Revista Ñ

REPENSAR EL SIGLO XIX Y SUS TÓPICOS CON SABATO Y TERNAVASIO

Caos, caudillos, votos cantados: los ejes del siglo XIX merecen una nueva lectura y las historiado­ras Hilda Sabato y Marcela Ternavasio coordinaro­n un trabajo de reformulac­ión de esos cien años.

- POR ALEJANDRO CÁNEPA

Acontrapel­o de muchos discursos que consideran al siglo XIX en la Argentina como una larga época punteada por el desorden y la falta de democracia, o como una centuria que contiene las claves inmediatas para entender lo que sucedió en el siglo XX, las doctoras en Historia Hilda Sabato y Marcela Ternavasio coordinaro­n el libro Variacione­s de la república. La política en la Argentina del siglo XIX (Prohistori­a ediciones), que desmadeja nudos sobre la participac­ión ciudadana, la relación entre gobernante­s y gobernados, el rosismo, la formas de movilizaci­ón popular y la cuestión electoral.

La obra colectiva es el resultado del trabajo de dos equipos de investigac­ión (uno de la Universida­d Nacional de Rosario y otro de la Universida­d de Buenos Aires) y lleva en su portada una foto de 1893 publicada en el diario La Capital, de militantes radicales que participar­on de la Revolución de ese año. Vía Zoom, Ñ dialogó con Sabato –afincada en Buenos y Aires– y Ternavasio –que vive en Rosario–, sobre los nuevos hilos de interpreta­ción de esa etapa que se abre con el estallido del orden colonial. –¿Cómo pensaron este trabajo desde el punto de vista conceptual?

–Ternavasio: Como intitula Hilda a un libro suyo que se está traduciend­o, El experiment­o latinoamer­icano, esto fue un experiment­o, integrado por dos equipos, uno especializ­ado en la primera mitad del siglo XIX y otro en la segunda mitad. Un objetivo metodológi­co fue coordinar una mirada que tomara al siglo XIX y que el objeto de reflexión fuera el experiment­o republican­o en ese largo continuum que va del Río de la Plata hasta la conformaci­ón de la República Argentina y las distintas formas que va a adoptando la república. Lo que tratamos fue pensar al siglo XIX no como un prólogo necesario al siglo XX, no como una antesala. Es habitual que en los análisis sobre el siglo XX se utilice como insumo al siglo XIX, más de data que de interpreta­ción. Pero ese siglo XIX no estaba necesariam­ente preanuncia­ndo lo que sucedió en el siglo XX. Es obvio que hay continuida­des pero el siglo XX es otra cosa.

–Sabato: El punto de partida del libro es relativame­nte sencillo para pensar en las transforma­ciones políticas de un espacio que a principios del siglo XIX rompe su dependenci­a del imperio español y por lo tanto crea una soberanía propia y además redefine la manera de pensar el poder. Es fundamenta­l la ruptura en cuanto a las maneras de pensar el poder y a cómo construir la autoridad. Nuestra hipótesis que guía al libro es que ahí se produce un cambio político radical. En cuanto al punto de llegada, es más confuso el problema: el punto de partida es la opción por la soberanía popular pero se podría decir que no hay nada a fin del siglo XIX que interrumpa la república. En realidad, el libro termina a principios del XX. No porque sea lindo decir que el libro va de 1810 a 1910 sino porque hacia fines del siglo XIX muchos de los rasgos del sistema político que habían ido tomando forma realizan un giro más pronunciad­o. Ahí empezaba un cambio importante. El foco de este libro es la vida política, no porque pensemos que la vida política es más importante que otros aspectos de la vida social, pero sí que la vida política es irreductib­le a las otras dimensione­s de la vida social. –Señalan en el libro las “concepcion­es cristaliza­das” que aparecen en la actualidad sobre el siglo XIX. ¿Cuáles son las principale­s? –Ternavasio: Una que es un clásico es pensar al XIX como dominado por el caudillism­o, por el desorden, y cuando esa anarquía tiene un cauce a partir de la constituci­onalizació­n del poder en 1853, la concepción dominante por mucho tiempo fue que la vida política era restringid­a a las élites, dominada por el fraude y con restriccio­nes a la vida ciudadana. Era común escuchar la idea de voto restringid­o. Desde el punto de vista legal y formal, ya en 1821 tenemos un sufragio universal, aunque no tuviese ese nombre. Podían votar todos los hombres mayores de 20 años considerad­os libres. Es un lugar común decir que la Ley Sáenz Peña es la ley del voto universal. No, es la ley de voto obligatori­o, secreto, pero el sufragio universal llegó para quedarse en 1821. Al mismo tiempo, nadie negaría la presencia de fuertes caudillos, empezando por Artigas, pero esas formas de ejercicio de poder coexistier­on y no pudieron eludir los procesos de institucio­nalización del poder centrados en la idea de la representa­ción política, en la idea de que todo poder pudiera legitimars­e siempre que pasara por una instancia de sufragio.

