REFLEJOS DE LA AUSENCIA INADMISIBLE
Identidad, en el Parque de la Memoria. Veintidós años más tarde, la reedición de la expo colectiva impulsa lecturas sobre el pasado y las generaciones. Cinco artistas participantes analizan el contexto actual.
Hay una frase que en su reiteración insiste imprimiendo una marca indeleble en el pensamiento y en el ánimo: “Niño/a que debió nacer entre (…)” La oración se completa con los nombres de los meses que van de 1975 a 1979. Durante ese período, la Argentina asistió a la apropiación ilegal de niños, en su mayoría consecuencia de la desaparición forzosa de mujeres embarazadas por parte de la última dictadura militar. Mujeres cuya gestación y nacimiento del bebé acaecieron en los centros clandestinos de detención y tortura.
Un total de 359 retratos se alternan con espejos y placas grises a manera de friso recorriendo la Sala Pays del Parque de la Memoria. Rostros de hombres y mujeres desaparecidos y/o asesinados que esperaban la llegada de un hijo, aún buscado por sus familias. El espejo entre ambos progenitores es el hijo ausente de quien no se sabe si finalmente nació, si en ese caso sobrevivió y si, entonces, hoy es un adulto que desconoce su verdadera identidad. El conjunto de posibilidades da cuenta de la dimensión de la tragedia y el horror.
Estos núcleos familiares son recordados, valorados y reconstruidos, a través de imágenes presentes y faltantes. De todo esto y más nos habla la actual muestra Identidad –prevista su inauguración cuando se decretó la cuarentena por el Covid y abierta recién ahora– organizada por Abuelas de Plaza de Mayo, el Parque de la Memoria y un grupo de artistas, la cual constituye una reedición de aquella organizada en 1998 por el mismo organismo de derechos humanos y artistas junto al Centro Cultural Recoleta.
En ese tiempo, Carlos Alonso, Nora Aslan, Mireya Baglietto, Remo Bianchedi, Diana Dowek, León Ferrari, Rosana Fuertes, Carlos Gorriarena, Adolfo Nigro, Luis Felipe Noé, Daniel Ontiveros, Juan Carlos Romero y Marcia Schvartz fueron invitados a participar y elaborar una propuesta individual seleccionando fotografías del archivo de Abuelas. Finalmente, el grupo decidió que la obra fuese colectiva.
La potencia artística, conceptual y emotiva de la creación realizada reside en la multiplicación rítmica de retratos y espejos, donde a cada paso el espectador forma parte al reflejarse su propio rostro. Se observan las fotografías en blanco y negro de esos jóvenes hombres y mujeres mirando, a su vez, de frente, de perfil, de tres cuartos perfil, sonrientes, taciturnos, pensativos, vitales. Con su imagen reciente en la memoria pasamos al espejo que nos hace preguntas, busca parecidos, señala ausencias, solicita presencias, madura el tiempo. Un recorrido percibido por momentos interminable en el dolor condensado en cada imagen y espejo de 28 x 28 cm con sus historias de vida y de muerte, a partir de los datos reunidos por Abuelas en tantos años de trabajo incansable. Porque cuando creemos estar llegando al final de la muestra, giramos al término de algún panel y otro gran espacio se abre y continúa.
Entre las breves narraciones de cada caso otras frases recurrentes se suceden: “Toda la familia permanece desaparecida”, “La pareja y el niño que nació en cautiverio permanecen desaparecidos”, “La pareja y el/la niño/a que debió nacer en cautiverio permanecen desaparecidos”, “Niña nacida el 2 de abril de 1977 en cautiverio”. Son cerca de 300 nietos que aún faltan encontrar (en estos 22 años que median entre las dos exposiciones se recuperaron 71 y el total asciende a 130 casos resueltos). El paso del
tiempo agrega generaciones. Si en 1998 los rostros de los hijos podían tener la semejanza otorgada por la misma edad en la que desaparecieron sus padres, ahora puede sumarse la presencia de nietos y hasta bisnietos, quienes muchas veces atesoran rasgos similares.
En esta reedición de Identidad en el Parque de la Memoria encontramos placas grises de igual tamaño entre los retratos y los espejos. Ellas dan cuenta de tres situaciones: 1) se sabe quién es la madre del hijo buscado pero se desconoce el padre; 2) uno de los padres no es víctima del terrorismo de Estado; 3) la persona es víctima del terrorismo de Estado pero no hay foto de ella. Entonces, la mente y la mirada empiezan a entrecruzar información en una especie de “rompecabezas de la tragedia”, el cual se completará cuando se encuentren a todos los nietos apropiados y, entonces, la muestra Identidad ya no sea imprescindible como urgencia y necesidad presente, sino como testimonio de la historia y la memoria de las familias y de la sociedad en su conjunto.
Una vez más, el arte, los artistas, la historia del arte dicen, reflexionan, indagan con su capacidad única. El escritor y ensayista John Berger escribió en el libro Cada vez que decimos adiós: “No puedo decirte qué hace el arte y cómo lo hace, pero sé que a menudo el arte ha juzgado a los jueces, vengado a los inocentes, y enseñado al futuro los sufrimientos del pasado para que nunca se olviden”.