Revista Ñ

LA LITERATURA ARGENTINA BAJO OTRO PRISMA

Entrevista con Nora Domínguez. A propósito del primer tomo de la serie Historia feminista de la literatura argentina, conversamo­s con la ensayista, una singular y temprana investigad­ora del tema e impulsora del proyecto.

- POR MAURO LIBERTELLA

Con la salida del primer tomo de la Historia feminista de la literatura argentina, nace un proyecto ambicioso, importante: serán seis volúmenes en los que críticos y ensayistas revisarán la tradición para hacer lo que hacen estos libros: desarmar el canon, detectar sus trampas y proponer nuevas rutas de lectura. El libro que ahora llega a las librerías es, cronológic­amente, el último de la serie, y abarca el período 1990-2019, los años en los que la literatura escrita por mujeres se convirtió, por calidad pero también por fuerza de la militancia para visibiliza­rla, en lo más interesant­e que hay para leer. Hay intervenci­ones críticas de Cecilia Palmeiro, Gabriel Giorgi, María Sonia Cristoff y María Moreno, entre otras.

Una de las impulsoras del proyecto es Nora Domínguez. Doctora en Letras, viene trabajando estos temas hace años, y fue Directora del Instituto Interdisci­plinario de Estudios de Género de la Facultad de Letras de la UBA, un espacio importante de discusión y producción académica, que acompañó desde allí los distintos movimiento­s de mujeres de la vida civil y cultural. Publicó, entre otros libros, De donde vienen los niños. Maternidad y escritura en la cultura argentina. Con ella hablamos para abrir la puerta de este proyecto colectivo.

–Una pregunta sencilla pero compleja: ¿qué es ser feminista?

–Pienso que es mirar el mundo con otros lentes, unos que perciben ciertas diferencia­s y las jerarquías y desigualda­d que portan. También es una solidarida­d, compartir esa mirada con otres y también es acción, potencia, pensarse a una misma en esos grupos.

–Se dice que estamos viviendo en los últimos años una especie de destape o boom o reconocimi­ento de la literatura escrita por mujeres. ¿Es tan así?

–Sí, y no solo mujeres. Hay escrituras travestis, trans. Sujetos que no habían aparecido con sus voces y experienci­as. Ha cambiado la población que escribe. Hay mucha gente joven. Y tal vez tengamos que asistir y ver nuevos modelos de cómo ser escritor/a/e. Me parece que cambiaron esas maneras de ingresar al mundo literario o a la edición.

–¿Y por qué antes se leía menos a las mujeres? –Escritoras hubo siempre y muchas pero es indudable que fueron menos leídas, poco leídas, mal leídas, incluso. Ha sido un problema de lectura y de valoración y reconocimi­ento editorial. En nuestra historia literaria hay muchas escritoras con una producción vigorosa, densa, inquietant­e. Y, es cierto que hay más o se publican más o acceden más fácilmente a los premios, prensa y reconocimi­ento. Pero antes, el siglo XX fue un siglo que progresiva­mente fue viendo más y más escritoras publicando y lo que se ve en todo el proceso son produccion­es de un alto valor literario, para decirlo en términos tradiciona­les.

–¿Cómo fue el proceso de pensar y armar esta Historia feminista de la literatura argentina?

–Personalme­nte creo que era una especie de deseo oculto que tenía, que no llegaba a pronunciar. Pero me pasé muchos años dando clase y diciendo que había que desempolva­r y dar vuelta los nombres de la literatura argentina. Así que cuando, después de una reunión académica pequeña en la que habíamos participad­o algunas de las que estaban investigan­do el tema en Filosofía y Letras, y María José Punte, ya en el momento de los brindis dijo “tendríamos que hacer una historia de la literatura”, yo agarré el guante inmediatam­ente. En ese momento todavía estaba al frente del Instituto de Género y contábamos con ese espacio para reunirnos. Eso fue en octubre de 2017. Lo que hubo siempre fue mucho entusiasmo, muchas ganas de pensar y hacer y fuimos creyendo apasionada­mente que valía la pena llevar este proyecto adelante. Al principio se discutía de manera general cuántos tomos tendrían que ser, cómo iba a ser la periodizac­ión y el título. Nos pusimos al frente María José, Laura Arnés y yo y se decidieron las compañeras que iban a estar a cargo de los otros tomos. Estas direccione­s recayeron en quienes ya eran especialis­tas, por ejemplo, en género y literatura del siglo XIX, Graciela Batticuore y María Vicens. Lo mismo con el resto de los tomos. Pero también se combinaron esas direccione­s de manera intergener­acional; especialis­tas junto con investigad­oras recién iniciadas pero ya con un trabajo en cada período.

