Creer ayuda a ser feliz
En una encuesta realizada por el Observatorio de Psicología Social Aplicada (OPSA) de la Facultad de Psicología de la UBA, el 47,5 % manifestó ser creyente. La encuesta apuntó a los campos “Felicidad, creencias, fantasías e imaginarios existenciales y personales” y reveló que, al comparar los resultados entre la creencia religiosa y felicidad, se esboza una relación directa entre ambos conceptos y, entre los creyentes, se acentúan los reportes de felicidad.
El informe aclara que “debe tenerse presente que la mera asociación entre ambos hechos no implica la existencia de una relación causal entre ellos. Es decir: no habilita inferir que tener creencias religiosas determinen mayores posibilidades de sentirse feliz, ni viceversa”. El 16,8% de los encuestados se definió como ateo, y un 18,8% como agnósticos. De todos modos, esos porcentajes podrían también incluir a alguna porción de quienes prefieren definir su fe en términos de tensión entre razón y sentimiento (14.3%), aclara el estudio.
Los resultados evidencian que la creencia en Dios prevalece en las mujeres respecto de los hombres donde, inversamente, aumentan las posiciones ateas y agnósticas. En lo concerniente a edades, puede observarse que el sentimiento religioso expresado por la fe en un Dios aumenta concomitantemente con la edad.
Al comparar la fe religiosa en Dios con el nivel educativo, se observa un mayor volumen de creencia entre los niveles más básicos, en contraposición a un decrecimiento apreciable entre quienes poseen estudios universitarios. La relación entre dicha fe religiosa y clase social resulta elusiva, salvo por una mayor tasa de ateísmo en el nivel social más alto. Los resultados obtenidos revelan la coexistencia de tres concepciones alternativas sobre la naturaleza de Dios. Por un lado la idea de una energía universal impersonal resulta prevalente. Muy cerca se ubica la concepción, afín al ateísmo, donde Dios es pensado como una creación humana que confiere sentido a la existencia y por último, aunque muy cercana en frecuencia con las anteriores, aparece la idea de un Dios personal que nos conoce, juzga y ama.