Artistas negros y “ballets blancos”
Hace poco menos de un mes, un anuncio de Alexander Neef, flamante director de la Opera de París, provocó las reacciones más indignadas por parte del conservador periódico parisino Le Figaro y de figuras de la extrema derecha como Marine Le Pen. A las aparentes declaraciones de Neef sobre el propósito de suprimir grandes ballets del repertorio académico como El lago de los cisnes, Cascanueces o La bayadera, aquellos sectores hablaron de “oscurantismo”, de “caprichos de las minorías” y de “intentos de borrar la cultura francesa”. Vale la pena recordar que el ballet académico –más conocido como ballet clásico– nació durante el reinado de Luis XIV aunque la casi totalidad de su repertorio hoy vigente se creó en Rusia un siglo y medio más tarde. Aquellas obras, y otras muchas, habían sido creadas en San Petersburgo por el director de los Ballets Imperiales rusos, Marius Petipa y en su gran mayoría contienen los llamados “actos blancos”, en los que el cuerpo de baile interpreta distintos tipos de seres irreales en ropas siempre níveas.
Si bien fueron luego desmentidas –aunque de un modo no categórico–, las declaraciones de Alexander Neef parecieron responder a un manifiesto hecho público a fines de septiembre pasado y firmado por 400 trabajadores de la Opera, alentados, decían, por “las numerosas tomas de conciencia a través del mundo y a semejanza del movimiento Black Lives mos tiempos han llegado muchos “paracaidistas” como autoridades, gente que trae a sus amigos y que no son personas de teatro. Darío Lopérfido, cuando asumió como director, creó el cargo de “gerente” en varias áreas, algo que suena a institución bancaria pero que no sé qué papel juega en nuestro Teatro. Y por otra parte, las salas de danza del Instituto Superior de Arte del Teatro Colón se transformaron en oficinas .
–Y así desapareció aquella posibilidad de que los alumnos pudieran entrar en los palcos y ver los ensayos del Ballet. Esto formaba parte también de su educación artística. –Exactamente. Y retomando aquella idea de la identidad del Ballet: creo que tiene que revivir su tradición con los artistas que vivieron
Matter en los Estados Unidos. Previamente, en junio, cinco bailarines negros y mestizos de la Opera de París habían publicado sus fotos en Instagram con el hashtag #blackdancersmatter (“los bailarines negros importan”).
El ex director del Ballet de la Opera, Benjamin Millepied, decía haber escuchado esta frase: “No puede colocarse una bailarina de color en un cuerpo de baile porque sería un elemento de distracción”. Como fuera, Alexander Neef ha confiado una misión sobre la cuestión racial a Constance Rivière, secretaria de la Defensoría de derechos, y al historiador Pap Ndiaye. Su intención es que reflexionen sobre la noción del “ballet blanco y de los arquetipos del ballet clásico que aparentemente demandan un cuerpo de baile homogéneo”.
El debate sobre los clichés culturales en las óperas y ballets del siglo XIX está cada vez más presente. Françoise Vergès, presidente de la Asociación “Descolonizar las artes” afirma: “Esta discusión en el seno de la Opera, considerada como una fortaleza de la tradición, es muy positiva”.
Vale la pena traer a colación al célebre Arthur Mitchell, primer bailarín afroamericano que tuvo un lugar estelar en una compañía de ballet. En 1955, el genial coreógrafo neoclásico George Balanchine lo había incorporado a su compañía, el New York City Ballet, y allí Mitchell permaneció durante 15 años. En 1969, fundó el Dance Theatre of Harlem, uno de cuyos propósitos era que los bailarines de color pudieran acceder a los “ballets blancos”, algo imposible de lograr en las grandes compañías de ballet. Sin embargo, la integración de las llamadas minorías a este tipo de repertorio continúa siendo hoy una cuestión espinosa. otras épocas, pero refrescando esa tradición. Y a la vez, construir algo nuevo con esta compañía que en ciertos aspectos es vetusta.
–¿Qué opinás de esta polémica (ver recuadro) sobre la discriminación hacia los bailarines no blancos que se desató en la Opera de París? –Que se discrimine en una compañía de ballet a bailarinas o bailarines de color es algo que no debería siquiera ser discutido. Por otro lado, yo no querría que desaparecieran los grandes ballets del repertorio clásico. Pero respecto de la integración de aquellos intérpretes, es una cuestión cultural que debe ir modificándose: estamos mal acostumbrados visualmente a un cuerpo de baile homogéneo, con bailarinas todas pálidas e iguales.