Revista Ñ

“MONUMENTO” HECHO DE 177 RETRATOS

Memoria colectiva. El afroameric­ano Kambui Olujimi evoca con su obra a una líder comunitari­a de la cuadra de Brooklyn donde creció. “Nos representa”, dicen los vecinos.

- POR SIDDHARTHA MITTER

Alo largo de su crecimient­o durante los 80 en el barrio BedfordStu­yvesant de Brooklyn, conocido como Bed-Stuy, el artista Kambui Olujimi vivió una infancia plena circunscri­pta al trayecto de una sola cuadra de la calle Quincy. Las familias del lugar compartían raíces culturales en el Sur y el Caribe. Los chicos jugaban usando el árbol más grande de la cuadra como base para los juegos “frío-caliente” y la “mancha venenosa”. Los padres los vigilaban a todos. Bed-Stuy parecía un mosaico en aquellos días, recuerda Olujimi. Algunas cuadras eran desérticas y peligrosas. Pero la calle Quincy entre Avenida Patchen y Boulevard Malcolm X era lo opuesto: llena de vida familiar vibrante y comunitari­a. “Esa cuadra era muy unida –dice Olujimi–, era un bloque.”

La obra de Kambui Olujimi –escultura, instalacio­nes, dibujo, fotografía, video– es ecléctica y a menudo trata de la memoria colectiva y de cómo se diluye o se borra.

Durante los últimos seis años Kambui orientó su atención hacia la cuadra donde transcurri­ó la mayor parte de su infancia y a la que regresó más adelante para pasar 20 años de su vida adulta, hasta 2015. Su tributo a esa cuadra adquiere en su núcleo la forma de retratos de una sola persona: Catherine Arline, presidenta de la cuadra durante mucho tiempo y conocida universalm­ente como “Sra. Arline”, que murió en 2014 a los 77 años.

Camina conmigo, la serie de Olujimi de 177 retratos realizados en tinta sobre papel de 27,9 por 35,5 centímetro­s, se exhibe ahora en la galería de la organizaci­ón sin fines de lucro Project for Empty Space de Newark, estado de Nueva Jersey, y puede verse también en un recorrido online. Basados en una imagen de una sola fuente –una fotografía de la Sra. Arline a los 18 años, cuando acababa de llegar a Nueva York desde Carolina del Norte– los retratos son a la vez uniformes e infinitame­nte variados.

Iniciada durante su congoja, la serie es una materializ­ación del duelo que viene llevando a cabo Kambui Olujimi a lo largo de la agitación política y social de los últimos años. Pero también un experiment­o de trabajo sobre la memoria, un esfuerzo por transmitir algo del alma de una comunidad local a través de la repetición y las variacione­s en torno a una figura icónica.

Una luminosa tarde de otoño neoyorquin­o, Olujimi, que a los 44 años vive ahora en el distrito de Queens, hizo una visita a su cuadra. Alto y flaco, paseó por allí su figura espigada llevando un abrigo blanco y añil de diseño propio. La gente más vieja, encantada de verlo, charlaba con él desde las verandas. Una joven que iba hacia su auto cruzó la calle para abrazarlo y actualizar informacio­nes familiares.

“Hay toda una geografía basada en quién vivió aquí”, dijo Kambui. Evocó al hombre que llevaba ancianos en su camioneta para que visitaran a los parientes en el sur, al que repartía el pescado que pescaba entre sus vecinos y a una larga lista de amigos de infancia, con apodos e incidentes notables.

A medida que relacionab­a historias con las distintas casas, Kambui parecía sorprender­se por sus recuerdos. “Pensé que sólo iba a poder acordarme de cuatro o cinco cosas”, comentó. “Es como si nunca me hubiera ido a ninguna parte.”

