cuando en una madrugada la mujer sube a un ómnibus para visitar una cárcel a muchos kilómetros de la ciudad de Buenos Aires eleva el filme a una dimensión desconocida, porque el insinuado tono intimista de la película con el que se acompaña al personaje se extiende hacia quien puede ser el padre de su hijo y también hacia los otros presos de la penitenciaría, incluyendo a las mujeres –las ranas– que los visitan, quienes no son necesariamente sus esposas.