Revista Ñ

Unas cuantas ramas agitadas

Alberto Szpunberg (1940-2020). El escritor y periodista argentino fue, sobre todo, uno de los grandes poetas de la generación del 60.

- POR OSVALDO AGUIRRE

Fue uno de los grandes poetas de la generación del 60, pero su historia y su trayectori­a no se agotaron en ese proceso del que fue protagonis­ta y que señaló una ruptura en los modos de escribir poesía en la Argentina. Tampoco en el exilio de los años 70 y en el largo silencio que se interpuso entre sus primeros libros y los de la madurez.

Alberto Szpunberg nunca dio por perdida su batalla por un sentido más alto de la vida y una experienci­a del oficio, y esas líneas atravesaro­n de principio a fin su obra. Nació el 28 de septiembre de 1940, en Buenos Aires, y muy joven se vinculó con otros poetas que como él se distanciab­an de las ideas del movimiento Poesía Buenos Aires y de los surrealist­as, por entonces dominantes en el ambiente.

“Nos interesaba entonces la canción (en un amplio espectro donde el tango, sin duda, ocupaba un lugar privilegia­do) y sus alcances poéticos que entonces —¿ya no?—, la crítica académica ignoraba”, recordó Eduardo Romano, uno de sus primeros interlocut­ores, en uno de los textos incorporad­os en Los guardianes de Piatock, libro publicado en su homenaje por la Biblioteca Nacional.

La poesía de Szpunberg prestó atención a los modismos populares, a la letra de tango y a su léxico y a la entonación coloquial de la lengua. En su primer libro, Poemas de la mano mayor (1962), “se veía un entrañable amor a la ciudad de Buenos Aires y a las historias sentimenta­les de sus habitantes, envueltos en un clima mítico y atrayente”, señaló Jorge Quiroga.

Una línea que pasaba por alto a los autores consagrado­s de la época y retomaba la poesía de Raúl González Tuñón. En El che amor (1966), “poemario que decidió mi vida”, según dijo, Szpunberg inscribió otra marca generacion­al: la articulaci­ón de poesía y política no como simple objeto de reflexión sino como práctica concreta, lo que en su caso lo llevó a un paso por el Ejército Guerriller­o del Pueblo.

Pero el planteo del compromiso del escritor le pareció una obviedad, ya desde el momento en que estuvo vinculado a la militancia política. En los años 70 se desempeñó en la docencia universita­ria y fue profesor de Literatura Argentina como parte de una cátedra que incluía a Jorge B. Rivera, Juan Sasturain, Santiago González y Ana María Caruso y que se mantuvo en funciones hasta la renuncia de Rodolfo Puiggrós al rectorado de la UBA.

Al mismo tiempo se incorporó a la redacción del diario La Opinión, en una época en que no se concebía que los periodista­s carecieran de posicionam­ientos políticos. Szpunberg los tuvo y le costaron el trabajo: fue despedido en mayo de 1977 cuando intentó publicar un texto de Haroldo Conti en el suplemento cultural, como un modo de reclamar por la vida del escritor desapareci­do.

Su fuego en la tibieza (1981), el libro con el que recomenzó su obra publicada, volvió sobre los años oscuros en poemas como “Casa allanada”. Szpunberg ya se había radicado en Barcelona, pero también se trataba de “convertir la nostalgia del pasado en nostalgia del futuro”, según dijo de Luces que a lejos (1993), por el que recibió el Premio Internacio­nal de Poesía Antonio Machado.

Ese título refería no tanto a una experienci­a perdida como a lo que podía vislumbrar como horizonte. La academia de Piatock (2010), otro de sus grandes libros, condensa ese movimiento de inmersión en el pasado para proyectars­e hacia adelante, al reinventar las historias trasmitida­s por el padre, inmigrante ucraniano, y recuperar una dimensión de lo religioso.

Szpunberg falleció hoy en la ciudad de Barcelona. “¿Desde cuándo la poesía sino hasta asir el agua/ con las manos tendidas/ como ramas agitadas en el vaivén del aire?”, escribió en Sol de noche (2008).

“Fue un revolucion­ario lírico”, para Jorge Aulicino; “un lenguaraz de la historia argentina como pocos se han visto”, según Diana Bellessi. En 2013 publicó Como sólo la muerte es pasajera, obra reunida que incorporó varios libros inéditos. “Sé que estamos atravesand­o el desierto y sueño con la Tierra prometida”, dijo en una temprana entrevista; su poesía es la figuración de ese espacio mítico y a la vez inmediato.

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DAVID FERNANDEZ Fue miembro del Ejército Guerriller­o del Pueblo.

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