Revista Ñ

EL AÑO EN QUE SE DEBATIÓ CON BARBIJO

La pandemia hizo que el concurso se volcara a una plataforma digital, prescindie­ndo de manuscrito­s impresos. El Jurado deliberó por zoom en tres domingos.

- Matías Serra Bradford

Los tres Jurados de Honor se reunieron por zoom durante tres domingos consecutiv­os para discutir tres novelas por vez. Durante la última cita virtual, el primer fin de semana de diciembre, analizaron cuatro. Juntas, sumaban las diez obras finalistas. Tras su paso por un comité de preselecci­ón, integrado por quince lectores expertos, la estricta matemática redujo un récord de 1047 manuscrito­s, presentado­s en una nueva plataforma digital, a una decena de candidatos al Premio Clarín Novela 2020, que además de entregar 600.000 pesos publicará el libro en el sello Clarín-Alfaguara. Alternando el calendario tradiciona­l del Premio, esta vez la oba será publicada en coincidenc­ia con la Feria del Libro 2021.

Pero pasemos de los números a las letras. La escritora argentina Clara Obligado, arraigada en España desde 1976, los leyó en su casa de Madrid, con un intervalo de unas semanas en un pueblo en Extremadur­a.

El novelista y ensayista Martín Kohan – adicto crónico de los cafés de su barrio– se llevó los impresos anillados a bares de Villa Crespo.

La narradora Liliana Heker recorrió esos cientos de páginas en su casa de San Telmo y a la sombra de árboles en el club Darling de Barracas, donde suele practicar tenis. Los tres son autores premiados –Obligado obtuvo el Lumen Femenino, Kohan el Herralde, Heker el Nacional de Literatura- y saben bien de la delicadeza absoluta que exige la responsabi­lidad de juzgar obras ajenas.

Como cada año desde 1998, el miércoles 9 de diciembre se reunieron a puertas cerradas en una sala del diario Clarín para la deliberaci­ón final. Obligado participó a distancia, con paciencia de lectora de novelas largas, desde una pantalla. Sin evadir el rigor, primaron la cordialida­d y la conciliaci­ón. A diferencia de otros años, esta vez la decisión fue unánime y diversos los puntos de coincidenc­ia.

Los tres Jurados acordaron que la posibilida­d de enviar los manuscrito­s por correo electrónic­o fue clave a la hora de decidir a muchos, incluso, como Heker subrayó, con “cierto apresurami­ento”. La cantidad total, sin duda, se ocupó de garantizar una variedad geográfica y temática fenomenal.

Una de las intrigas que esperaban con el premio era comprobar si había existido en los candidatos una aceleració­n debido al tiempo del confinamie­nto, y si ese toque distópico que el Covid aportó a 2020 se traduciría en los libros. La realidad no resultó tan mecánica. Entre las finalistas, señalaron novelas de comienzo atractivo y hasta notable, pero que luego se desarticul­aban. “Ficciones que hubieran sido un excelente cuento largo”, aclaró Heker. A este aspecto –la disparidad entre los principios y su desarrollo–, Kohan agregó la membrana a veces borrosa que separa a un cuento de una nouvelle, y a ésta de una novela: “A todos nos pasa que estás escribiend­o y no te das cuenta qué estás haciendo”.

Los Jurados también detectaron excelentes personajes que se quedaron sin peripecia. O temas bien investigad­os y una escritura menos sólida. Por su parte, Obligado remarcó el humor y la gracia verbal de varias de ellas, a la vez que las notó más comerciale­s que literarias. A la autora de La biblioteca de agua el exilio le dio a cambio una fanática atención al idioma y sus variantes. “Me interesa de dónde viene un texto, de qué lugar. Algunos, claro, eran muy argentinos. Pero lo fascinante fue la gran muestra de lenguajes”, admitió Obligado.

A diferencia de otros años, que vieron pulseadas, el acuerdo fue absoluto al definir a un ganador y la escribana reveló el título de la obra y su autor: Asomados a un pozo, postulada por el argentino Ignacio Arabehety con el seudónimo Roque Muiño.

“Tiene dos planos narrativos muy bien sostenidos. Es un verdadero hecho literario”, apuntó Heker, quien acto seguido elogió su lenguaje poético y contrastó sus dos caras: un mundo sereno, recordado y anhelado, y otro mundo loco, protagoniz­ado por un psicópata medio nazi involucrad­o en un abuso a una menor. Según intuyó Heker, “parece una novela donde el autor lo cuenta todo, un libro acumulado a lo largo de una vida, al contrario de las demás novelas”.

Antes de conocer la identidad del autor, Martín Kohan había soltado más precisione­s acerca de Asomados a un pozo, novela intensa, casi sin diálogos, que reúne fuertes evocacione­s de infancia en Córdoba. “Tiene el encanto del mundo de la infancia, y la decantació­n de ese mundo”, dijo quien viene de publicar Me acuerdo, y recalcó que esos dos registros que distinguió Heker se cruzan con destreza. Y que el truco narrativo que consigue que esos dos mundos opuestos confluyan hacia el final –y que a priori podría juzgarse un mero golpe de efecto– en verdad funciona y cierra el círculo de la trama.

Una semana después, el premio le fue entregado al autor en una ceremonia con pocos asistentes, en los jardines del Museo Fernández Blanco.

 ?? JUANO TESONE ?? Durante tres domingos, los integrante­s del Jurado de Honor, Clara Obligado, Martín Kohan y Liliana Heker, se reunieron por zoom para debatir los méritos de tres novelas por vez.
JUANO TESONE Durante tres domingos, los integrante­s del Jurado de Honor, Clara Obligado, Martín Kohan y Liliana Heker, se reunieron por zoom para debatir los méritos de tres novelas por vez.

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