EN CRUCE CON LA HISTORIA ARGENTINA
Con acuarelas, cerámicas, videos y serigrafías, Amadeo Azar se propone en Sueño lúcido repensar poéticamente aspectos políticos y estéticos de nuestra modernidad.
La modernidad con sus vanguardias históricas y su recepción y reelaboración local es nuevamente el punto de inicio y desarrollo en la última producción de Amadeo Azar. Pero, en esta oportunidad, se hace más explícito el vínculo con la historia política, social y artística argentina por medio de un conjunto de trabajos –pinturas, instalaciones, cerámicas y video performances– que constituyen un dinámico entramado visual y conceptual.
En diálogo con Ñ en el espacio de la galería Nora Fisch (abierta al público con cita previa y donde su muestra sólo pudo verse dos días en marzo por la cuarentena), Azar enfatiza su creciente interés en “repensar visualmente la historia argentina” y “ver qué nos formó y por qué la sociedad se formó de esta manera”. La búsqueda no rehúye los diversos y complejos estratos que sedimentan siempre la historia a partir del encuentro con documentos de época (fotos, periódicos, libros).
“En la encrucijada de los cuestionamientos a las concepciones tradicionales de modernidad, posmodernidad, tardomodernidad, progreso y globalización, aparece a manera de réplica, la noción de transmodernidad, que implica la clara conciencia de cómo el proceso de colonización europeo a partir del descubrimiento de América, forjó las características y las condiciones de posibilidad de lo moderno, con el desarrollo del capitalismo y las transformaciones geopolíticas, científicas y espirituales que se impusieron, y aún se imponen, desde los centros de poder al resto del mundo. Inmerso en esa coyuntura vital y teórica, a partir de lecturas y reflexiones, adhesiones y cuestionamientos, Amadeo Azar presenta un conjunto de obras que, bajo el título de Sueño lúcido, intenta dar cuenta de estas indagaciones (…)”, escribe la curadora Adriana Lauría en el texto de la exposición.
La acuarela vuelve a ser una técnica privilegiada que le permite al artista “transcribir las ideas” y metáfora cambiante a lo largo de su trabajo en relación a lo preciso y lo impreciso, los límites difusos, aquello dentro y fuera de registro. En una de sus acuarelas, Azar reinterpreta la tapa del catálogo diseñado por Juan Carlos Distéfano para la exposición del 1° y 2° Concurso Nacional de Diseño Industrial organizado por el CIDI y el Centro de Artes Visuales en el Instituto Torcuato Di Tella, en 1964. Distéfano estuvo a cargo del Departamento de Diseño Gráfico del Di Tella, donde la vanguardia artística local tuvo un espacio de alta visibilidad, atravesada también por el devenir histórico del país. En diagonal a esta obra, otra acuarela reproduce en detalle una página de la revista Primera Plana del 7 de mayo de 1968 y una fotografía sobre la instalación performática con la cual Eduardo Ruano participó del Premio Ver y Estimar ese año. Luego de montar una vidriera con un retrato del presidente Kennedy, Ruano la destruyó de un ladrillazo al grito de “Fuera yanquis de Vietnam”.
Yendo unos años más atrás, en otras dos acuarelas encontramos, respectivamente, las imágenes del emblemático edifico del Ministerio de Obras Públicas, de 1936, y la de la maqueta del Aeropuerto Internacional Ministro Pistarini (Ezeiza), de 1949, relacionados con la modernidad arquitectónica. Se suma y contrapone en otra obra La Casa Daneri, chalet construido en Mar del Plata por Antonio Bonet en 1943 que, asimismo, se refiere a la biografía de Azar, quien nació y vivió en esa ciudad.
Entre estas imágenes surge la de un diagrama o cuadro sinóptico de círculos y rectángulos interconectados en alusión a la lógica utilizada por el artista. Un mapa conceptual y gráfico que, debido a la ausencia de términos, pareciera ofrecerle al espectador la posibilidad de ir ubicando los suyos, en una invitación al propio análisis.
La palabra aparece una y otra vez como elemento plástico y conceptual. En otro conjunto de la muestra, algunas páginas del periódico de resistencia peronista Palabra argentina, aparecido a partir de 1955 a pesar de las prohibiciones de la dictadura que derrocó a Perón, se sostienen en alto sobre delgadas varillas de metal recordando a un atril y funcionando como partituras entre frases de militancia y formas abstractas pintadas. Estas entran en diálogo en el espacio expositivo con piezas de cerámica atravesadas también por varillas connotadas por palabras como “Anarco capital”, “Anti progreso”, “Dilema global”. Incluso, estas mismas piezas con formas que copian vasos de laboratorio y floreros fueron recortadas y los fragmentos vueltos a componer en una probable metáfora acerca de la necesidad de deconstruir y reconstruir para tener una nueva perspectiva de las cosas.
En otra pared se reproduce un video en base a una performance en la que el artista compone una pieza con sonidos producidos con cerámica y procesados por un sintetizador (lo ancestral y la tecnología actual) mezclados con pasajes de un discurso de Eva Perón y fragmentos de Crisis of Confidence de Jimmy Carter. El artista encuentra en ellos coincidencias en cuanto a la crítica al materialismo del sistema capitalista.
Sostiene Lauria: “Sueño lúcido es otro capítulo de la enciclopedia del modernismo que Amadeo Azar viene escribiendo desde hace años en imágenes y sonidos, en la certeza de que el proyecto moderno aún nos habita e incide sobre nuestras vidas y pensamiento. Está constituido por elaboraciones de un intelectual que expone sus conclusiones, pero sobre todo sus dudas, por medio de composiciones artísticas que acumulan múltiples capas de sentido que será preciso develar.”
En otra acuarela de gran tamaño se reproduce una página de un libro de Juan Del Prete, de 1971, en el cual el artista pionero en el desarrollo de la abstracción argentina recopiló fotos de obras destruidas por su propia decisión. Otra imagen que sintetiza la modernidad y la vanguardia en estas latitudes con su singular impronta, a través de este sueño lúcido conformado por los restos diurnos de la historia.