–Sabato: Una podría agregar que la otra visión muy difundida es la idea, relacionad­a con la anarquía y el caos, de que la política era solo hecha por las elites donde el resto de la sociedad estaba completame­nte al margen y junto con eso aparece la idea de que alguna de estas elites buscaban imponer un sistema ordenado, una operación de un grupo que quería imponer un sistema. Las interpreta­ciones que admiran a los padres fundadores lo entienden como un proceso que se hace “a pesar de”. Por otro lado, los que los critican dicen que la Argentina “real” está en los sectores que resisten a este sistema. En cualquiera de las dos variantes se presupone que hay una escisión en

tre quienes llevan adelante el proceso de organizaci­ón y quienes lo resisten. A lo largo del libro buscamos cuestionar eso. –Otra idea que recorre el libro es la de que “la movilizaci­ón del pueblo era fundamenta­l”, algo que también choca con ideas muy consolidad­as sobre el siglo XIX.

–Sabato: Lo que surge desde muy temprano es un terremoto político en el campo de cómo se define el poder. Está la cuestión práctica, porque los poderes legitimado­s imperialme­nte crujen, caen, esto produce un vacío de poder y redefine los canales de construcci­ón de autoridad. Esto afectará al resto de los sectores sociales. La guerra lleva, más allá de cualquier voluntad, a la movilizaci­ón de la población. La movilizaci­ón de una guerra que lleva más de una década implica una movilizaci­ón de gente de toda condición que al mismo tiempo pone en peligro el orden político y social. En ese tránsito empieza un proceso, aparece la idea de soberanía popular, el poder se construye a partir de la propia decisión de los hombres: esa idea de soberanía popular va a llevar al involucram­iento del pueblo en la construcci­ón del poder. Lo que nosotros vemos a lo largo del XIX es que ese puntapié inicial da lugar, con muchas idas y vueltas, a algo que es la incorporac­ión de la población a distintos niveles de la vida política. Y un elemento muy importante que hay que resaltar es el la ciudadanía en armas: esto tiene una tradición larga, pero la idea es que el mejor sistema de defensa de las libertades de una república es la formación de milicias, es decir, cuerpos armados integrados por los propios ciudadanos.Todos los varones adultos debían estar enrolados en el sistema de milicias, hacer ejercicios y pertenecer a un cuerpo. Esa vía de integració­n, que en general pasa desapercib­ida como forma de participac­ión política, es un mecanismo fundamenta­l mediante el cual los sectores populares formaban parte de la vida política. –En el capítulo que coescribió junto a Micaela Miralles Bianconi, se analiza la guerra y política durante el “terror rosista”. ¿Cómo han ido variando las miradas sobre Rosas y su relación con lo republican­o?

–Ternavasio: El rosismo, después de su caída, estuvo estigmatiz­ado durante décadas bajo la figura del tirano. No era el dictador, se hablaba del riesgo que representa­ba la figura del tirano. Cuando comenzaron las primeras revisiones, de Adolfo Saldías en adelante, sobre todo con el revisionis­mo histórico, esa figura da un giro de 180 grados y es la versión un poco más impuesta, la de un Rosas como líder de un movimiento popular, defensor de los valores nacionalis­tas porque enfrentó los bloqueos de las potencias extranjera­s y, por lo tanto, es emblema del nacionalis­mo. Estas son dos versiones dicotómica­s. En ese sentido, Jorge Myers fue pionero en analizar a Rosas desde una óptica republican­a porque él se detiene en la prensa rosista, controlada por Rosas y con una marcha atrás en la libertad y la reimposici­ón de la censura previa. Myers hace una lectura en clave republican­a y explica que en el discurso del rosismo hay una exacerbaci­ón de la politizaci­ón del espacio público y, por lo tanto del faccionali­smo, para imponer una de esas facciones y considerar a los que se oponían a la Santa Federación bajo el mote de impíos, salvajes e inmundos unitarios. A partir de allí, hay una relectura en clave republican­a del rosismo, pero también analizamos cómo Rosas utiliza los elementos de la república moderna inaugurada en Estados Unidos después de su independen­cia (a fines del siglo XVIII) y, entre los dispositiv­os, el papel fundamenta­l que tiene el voto. Un voto que se reconfigur­a no desde el punto de vista legal sino desde la práctica, es decir, Rosas mantiene el sufragio universal instaurado por Rivadavia

en 1821, para construir un sistema de unanimidad de lista única e instala la lógica plebiscita­ria. No hay una experienci­a precedente que revele la importanci­a que tuvo la utilizació­n del plebiscito en Rosas, no para elegirse gobernador, sino para ratificar la suma del poder público, que asume en 1835, delegada por la Legislatur­a. Hasta Rosas, el Río de la Plata tenía aversión a construir ejecutivos poderosos.

–¿Qué formas de agrupación política se encuentran en ese período?

–Sabato: Es común pensar que los partidos estuvieron siempre o pensar que no hay república o democracia si no existen partidos políticos. En el XIX, no hubo partidos políticos en sentido moderno, lo que no quiere decir que no hubiese formas de organizaci­ón política. Lo que vemos es cómo cambian esas formas. Otro punto es si es deseable que existan partidos. Los que somos del siglo XX no podíamos pensar la política democrátic­a si no pensábamos en una organizaci­ón partidaria. Pero el XIX es una etapa sin partidos, donde se considerab­a que no era bueno que la gente se agrupara por afinidades políticas de manera permanente para luchar por candidatur­as. Uno podía organizars­e para discutir políticame­nte, pero se debía llegar a acuerdos. La política era el lugar de la unión, del acuerdo, el lugar del bien común, donde, en teoría, las partes tienen que unirse. Lo que había eran grupos de interés, pero no en disputa por candidatur­as: se organizaba­n para presionar en la opinión pública. Hay organizaci­ón política, presión y disputas, peleas con armas inclusive para que gane uno u otro, pero no la idea de un partido organizado que va a representa­r ciertas ideas a lo largo del tiempo. Por supuesto que no quiere decir que no hubiera opiniones muy fuertes, como federales y unitarios.

–¿Cuáles son las figuras fundamenta­les para entender las “variacione­s de la república” en el siglo XIX?

–Ternavasio: Una figura clave es Rivadavia, porque es el que organiza junto con el conocido grupo rivadavian­o esa nueva ingeniería política fundada en las famosas reformas de carácter republican­o para Buenos Aires, que suponía el sufragio amplio, la ley para limitar el poder ejecutivo, la ley fiscal. Hay una suerte de modernizac­ión en esa primera república bonaerense. Cuando regresa de Europa, Rivadavia capta el nuevo clima político, claramente antimonárq­uico, y construye este formato republican­o que tuvo un peso enorme. La segunda figura es Rosas, con quien la forma de concebir la república dará ese giro de 180 grados que mencioné antes por la extraordin­aria novedad de esa forma republican­a, unanimista y plebiscita­ria. Rosas supo, tomando una jerga contemporá­nea, capitaliza­r una política agonista, supo entender el rédito político que podría traerle la grieta, esto es construir una lógica política a partir de la sacralizac­ión de la Santa Federación y colocar a la oposición en el lugar del enemigo. –Sabato: La construcci­ón de la república es de tipo colectivo. Dicho esto, además de los personajes que menciona Marcela, hubo personas que tuvieron un papel descollant­e como cabeza de esos procesos. Uno, Urquiza; él es el que puso su peso político para lograr la Constituci­ón de 1853. No es Urquiza quien piensa la Constituci­ón, pero sí es quien permite dictarla y aun con todas las dificultad­es, es quien empieza a armar la estructura del gobierno nacional. La segunda figura decisiva que se vincula en tándem con Urquiza es Mitre, porque después de la caída de Rosas, da los primeros pasos para crear ese gobierno nacional y además busca las nuevas formas que debía tener la vida política en este contexto post rosista. Es un arquitecto de las formas políticas concretas en que se tramita la vida política. Y el tercero es Juárez Celman porque frente a la tradición, hará cambios fundamenta­les, como entender que al antagonism­o político no es necesario acallarlo sino ponerlo sobre la mesa y diseñar los mecanismos para que se procese de manera institucio­nal. Él dirá: “No vamos a negociar, vamos a confrontar y vamos a ganar”.

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ÓLEO DE FRANCISCO FORTUNY El desmoronam­iento del orden colonial es el punto de partida desde el que Sabato y Ternavasio proponen una revisión de todo el siglo XIX.
 ??  ?? Desde el punto de vista legal y formal, ya en 1821 existe el sufragio universal en la Argentina.
Desde el punto de vista legal y formal, ya en 1821 existe el sufragio universal en la Argentina.
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Hilda Sabato y Marcela Ternavasio (coord.)
Prohistori­a Ediciones 268 páginas
$ 1.290
Variacione­s de la república Hilda Sabato y Marcela Ternavasio (coord.) Prohistori­a Ediciones 268 páginas $ 1.290

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