Las librerías de usados y cómo dar batalla
Ensayo. Cristian De Nápoli comparte sus experiencias de librero. En las bateas expuestas es un homenaje a un oficio en crisis.
Si juntáramos en una sola biblioteca todos los libros de la historia de la humanidad, la biblioteca tendría el tamaño de cien ciudades de Buenos Aires. Algo así como un millón de edificios del tamaño cada uno de una manzana con estantes para tres millones de volúmenes. Si juntáramos todos los periódicos de la historia en una sola hemeroteca, el edificio tendría el tamaño de países como Rusia, con su propio bosque boreal formado por pilas de pulpa de papel surcando entre los pasadizos de las salas de lectura.
Esa es la distopía con la que sueñan los ebooks: con el repliegue de todos los impresos de la historia a un único museo de usados. De continuar con la desaceleración de la impresión –el cese fuerte de las imprentas se pronostica para dentro de 60 años–, el predominio de las librerías de saldos comenzará a decaer. O a la inversa: es posible que la lectura digital transforme a los libros en objetos suntuosos, dignos de un tipo de admiración distinguida parecida a la que en la actualidad le reservan los apasionados lectores.
Cualquiera sea el caso, en las periferias de aquella ciudad de libros, estarían las librerías de usados, verdaderas terminales de la compra-venta con sus vendedores haciendo de oficinistas y decidiendo qué entra y qué sale de la fortaleza. Seguiremos teniendo Avenida Corriente y Parque Rivadavia, donde los domingos a la mañana se rozan los codos escritores como César Aira y Fabián Casas o vende usados el hermano anónimo de Stephen King.
Quien nos cuenta estos detalles o nos sugiere estas ideas es Cristian De Nápoli en su libro En las bateas expuestas. Crónicas del amor y el hartazgo con los libros. Se pregunta por el futuro de nuestra especie como lectores. A las páginas de su libro, De Nápoli deja entrar los argumentos de los tecnofílicos, como quien deja pasar hasta el patio de atrás de su casa a un enemigo para destrozarlo.
Se cree que tras varios años de lectura en litio, la lectura de libros físicos comenzará a decaer. Poco a poco nos iremos desacostumbrando a las páginas de papel, como nos hemos desacostumbrado a los originales de arte, a los muebles antiguos, a los sonidos en vivo de un instrumento musical.
De Nápoli también se pregunta por el futuro de la edición. Imagina un futuro distópico en el que, por falta de energía, muchos libros se dejarán de imprimir. Con menos energía disponible en el planeta, se deberá elegir entre la fabricación de algunas cosas en desmedro de otras: autos o muebles, en reemplazo de tipografías sobre papel. En el paradójico mundo que nos está golpeando a la puerta, De Nápoli se pregunta si no se habrá de imponer un nuevo tipo de censura: que en nombre de la ecología, prohíba por ejemplo la edición.
Antes se editaban menos títulos pero las tiradas eran mayores. Ahora es a la inversa: muchos más títulos, pero por menor tirada cada uno. De Nápoli cruza diferentes datos para realizar un crudo análisis: la necesidad de volver a editar con compromiso, por amor. La del libro sea quizá una crisis del oficio de editar. Y sostiene entonces De Nápoli una de las ideas fuerzas de todo el libro: las librerías de saldo son también el campo de batalla donde se libra la disputa por el lugar del canon en la literatura actual. Una disputa de la que sólo participan las editoriales que editan en cantidad.
En las bateas expuestas es un gran libro sobre libros, escrito no sólo por un librero sino también por un poeta. No nombra a otros de su estirpe, y entre sus gustos están más bien los grandes clásicos de la literatura. A la hora de presentar en sociedad esos clásicos, elige un lenguaje arltiano, barrial: un idioma a su modo extraño a la cultura libresca pero al mismo tiempo arrancado de las fauces de un gran robador de libros como Silvio Astier.
Ese gusto arltiano no le impide componer crónicas post-borgeanas como “La admiración”. Once líneas que condensan con precisión todo el estilo de De Nápoli: economía con conocimiento, experiencia, ironía, acidez.