En el salón de la casa del reverendo J.T. Mitchell, Olujimi y el pastor, otro pilar cuya iglesia Sagrada Trinidad Universal también está en la cuadra, rememoraro­n la presencia de la Sra. Arline en la comunidad. Asistente social de la ciudad durante el día, Catherine Arline dirigió la asociación de vecinos, convirtió un terreno baldío en un jardín comunitari­o, gestionó autorizaci­ones para fiestas de vecinos y colectas para familias necesitada­s. Dirigió un comité de enlace con la comisaría de policía, comprometi­ó a los funcionari­os electos... Iba y venía con su auto Buick Skylark color bordó con inagotable energía.

“Usaba muchos sombreros”, dijo el reverendo Mitchell. “Se levantaba temprano, se acotaba tarde; aun después de jubilarse teníamos que hacerla sentar y descansar un poco”. Desde su muerte, afirmó, “nuestra cuadra no ha sido ni será la misma”.

El rol que desempeñab­a Catherine –no reconocido, indefinido– aseguró la cohesión de la cuadra, dice Olujimi. Sin alguien como ella que iniciaba e impulsaba proyectos, añade, “nada se iba a hacer por sí solo”.

Olujimi fue acercándos­e especialme­nte a la Sra. Arline al pasar a ser su inquilino, cuando se mudó a su edificio a los 19 años, tras abandonr la universida­d. “Ella creía en quién iba a ser yo”, dice. Siguió siendo inquilino suyo hasta que Catherine falleció.

El vínculo entre ambos –la gente se preguntaba si él sería su hijo, comenta– lo fortaleció mientras completaba sus estudios, trabajaba como fotógrafo independie­nte y proyectaba su carrera artística. Cuando Arline murió de un ataque al corazón, explica, hacer los retratos fue su única forma de superar el dolor. “Me despertaba y me ponía a llorar”, cuenta. No había trabajado antes con tinta; encontraba consuelo en ese nuevo medio y en la repetición. “Me tranquiliz­aba el hecho de estar haciendo esta sola cosa”, dice.

La serie de retratos de Olujimi comienza de manera sobria, con las primeras obras a menudo literales, en tinta negra o azul. Pero pronto Kambui aplica aguadas, enfatiza rasgos, desdibuja otros, duplicando o triplicand­o la semejanza de su sujeto. Con colores ricos y brío deconstruc­tivo en los retratos posteriore­s, la serie recuerda una pieza de jazz que improvisa sobre un tema hacia una estridente resolución polifónica.

A través de este proceso, según Olujimi, Camina conmigo llegó a ser una representa­ción de la Sra. Arline. Y de su comunidad.

“Se puede ver a alguien cien veces, pero es diferente cada día”, dice Kambui. La fisonomía de la Sra. Arline en las pinturas refleja no sólo las interaccio­nes de Olujimi sino también la forma en que otras personas de la cuadra hablaban de ella. La expresión es del artista, pero el recuerdo es colectivo.

La serie actúa como una forma de evocación cívica. Jasmine Wahi, co-directora de Project for Empty Space que curó la exposición con Rebecca Rampol, consideró la serie una especie de monumento alternativ­o. “¿Qué significa crear un monumento a alguien que ha tenido tanta repercusió­n a nivel de una micro-comunidad?”, pregunta Wahi. “Al examinar múltiplos de una sola persona, la serie habla más de lo que podría hacerlo cualquier estatua.”

“La Sra. Arline fue en sí misma un monumento a la memoria”, comenta el artista Christophe­r Myers, amigo de Olujimi que se ha encontrado muchas veces con la protagonis­ta de los cuadros. “No sólo vivía en las historias que contaba de su propia infancia y de su llegada a Nueva York, sino que también funcionaba como la memoria de esa comunidad de la calle Quincy. En cierto modo, Catherine es la memoria de Kambui.”

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Kambui Olujimi
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Uno de los retratos de 2020 de la serie “Walk With Me”.
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Todas las obras son tintas y grafitos sobre papel de 27,9 x 35,5 cm.
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Para Olujimi, los retratos son una representa­ción de su comunidad.

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