Una clase fulminada por el peronismo
Novela autobiográfica. Fiel retrato de la vida en el campo, y de la lucha entre rosistas, latifundistas y expropiadores.
Un amigo aficionado a las curiosidades bibliográficas me recomendó que leyera The Estancia, novela de Martín Cullen, psicoterapeuta y narrador argentino establecido en Londres desde hace varias décadas. Esta novela escrita en español y traducida por el autor al inglés con personajes reales y situaciones ficticias, empieza en un edificio suntuoso de la calle Juncal en el barrio de Retiro. Allí viven los abuelos maternos de Martín, sus padres y sus tías. Tampoco falta el tío abuelo solterón. Poco a poco se manifiesta el sórdido antagonismo entre la madre y las tías del autor.
La relación entre los habitantes de calle Juncal es todo menos pacífica. Las tres hermanas, hijas del dueño de casa, se observan, compiten y se detestan. Son hijas de Jorge Artayeta, presidente del exclusivo Círculo de Armas. Como muchos de sus congéneres Artayeta, se levanta al mediodía. En esta familia nadie trabaja salvo el padre del autor, que es médico y se siente ajeno a ese ambiente de ocio asfixiante.
Todos ellos vivían en el pasado; no le daban importancia a los años del peronismo que había cambiado sus vidas para siempre.
La noticia de la expropiación de la Estancia San Juan de Pereyra Iraola en 1948 fue recibida con una exclamación de alegría por el tío abuelo de Cullen: “Esos rosistas se lo merecen”. La novela transcurre durante los primeros años del gobierno de Perón.
La segunda parte sucede en la estancia del abuelo materno en el partido de Maipú, Provincia de Buenos Aires. Formaba parte de un inmenso latifundio fundado por Francisco Ramos Mejía, patriarca de la familia envidiado y exterminado por Juan Manuel de Rosas por su vínculo amistoso con los indios de esa región.
El campo está minuciosamente descrito para que ningún detalle se pierda. La delectación del autor por el paisaje de la zona recuerda la fascinación de Ricardo Güiraldes por el “pago” de San Antonio de Areco. El protagonista de Raucho está “crucificado de calma sobre su tierra de siempre”. En cambio los veranos de Martín en la estancia familiar están muy lejos de la calma.
Allí es donde estalla el conflicto entre Martín y su madre. Clara, que vive en un mundo de apariencias, no puede dar afecto a sus tres hijos. Es una mezcla de frívola y puritana.
La tercera y última parte transcurre en el transatlántico que lleva a Martín y parte de su familia a Europa. Para estos afrancesados, Europa es París. Toda la novela está mechala da de frases en francés. El afrancesamiento de la familia provenía de la tradición unitaria, probablemente influida por la masonería, lo que le hubiera costado admitir a Clara.
Martín viaja en primera clase con su opulenta tía abuela y madrina. También viajan en primera clase sus padres y sus tías. Su madrina era viuda de Francisco Uriburu, director del diario nacionalista La Fronda, que influyó en el derrocamiento de Hipólito Yirigoyen. Como es de suponer, se hablaba mucho de dinero, dinero perdido por ambas ramas de la familia. Otro pariente tuvo que recurrir a Uriburu para sobrevivir con un puesto diplomático subalterno en Francia por haber despilfarrado su fortuna.
Durante la travesía estallan los celos de Clara ante las infidelidades reales e imaginarias de su marido. Se pone en ridículo tratando de competir con mujeres más jóvenes. Martín, desde luego, toma partido por su padre, lo que enfurece a Clara.
Quizás el exceso de descripciones desequilibra la trama de la novela. El autor probablemente lo sabe y no quiere renunciar a ello porque el paisaje rural es el marco del conflicto entre él y su madre.
The Estancia retrata de manera implacable a un grupo social que en vano pretendió ser una clase dirigente y que fue desintegrada por el régimen peronista.