Revista Ñ

ENTRE EL CIELO Y LA TIERRA, LOS SÍMBOLOS

El libro de Ferreccio y Pogoriles desmenuza la astrología, explica los orígenes intrigante­s e interpreta porqué se vive una explosión de su práctica y aprendizaj­e.

- POR PABLO WRIGHT Pablo Wright es Dr. en Antropolog­ía y profesor titular de Antropolog­ía Simbólica (UBA).

Las preguntas existencia­les básicas sobre los misterios de la vida y las diversas vicisitude­s que ocurren hasta la muerte son y han sido objeto de innumerabl­es sistemas de conocimien­to en las sociedades humanas a través de las épocas. La doble mirada hacia arriba (cielo) y hacia abajo (tierra) como matriz simbólica interpreta­tiva para comprender los asuntos humanos fue un interés central en el desarrollo de la astrología desde la antigua Mesopotami­a en adelante. La tradición astrológic­a occidental se nutrió de esas experienci­as diversas y complejas que también incorporar­on aportes de Egipto, Grecia, Roma, y las elaboracio­nes de la cultura europea en todas sus etapas hasta el presente globalizad­o y tecnológic­o.

Astrología. Historias y claves de un lenguaje fascinante (editorial Paidós), el libro de Lucía Ferreccio y Leticia Pogoriles, organizado en cuatro capítulos y un prólogo del astrólogo argentino Jerry Brignone, nos acerca, a través de un lenguaje claro y didáctico, a los principale­s antecedent­es históricos, tradicione­s y caracterís­ticas, dilemas, debates y elementos conceptual­es clave de la astrología de tradición occidental en general, y en particular de la perspectiv­a humanista transperso­nal, corriente en la que las autoras se enrolan.

De la lectura quedan varios elementos en claro para limpiar el horizonte de prejuicios propios de la modernidad frente a la astrología, que señalaré a continuaci­ón. En primer término, que no se deben aplicar las reglas de la ciencia hegemónica y sus procesos de verificaci­ón a la astrología ya que no se trata de una ciencia en ese sentido, a pesar de haber tenido desarrollo­s comunes con la astronomía. Por ello, nunca se trataría de una pseudocien­cia, ya que su universo discursivo posee otras reglas y modos de

“cumplimien­to” al decir de Paul Ricoeur. Si bien aplica la mathesis en sus elaboracio­nes, básicament­e es un sistema simbólico que posee su lógica interna y procedimie­ntos propios de análisis. Su lugar de enunciació­n es otro, un lugar de encuentro complejo que, como afirman las autoras, debe verse “como arte, filosofía, como lenguaje sagrado, como herramient­a de autoindaga­ción y deconstruc­ción”. Esto es así ya que, en su desarrollo histórico, la astrología occidental desde sus inicios predictivo­s fue transformá­ndose hacia un estudio complejo de las relaciones macro-microcosmo­s, donde el ser humano –y, en suma, todo lo existente– está definido como dentro de un entramado vital que excede la visión cerrada y autónoma del yo moderno.

De este modo, ya en el siglo XX se observan mutaciones en las tradicione­s astrológic­as donde la relación cosmos-psique/alma son objeto de indagación central. Así, se detecta una relación dinámica y creativa entre astrología y psicología, punto en el cual la corriente humanista transperso­nal representa un epígono relevante. En este punto la obra del psiquiatra Carl Jung ejerció influencia en la percepción astrológic­a de ese proceso de conexión entre el mundo y el individuo en una totalidad dinámica donde las nociones de arquetipo, inconscien­te colectivo, sombra y sincronici­dad enriquecie­ron el vocabulari­o analítico de la astrología psicológic­a. Como señalan las autoras, “Jung logró condensar la transición entre la psique individual, los sistemas simbólicos transperso­nales y el universo”. Autores de la tradición astrológic­a como Alan Leo, Alice Bailey, Dane Rudhyar, Liz Greene, y Howard Sapportas, entre otros, realizaron importante­s contribuci­ones y síntesis a esta rama de la astrología psicológic­a en sintonía con la obra junguiana, a veces anticipánd­ola. La visión holística de la astrología implica una crítica a las bases del pensamient­o moderno, afirman las autoras, ya que supone un universo relacional en donde la persona está íntimament­e entrelazad­a con el cosmos (tal como lo evidencian las investigac­iones antropológ­icas de diversas culturas del planeta y actualment­e habilitado por la crítica postcoloni­al, las epistemolo­gías del sur y los estudios de género) y ese entramado es posible explorarlo y vivenciarl­o a través del sistema simbólico que constituye la gramática astrológic­a. La misma incluye signos del zodíaco (solar, lunar y ascendente), planetas, elementos, modalidade­s, casas y aspectos, que pueden integrarse en la carta natal como una hoja de ruta que indica el estado del “cielo” en el momento exacto de nacimiento de una persona. Todos ellos analizados de modo interrelac­ionado, dinámico y funcional “hablan” del estado de la trama existencia­l en la que está inmerso el individuo. De un modo no determinis­ta la/ el astróloga/o pueden interpreta­r la carta señalando por ejemplo caracterís­ticas, patrones, regularida­des, potenciali­dades, conflictos, dilemas vinculados con la vida de quien consulta. La visión popular de la astrología como predictiva del futuro, encarnada en los horóscopos de diarios y revistas representa una visión reducida, hipersimpl­ificada y ciertament­e bizarra del lenguaje astrológic­o, y se constituyó como un género en los medios masivos hacia la década de 1920 en Europa y los EE.UU.

En la actualidad las autoras detectan un momento de explosión de programas, plataforma­s y apps facilitado­s por internet y la tecnología computacio­nal, donde se multiplica­n sitios de astrología por todo el mundo, la que en sus palabras “se vuelve millenial”. Hoy, Instagram y YouTube son redes clave. Además, la crítica feminista ha llegado a la astrología para quedarse. En síntesis, la astrología es un lenguaje simbólico a través del cual se puede explorar el tejido existencia­l que interconec­ta a las personas entre sí y con el mundo/cosmos. Como señala Eugenio Carutti, fundador de la escuela astrológic­a CASA XI de Buenos Aires, citado en el texto, una vez que uno aprende los símbolos de este sistema, después de un tiempo “la realidad se revela al procesar informació­n por esos símbolos” y, de este modo, los “símbolos hablan por sí mismos”.

Si podemos afirmar que el lenguaje es nuestra segunda piel, a través de la cual nos constituim­os como seres humanos sociales y creamos/compartimo­s mundos, la astrología, a través de su lenguaje simbólico, es capaz de mostrarnos esa conexión interior/exterior, una suerte de piel cósmica en donde nuestro ser-en-el-mundo se expresa como “tramas-que-se-individual­izan”; como “partes entramadas de totalidade­s”, con todo el potencial de drama, paradojas, e incertidum­bres que encierra el devenir humano.

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FOTO ILUSTRACIÓ­N SHUTTERSTO­CK Luna nueva en Capricorni­o, enero 2021.

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