SENTIDOS OCULTOS DE LA LETRA ESCRITA
Una colectiva que reúne grandes nombres y obras históricas muestra la variedad de soportes, la poesía y la belleza con que los artistas se han acercado a la escritura.
Las palabras vuelan, lo escrito permanece”. Así dice el proverbio latino –verba volant, scripta manent–, atribuido al emperador Tito. “La fugacidad y la perdurabilidad de las palabras se subsume en esta frase”, se lee en el texto de Sofía Jones para el catálogo de Scripta manent, la muestra colectiva inaugurada en marzo en Herlitzka + Faria y cerrada días después debido al confinamiento. Reabierta, la exposición reúne a un conjunto de 27 artistas que incorporan en sus obras la escritura, más allá de su función comunicativa de expresar, informar, relatar, todas las propiedades que poseen los textos escritos que los hacen permanecer históricamente. Durante los meses en que la galería estuvo cerrada, la muestra se mantuvo en las salas muy activa mediante posteos en las redes, pero con el protocolo aprobado para galerías y museos también puede visitarse presencialmente, dado que se extendió hasta fines de diciembre.
Alfabetos alternativos, escrituras tachadas, caligrafías ilegibles, juegos del lenguaje como formas de poesía y sesgos de conceptualismos se agrupan en las salas y abarcan un abanico temporal que va desde “Salinero”, del español Rafael Alberti, el poema ilustrado en una acuarela sobre papel, de 1947, hasta los neones de 2017 con los que Hernán Marina recrea las tipografías de la mítica revista de circulación clandestina Somos, que editaba aquí el FLH (Frente de Liberación Homosexual) en 1971.
La muestra incluye algunas piezas históricas de los años 70 que fueron exhibidas en su tiempo, como el caso de la emblemática “Homenaje”, que Leopoldo Maler creó en 1974 tras el asesinato de un tío suyo, editor de un periódico. Se trata de una máquina de escribir Underwood, una especie de ready made modificado mediante un dispositivo oculto que hace arder llamas a lo largo del carro sobre el que se apoya la hoja de papel. Simboliza en tres dimensiones el poder de la palabra escrita. En la obra de Maler –exhibida en 1974 en Londres, donde vivía el artista– la palabra toma el espacio, asociando acción poética con acción política.
De esa generación hay un grupo que trabajó en Diagonal Cero junto a Edgardo Vigo en señalamientos y experiencias que desmaterializaban las obras, y que también integraron el Grupo de los Trece, espacio conceptual que se formó en torno al CAyC y a la figura de Jorge Glusberg a principios de los 70. Entre éstos, tanto Carlos Ginsburg (La Plata, 1946), con “La répétition” (Cita a Cicerón, de 1972) como Horacio Zabala (1943), con “Este papel es una cárcel”, también de 1972, han usado la repetición de una frase en una hoja de cuaderno escolar. Este procedimiento es un sesgo que remite a las teorías sobre el lenguaje, según las cuales la repetición vacía de sentido la frase hasta hacerla simplemente grafismo. Y también refiere a lo que, en la misma década, el investigador argentino Ricardo Martín Crosa bautizó “escuelismo”, por estar inspirado en modelos semióticos escolares.
El tercer artista de este grupo es Juan Carlos Romero (1931-2017), de quien se exhibe una serigrafía sobre largos paños de papel. Solamente se había expuesto públicamente dos veces hasta ahora. Se trata de “Swift en Swift”, obra que obtuvo el Primer Premio de Grabado otorgado por la empresa de conservas. Recordaba en un reportaje el propio Romero que, usando textos del célebre satirista irlandés Jonathan Swift, deslizaba una crítica a la empresa, que en ese momento estaba siendo vaciada y dejaba en evidencia las condiciones de trabajo de los obreros. Pero agregaba Romero que lo absurdo fue que la obra resultó premiada porque, según el jurado, tenía un importante “carácter experimental”.
El uso de un conjunto de letras que utilizamos en la escritura y que empleamos cotidianamente para comunicarnos –abecedario, alfabeto o gramatario– como código encriptado es otra vertiente de exploración en la muestra. Es el caso de artistas como Susana Rodríguez, que describe sus series de escrituras sobre papel como nacidas por una necesidad de crear “un lenguaje secreto y de misterio, pero también erótico”. Se trata de dibujos en grafito y acuarelas de finales de los 70, que se despliegan en una gran pared de la sala principal.
En las serigrafías de 1971 de Leandro Katz (1938) se resalta el signo gráfico con brillos de purpurina de bronce para hacer vibrar su serie Alfabeto nuclear, muy en concordancia con la amenaza de una destrucción nuclear por los tiempos en que fue concebida.
La cualidad gráfica de la palabra escrita, con sus inclinaciones, énfasis o sutileza del trazo, puede verificarse en Mirtha Dermisache (1940-2012), quien ejecutó con maestría una clase de escritura que no posee una dimensión semántica. Esta forma de escritura fue utilizada a lo largo de siglos con diferentes objetivos, desde místicos, esotéricos hasta contraculturales y utópicos. Su fascinación radica en que, por nuestro bagaje cultural, pretendemos encontrar un sentido oculto. También calificadas “escrituras ilegibles”, término acuñado por Roland Barthes, quien en 1971 manifestó gran interés por el trabajo de esta artista y destacó su capacidad de alcanzar la “esencia de la escritura”.
La transcripción a otro sistema de signos ejecutada mediante la transposición del texto al sistema Braille fue muy explorada por León Ferrari (1920-2013) en “Malditos bienaventurados” (1996), palabras tomadas de las bienaventuranzas del Sermón de la Montaña, también está presente con una cita bíblica: ”Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo”
La letra convertida en forma gráfica mediante una intervención de collage tiene algunos nombres destacados, entre ellos, Margarita Paksa, la artista fallecida este año. Su “Inventario de imágenes II, homenaje a Klee”, de 1980, combina recortes de papel y dibujo en una pieza de gran belleza gráfica.
De Clemente Padín se exhiben obras serigrafiadas sobre papel producidas entre 1968 y 2011 y agrupadas bajo el nombre de Textos. En ellas, por superposición y sustracción, las letras se transforman en una forma más completa de bloque o de trama, resaltando por contraste binario de tonos.
El artista chileno Guillermo Deisler (19401995), quien calificaba de poemas visivos y proposiciones a sus obras, también fue colaborador y amigo de Vigo y Padín. De él se exponen unas hojas sueltas donde el juego entre forma, texto, línea y palabra escrita forma un conjunto da cuidada calidad gráfica, muy cercano a la poesía visual.