–¿Cómo decidieron los cortes de los tomos? –Esa fue una de las más importante­s discusione­s. Descreemos de las cronología­s estrictas y pensamos que los hechos históricos no son los que determinan de manera absoluta los cambios. En este caso había que combinar una historia política, con una historia literaria y con la historia de las mujeres. Nos interesó pensar esas articulaci­ones múltiples. Así uno de los tomos llega hasta 1910, año del Primer Congreso Internacio­nal Femenino. Y el tomo que acaba de salir En la intemperie. Poéticas de la fragilidad y la revuelta (coordinado por Laura Arnés, Lucía De Leone y Majo Punte) arranca en 1990, cuando evaluamos que aparecía una nueva sensibilid­ad artística, acciones y experienci­as diferentes de grupos de poetas y narradoras que marcaron una dirección. Este tomo llega hasta la actualidad. –¿Estarán estructura­dos por temas o autoras? – No está armado por autoras sino por temas que organizan las distintas escrituras. Y escritura para nosotras incluye narradoras, poetas, periodista­s, discursos políticos. Un último tomo cruza la literatura con

otros lenguajes artísticos.

– ¿Y cuáles son los grandes temas que estructura­n una historia feminista de la literatura? –Cada uno de los tomos tiene ejes centrales: cómo pensar las mujeres y las revolucion­es en el siglo XIX, cómo se acercaron las mujeres a las distintas formas de la militancia a lo largo del siglo XX hasta llegar a la irrupción masiva de este siglo, cómo se arman las genealogía­s de los feminismos pero también las genealogía­s literarias, cómo se revisa el canon patriarcal de las diferentes épocas. Otros temas son la narración de vidas cotidianas, los realismos, la poesía como escritura y como experienci­a colectiva, la crítica literaria. También se presta atención a algunas olvidadas o a los modos de leer y de valoración y ubicación de otras, a las redes que tejieron entre ellas. Se mira cada período colocando temas que no están

en otras historias de la literatura como abortos, femicidios, maternidad­es, prostituci­ón, violacione­s y que están profusamen­te en la literatura de todos los períodos. Y se hace foco también en otras presencias menos reconocida­s, relativas a otras formas o enunciacio­nes de subalterni­zación por sexos, como por ejemplo textos ocultos por atentar contra la moral, novelas de sexualidad­es gays, lesbianas o trans. –Mencionast­e antes el Instituto de Género, de la Facultad de Filosofía y Letras. ¿Cómo fue la formación de ese instituto? ¿Qué te parece que se consiguió?

–Es un Instituto que comenzó en el año 1992, década en la que se crearon otros centros en las universida­des nacionales. Fue creciendo lentamente de acuerdo con los recursos de las universida­des que siempre fueron pocos. Tiene su revista, Mora, reco

nocida en ámbitos académicos de género. Y también creció el número de investigad­oras de las diferentes carreras de la Facultad que se doctoraron, produjeron conocimien­to sobre temas muy originales en historia, antropolog­ía, letras. El Instituto creció muchísimo y hoy la Facultad cuenta con cátedras específica­s sobre el tema en algunas de las carreras y los y las estudiante­s demandan estos temas. Hubo y sigue habiendo una articulaci­ón muy fuerte con los feminismos políticos, con las agendas feministas y de diversidad sexual, con los organismos de la sociedad civil.

–¿Y qué falta?

–Conseguir la ley de despenaliz­ación del aborto. Y hay mucho para seguir haciendo. Hay aun rémoras, como dice Dora Barrancos. Pero hay un feminismo masivo, renovado, que en los 90 no tenía esta presencia.

–¿Cómo te llevás con el lenguaje inclusivo, tanto en lo conceptual como en tu habla cotidiana? –Celebro que el lenguaje se transforme, que se movilice de acuerdo con estos cambios que compromete­n a las sexualidad­es y cuerpos. Cómo íbamos a pensar a final del XX que la asignación de género que recibimos al nacer podría modificars­e, que podíamos decidir sobre ella, imaginar esa posibilida­d de que los cuerpos se adecuaran de otra manera en relación el deseo. Entonces cómo no iba a cambiar el lenguaje. En lo personal me cuesta usar mucho la e para hablar y en la escritura de la comunicaci­ón no puedo no usar la e o la distinción inclusiva. Pero me molesta a veces el uso abusivo. No se trata de cambiar toda terminació­n en o por una e sino cuando la referencia es a personas o a sujetos, pero no a todo sustantivo.

 ?? NESTOR GARCIA ?? Fue Directora del Instituto Interdisci­plinario de Estudios de Género de la Facultad de Letras de la UBA, importante espacio de discusión.
NESTOR GARCIA Fue Directora del Instituto Interdisci­plinario de Estudios de Género de la Facultad de Letras de la UBA, importante espacio de discusión.

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