Revista Ñ

Por la cuerda floja de un verso

Poesía. Familia, viajes, encuentros, puntúan los textos melancólic­os y certeros de Silvio Mattoni.

- POR MARIO NOSOTTI

Un libro de poemas de Silvio Mattoni es siempre un acontecimi­ento para aquellos lectores que siguen su trabajo de ensayista, traductor y otras gestas, todas entrelazad­as de algún modo a la columna vertebral de la poesía. La buena suerte, con sus poemas largos y compactos, su límpida cadencia, podría leerse como notas de un cuaderno que registra sucesos cotidianos, o que nos abre una evocación que un agente fortuito desata y empieza lentamente a amplificar.

El libro se inicia con una especie de carta, de un padre a su hija, una carta directa al corazón, temblorosa, estremeced­ora y a la vez serena. La voz

de Mattoni se coloca a prudente distancia de su objeto, en una perspectiv­a un poco oracular, para mostrar unas líneas después una empatía que lo lleva a alojar la voz del otro, como una donación y un doblez de la propia. Una melancolía firme, no exenta de ironía, como de quien se arma para entrar al meollo del terreno sensible.

En casi todos los poemas hay una apelación directa que inevitable­mente se traslada al lector: “mirá”, “escuchá”. Siempre está en primer plano ese lugar de enunciació­n que sin embargo pronto se entreteje con los seres y las cosas, con una realidad amada, no carente de tensiones, de asperezas, pero consciente de que es justamente la forma de nombrar la que modela esa materia incierta, caprichosa y ajena. El modo de decir es un performati­vo: es la buena noticia, y en ese don radica la fortuna.

Esa actitud austera, para nada afectada, incluye una mirada compasiva para con lo existente, para sus criaturas, como la de la gatita abandonada y adoptada en cuyas pupilas es posible leer una llamada: “sí, hay lugar en el mundo para la piedad inevitable”. Los poemas de Mattoni se escanden como una letanía musical, derivan como el agua que desborda cultivos en terrazas, como encabalgam­ientos que conforman secuencias narrativas, en donde muchas veces la historia es sobre todo una forma de ascesis, como una resonancia del sentido. “Entonces puedo formular mi deseo de buena suerte:/ todo lo que ha nacido es necesario / y es bueno el clima para que sigan /naciendo niños, gatos, florcitas y proyectos /de poesía.”

Los temas son contados, recurrente­s, cincelados en un tono levemente anacrónico que acentúa su vitalidad: la casa, la pareja, los hijos, la lectura, la universida­d, los viajes, los encuentros. El trabajo de escribir, de articular del modo más pleno posible la expresión, aún en medio de los avatares cotidianos, como en ese poema en el que Galileo, 8 años, interrumpe el trabajo del padre –una traducción– con la lluvia sonora de dibujos “demasiapoé­tica do animados”: “Escribir no es la meta/ sino el registro de querer seguir / mientras los chicos crecen y se gasta el cuerpo.”

En la parte titulada OCASIONES, se habla de la amistad. Amigos de la infancia que perduran a través de los años, y otros que van vienen entre equívocos, egos heridos que a veces se subsanan y otras no; y ahí están los amigos de la literatura, los que la literatura trajo o se llevó, como lo expresa el extenso y emotivo poema titulado “Un amigo que escribe”.

Otra de las secciones, CORNUCOPIA, recorre eventos familiares, la visita al dentista del hijo de nueve años, y el padre que “quisiera reemplazar­lo” en el momento del dolor, la muerte de la mascota que su joven dueña llora, o el cumpleaños del abuelo padre, entre arias italianas y conciencia de la propia finitud.

No exenta de mordacidad como tampoco de autocrític­a, el sujeto que habita estos poemas vuelve a reconcilia­rse con todo lo vivido, y lo hace de la forma que mejor conoce: “Dejaste atrás el miedo, el asco, / la incómoda presencia de mi resignació­n.// Soy otro, mirá, salto en versos no medidos/ y espero la llegada de tu fe.”

 ??  ??
 ??  ?? La buena suerte Silvio Mattoni Caleta Olivia
116 págs.
La buena suerte Silvio Mattoni Caleta Olivia 116 págs.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina