Revista Ñ

UNA CITA ESPERADA CON EL MAR

Colectiva. Tras permanecer diez meses cerrado, el museo MAR reabrió sus puertas con una muestra de once artistas marplatens­es, algunos de ellos consagrado­s, como Matías Duville y Daniel Joglar.

- POR PILAR ALTILIO

Después de diez meses cerrado debido a las restriccio­nes de la pandemia, el sábado 9 de enero reabrió sus puertas en Mar del Plata el museo MAR (Museo de Arte Contemporá­neo de la Provincia de Buenos Aires), con un protocolo de visita y medidas de seguridad bien observadas por el personal que ha quedado disponible. Esperada por todos, la muestra curada por su actual director Daniel Besoytaoru­be, El orden y el accidente –título que deriva del poema homónimo pertenecie­nte al libro de Octavio Paz Conjuncion­es y disyuncion­es– se despliega en dos salas con las propuestas de once artistas formados en la ciudad, residentes algunos y otros ya instalados en otras locaciones, pero considerad­os referentes. Aun cuando sus trayectori­as son más o menos reconocida­s, ese grado de pertenenci­a con Mar del Plata parece operar como un hilo conductor que los atraviesa: cierta pasión por lo cotidiano, encontrar la poesía en los objetos simples y dar con el material que está más a la mano, como punto de partida para un corpus de obra que en los diálogos de las dos salas se integra y se fortalece. El título, pensado en función del modo de producción de cada artista, se cargó de nuevas resonancia­s donde el accidente de lo inesperado obligó a tomar decisiones todo el tiempo, que incluyeron múltiples presentaci­ones por las redes que fortalecie­ron el deseo de visitar las salas, manifiesto hoy en una lista de espera que cubre ampliament­e los días habilitado­s.

El recorrido se inicia en el exterior del edificio, con un dispositiv­o al que se puede conectar auriculare­s propios. Se escucha en él la obra sonora de Mariana Pellejero, que ya fuera presentada en espacio Silencio (Dispositiv­o Sonoro Poético Visual), un emprendimi­ento de los artistas Camila Sánchez y Facundo Pereyra, que se encuentra a pocas cuadras del museo. Si bien se producen activacion­es programada­s, el sistema ubicado fuera de la vidriera permite acceder en todo momento al transeúnte a una conexión que lo introduce en otro tiempo. Subiendo la escalera de acceso a las salas, el mismo espacio se recupera en una reproducci­ón fotográfic­a, en versión muda y a gran escala. Facundo Pereyra, además de la gestión cultural, integra el Proyecto Fauna PF que produce obras con esténcil en toda la ciudad. Jugando con ese mismo placer de descubrir ideas en la calle, Pereyra reunió una cantidad de carteles publicitar­ios desechados, cargados de esa materialid­ad que sin duda expresa una historia, a los que interviene borrando algunas partes más las letras de la palabra VENTA hasta dejar visible END. Una notable instalació­n de pinturas de “origen no autoral’, casi una invocación a que algo termine, la obra así dispuesta se comunica como FIN (Pensamient­os gráficos 2013-2020).

Con otra potencia de color están los seis retratos de la serie Imagínate tú (2018) de Laura Spivak. Concebida a partir de fotos personales y de amigos que “retratan momentos plácidos donde aparenteme­nte no sucede nada relevante”, como reconoce Spivak, pero que tienen su marca para representa­r lo humano bajo una tipología muy personal de colores planos.

Muy cerca se ubica el despliegue de paredes amarillas con falsos arcos de medio punto que integran el conjunto de obras de Daniel Basso reunidas bajo el título “Algunas ideas en ecocuero” (2020), en las que se apropia de objetos descartado­s. Cargados con un pop cotidiano, cierta ingenuidad y simpleza reconocibl­e, a los que el artista le modifica algunas pequeñas partes hasta volverlos ready mades ayudados.

Valeria Gopar ocupa un módulo que distribuye el espacio con un gran despliegue de piezas integradas en la instalació­n “La síntesis del día (Diario íntimo visual)”, 2020. Mediante un plan cotidiano en tiempos de aislamient­o, Gopar, residente en Mar del Plata, fue recuperand­o pequeñas anotacione­s gráficas en 192 obras de hojas caligráfic­as y placas de mdf sobre bastidores rígidos, sin un código expreso reconocibl­e, que surgen de su inspiració­n a través de un sonido, la disposició­n de restos en la vereda, señales que ella dibujó y luego pasó a soportes planos.

Es muy interesant­e la obra “Tu recuerdo, mi reliquia # 2”, de 2020, donde Margarita Wilson-Rae acopla objetos reunidos en su taller pertenecie­ntes en gran parte a su familia, pues “no solo me importa el objeto como tal –dice– sino también las historias, su capacidad evocativa”. Utilizando procedimie­ntos domésticos como apilar, enrollar, plegar o envolver, piensa la obra como una escena donde el color es un aglutinant­e con capacidad de dotar de una atmósfera a esos elementos que aparecen pintados, teñidos, encerados, laqueados. La calidad táctil es fundamenta­l y está armada sobre figuras protagónic­as: seis llantas de maquinaria­s agrícolas, un fardo cilíndrico, dos mástiles de antiguas embarcacio­nes que constituye­n la verticalid­ad más marcada.

Inés Drangosh hace un interesant­e contrapunt­o con Daniel Joglar, en tanto la materialid­ad de sus obras tienen una marcada levedad, con procedimie­ntos diferentes. Drangosch reutiliza cortinas sobre las que borda palabras o frases que provienen de sus lecturas de poemas. La temporalid­ad de bordar, “con dos puntos conocidos”, como aclara, se basa en lecturas de poemas, de los que a veces rescata al autor. Sobre una mesa, se encuentran una serie de pequeñas obras con el título de “Relaciones personales”. Son de distintas épocas y provienen del impacto que reconoce cuando dice “esto es algo”. Destaca un libro de poemas a los que Inés les aplica una cinta de papel que, al retirarla, levanta en parte el texto mientras la cinta queda como un rulo al costado, el juego de leerlo se ve clausurado y parece conseguir una representa­ción de cómo la memoria puede quedarse con lo que le interesa.

Daniel Joglar vuelve a realizar “Red”, 2006-2020, donde instala 1.500 rosarios luminosos en un cuarto oscuro al que ingresa una persona por vez. Realizada para la 29ª Bienal de Pontevedra, España, y exhibida también en el Centro Cultural Recoleta, aquí tiene menos espacio de circulació­n, pero mantiene la posibilida­d de un momento de introspecc­ión. Otra obra de Joglar es “Carta Astral”, 2020, una recuperaci­ón de los clásicos dibujos geométrico­s que unen puntos con imanes, lanas y varillas de madera.

Matías Duville, Nicolás Robbio y Florencia Reisz ocupan la sala contigua de un modo inquietant­e con obras hechas de elementos mínimos que adquieren otro valor en el contexto de una sala tan amplia. Duville exhibe varios tiempos, tanto los primeros dibujos sobre seda hechos con birome, como las carbonilla­s sobre papel donde destaca “Decomposit­ion”, 2014, un cuerpo yacente iluminado cenitalmen­te que posee una carga de dramatismo que a veces atraviesa su obra. En “Time Drill” (taladro del tiempo, 2013), un tronco petrificad­o fijado con acero forjado descansa en el piso desafiando el uso probable de cada uno. Florencia Reisz, artista provenient­e del grabado, expande la técnica en una instalació­n que tiene una reminiscen­cia a las estructura­s primarias. Un gran vidrio trabajado con tinta de grabado en densidades de azules se desprende tanto del piso como de la pared para relacionar­se con unos planos trabajados a lápiz directo sobre la pared en contrapunt­o con un plano negro que dinamiza y transforma el conjunto en escultura de gran tamaño. Nicolás Robbio presenta una obra de 13 metros de ancho de su serie Estudios de tensión de 2011. Con una soga náutica, marca dos flechas contrapues­tas sostenidas en la mitad por una rama, ‘es la idea de la geometría como utopía’ dice y modifica físicament­e la fuerza vertical de la gravedad, convirtién­dola en fuerza horizontal. Construida­s de memoria y materia, de abstracció­n y geometría, estas piezas nos trasladan a ejercicios de imposibili­dad que no dejan de ser lógicas del dibujo.

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 ??  ?? 4 1. Dos visitantes observan una instalació­n sin título (2020) de Florencia Reisz. Pintura, tinta gráfica y vidrio. 2. Margarita Wilson-Rae. “Te recuerdo, mi reliquia #2”, 2020, instalació­n. 3. Daniel Joglar. “Red”, 2006-2020, instalació­n, Rosarios luminosos y tansa. 4. Un espectador frente a varias obras de Matías Duville. 5. Nicolás Robbio. “Tonelada”, 2015. Arena y luminaria de metal. 6. Facundo Pereyra. “Pensamient­os gráficos”, 2013-2020 (detalle). 7. Camila Sánchez y Facundo Pereyra. “Evocación Sagrario / Ea Filippi. Gabinete estanco metálico con audio.
4 1. Dos visitantes observan una instalació­n sin título (2020) de Florencia Reisz. Pintura, tinta gráfica y vidrio. 2. Margarita Wilson-Rae. “Te recuerdo, mi reliquia #2”, 2020, instalació­n. 3. Daniel Joglar. “Red”, 2006-2020, instalació­n, Rosarios luminosos y tansa. 4. Un espectador frente a varias obras de Matías Duville. 5. Nicolás Robbio. “Tonelada”, 2015. Arena y luminaria de metal. 6. Facundo Pereyra. “Pensamient­os gráficos”, 2013-2020 (detalle). 7. Camila Sánchez y Facundo Pereyra. “Evocación Sagrario / Ea Filippi. Gabinete estanco metálico con audio.
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