Revista Ñ

“Le pido a un libro que esté vivo”

Entrevista con Julián López. El autor de Una muchacha muy bella, traducido a varios idiomas, edita Meteoro, su primero libro de poesía en dieciséis años.

- POR WALTER LEZCANO

“El fútbol no me interesa nada. Nunca pude hacer nada ahí. A mi viejo le encantaba, pero yo, ¿ves? Ya quiero llorar otra vez”, dice Julián López unas horas después de conocerse la noticia de la muerte de Diego Armando Maradona. Se lo ve emocionado pero también sabe que la posibilida­d de que esto se filtre en la entrevista habla de su vinculació­n con la poesía: es algo vital que emerge por encima (o por los costados) de las convencion­es de la vida.

Acaba de publicar Meteoro, su primer libro de poesía en muchos años, luego de Bienamado (2004). Y no se trata en absoluto de un regreso: “Toda escritura es una intención de lírica”, explica López y es como si también incluyera Una muchacha muy bella y La ilusión de los mamíferos en estas palabras. En Meteoro se trata de volver a una mirada de infancia, en la que la contemplac­ión enrarece el acercamien­to a lo real pero además se potencia un vínculo con la imaginació­n en tanto filtro que acompaña el trabajo de los ojos.

En un momento, el libro parece develar su dictum: “Todo el inventario/ de lo concedido en mi niñez/ un súper modular de innumerabl­es cajoncitos/ de donde salen todos los materiales/ con que está hecho el universo./ Todo el inventario de lo concedido”. Es una política de la mirada pero también un acto de amor y un vislumbrar un encuentro futuro. Uno de los temas que atraviesa la obra de Julián López y que ahora reaparece como parte del lenguaje personal que supo construir.

–Empezaste con poesía y luego de un paso por la narrativa volvés a ese territorio, 16 años después. ¿Cómo se dieron esos movimiento­s? –Yo escribo desde muy pibe. Lo primero que escribí fueron dos poesías para la escuela. Me acuerdo que eso ya me gustaba. La escritura, entonces, siempre me asalta, me agarra, nunca la estoy esperando demasiado. Hay algo de la ella que me resulta silvestre, y considero que es una gracia que se dé así. Siempre escribí lo que pude.

–Uno de los versos de Meteoro dice “se es lo que se puede”. ¿Cómo te acercás al lenguaje poético desde ese lugar?

–La poesía surge de una contemplac­ión sensorial, y está detrás de eso. En el libro digo “quiero el edificio detrás de esa mole que cae”. Para mí, la poesía está detrás de la imagen aparente. En ese sentido, la poesía siempre es un fracaso porque, ¿cómo atrapás aquello? Y está bien que así sea. Hablo de mí. No me refiero a la poesía en general porque no tengo idea de eso. El poema es la ruina. Pascal Quignard habla mucho de “lo anterior”, de un tiempo antes del tiempo. En ese sentido, el poema es eso, el resto de un pasado al que uno no puede acceder por más que se intente. Es un pasado original. Lo que busco cuando escribo poemas es tratar de tomar esa dirección y no enojarme tanto con el fracaso, lograr lo que logro, para bien y para mal.

–Y ahí el fracaso funciona como puente hacia el próximo texto.

–Claro, sí, es una lectura posible. Y es genial porque esa sorpresa del material que va apareciend­o te hace contactar con esa lectura nueva de lo que vas teniendo en tu propia escritura, y con el mundo, por supuesto.

–Y esa lectura también es un posicionam­iento. Porque en Meteoro hay una voz que contempla y en eso que recibe hay mucho de mirada pero también de imaginació­n.

–Sí, porque la contemplac­ión es una doble vía. En donde yo vivo, de un lado tengo el amanecer y del otro lado el atardecer, y de noche sale Marte pero primero Júpiter y Saturno. Miro mucho el cielo. Me embarco en una cosa devocional pero también me doy cuenta que miro el pasado, algo que es aparente, que es del orden de la imagen. A la vez, eso que observo no es lo observado, también es lo que observa. La mirada no está en mis ojos. La contemplac­ión es un circuito de doble vía: uno rendido ante lo que contempla pero también activo por dejarse capturar por el misterio. –¿Y en ese aspecto cómo se da el pasaje a la aparición de las palabras?

–Es medio simultáneo y además aparece por una palabra o por un sintagma muy pequeño que tiene alguna música o ritmo. Y de eso que apenas empezás a tirar comienza a mostrar una panza de dónde sacar cosas. Es como un impulso. Yo improviso mucho en la escritura de poesía. Incluso muchos de los textos de Meteoro son de redes. No me parece mal ni bien, es simplement­e una manera en que me aparece la escritura. No tengo una predisposi­ción de poeta, no me siento a escribir poesía. Tal vez porque mi ritual es distinto. No soy poeta de tiempo completo. En todo caso me importa la poesía y si puedo hacer algo en ese sentido está buenísimo. –Meteoro potencia la mirada de la infancia. ¿Cómo te acercás siendo adulto a esa construcci­ón literaria?

–Sucede que en la infancia está mucho más presente aquello anterior, lo original que todavía no está organizado. Es una fuente de contemplac­ión y mirada única muy fidedigna, excepciona­l y noble, un yo que busca honestamen­te. La infancia es como un estado permanente. Y en ese sentido hay una fuente que mana todo el tiempo. Incluso si uno no escribe, en la infancia ahí hay una manera de mirar que no sé si va mucho más allá en la adultez. En la adultez la desinfanti­lizás pero querés mantenerte fiel a ese registro. –¿La publicació­n de Meteoro se permitió volver a vincularte con la poesía de una manera renovada?

–Yo le pido dos cosas a un libro. Una es que esté escrito. Y otra es que esté vivo. Son más o menos lo mismo. No me importa si es un libro más o menos torpe, me importa que me queme en las manos, que esté vociferand­o, que esté hablando, que esté susurrando, que lo abras y haya una voz. Meteoro habla conmigo y con mis libros, con lo que escribo.

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GERMAN GARCIA ADRASTI
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Julián López Literatura Random House
96 págs.
Meteoro Julián López Literatura Random House 96 págs.

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