Revista Ñ

EL PECADO ORIGINAL DE UN FILÁNTROPO

Polémica. La Universida­d Johns Hopkins se enfrenta al escándalo luego de haber descubiert­o que su fundador tenía un pasado oculto como esclavista.

- POR BEATRIZ NAVARRO ©La Vanguardia

Para sus empleados y alumnos, el origen del centro, con sede en Baltimore (Maryland) ha sido un motivo de satisfacci­ón que se suma al orgullo de formar parte de una comunidad fundada a finales del siglo XIX bajo los ideales de igualdad que constaban en el testamento de su fundador: Johns Hopkins, un comerciant­e y magnate ferroviari­o, un filántropo descendien­te de cuáqueros que liberaron esclavos y activista abolicioni­sta. O eso decía la biografía oficial, que nadie se había molestado nunca seriamente en investigar. La realidad, probableme­nte, es muy distinta, acaba de comunicar con dolor la universida­d.

Una investigac­ión sobre los orígenes de la institució­n “nos ha llevado a cuestionar esta narrativa”, escribiero­n la semana pasada en una carta abierta su rector, Ronald Daniels, y otros dos líderes de comunidad educativa. “Tenemos registros del censo del gobierno que indican que el señor Hopkins era dueño de una persona esclavizad­a en 1840 y de cuatro en 1850”, ha revelado, de entre 18 y 50 años. En el censo de 1860 no consta la presencia de ningún esclavo en su hogar, explica Daniels, que admite que este descubrimi­ento “complica” la imagen que durante mucho tiempo han tenido de su fundador.

Fallecido en 1873 a la edad de 78 años, Hopkins dejó 7 millones de dólares en herencia (el equivalent­e a 150 millones de dólares actuales) para abrir un hospital que atendiera a todo tipo de personas, una universida­d y un orfanato para niños negros. Fue, en su momento, la mayor donación filantrópi­ca de la historia de Estados Unidos y los ejecutores de su testamento supieron aprovechar­la. La Universida­d Johns Hopkins, que actualment­e cuenta con 27.000 estudiante­s en cuatro campus, ha alumbrado 29 premios Nobel y es una referencia mundial en el terreno de la biomedicin­a.

La principal fuente de la historia de su benefactor –cuyo fallecimie­nto se conmemora cada año en el campus– había sido el libro publicado en 1929 por una sobrina nieta, Helen Thom, que lo describía como “gran abolicioni­sta” y contaba que sus padres habían liberado a los esclavos de la plantación que poseían al sur de Baltimore a pesar de los aprietos que la decisión supuso para la familia. Eso –contaba– fue lo que movió a Johns Hopkins a buscar trabajo en la ciudad.

El proyecto Hopkins Retrospect­ive no ha encontrado sin embargo ninguna prueba de estas afirmacion­es y sí varias que apuntan a una historia muy distinta. Sí hay indicios de que el abuelo del filántropo, Johns Hopkins el viejo , liberó parcialmen­te a algunos esclavos en 1778. Pero también han aparecido registros de otras transaccio­nes con personas décadas después. Una carta de la empresa fundada por Hopkins indica que aceptó un esclavo como colateral de una deuda, algo común en aquellos tiempos. Otros informes hablan de que liberó a una persona esclavizad­a que luego se quedó sirviendo en su casa.

La esclavitud fue abolida en Maryland en 1864. Uno de sus obituarios, afirma que tenía fuertes opiniones políticas contra ella. Nada se sabe de las condicione­s en que vivían las personas que constan en el censo como esclavos pero la universida­d está decidida a “continuar con la investigac­ión, nos lleve adonde nos lleve”, segurament­e, “más cerca de la verdad”. Daniels no contempla cambiar el nombre de la universida­d, ha explicado a The Washington Post , pero considera imperativo “cambiar su narrativa”.

Dos tercios de los habitantes de Baltimore son de raza negra. La relación entre la JHU y su comunidad ha sido conflictiv­a. Sus sucesivas ampliacion­es han obligado a desplazar a los vecinos de diferentes barrios, que a veces se han referido a ella como “la plantación”. JHU es solo uno más de los centros del saber de EE.UU. que han descubiert­o sus lazos con la esclavitud, en absoluto secretos en algunos casos. En 1846, el rector de la Universida­d de Alabama azotó a un esclavo llamado Sam delante de todo el claustro.

Hace pocos se supo que la universida­d jesuita de Georgetown evitó su quiebra en 1838 mediante la venta de 272 esclavos. La institució­n ha creado un fondo de reparacion­es para indemnizar a su descendien­tes de, como también han hecho Princeton y el Seminario Teológico de Virginia, centros también manchados por el llamado “pecado original” de EE.UU., el racismo.

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Hopkins dejó 7 millones de dólares (el equivalent­e a 150 millones actuales) para abrir un hospital, una universida­d y un orfanato para niños negros.

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