Revista Ñ

EL GEÓGRAFO QUE ALERTA A LA HUMANIDAD

Si los gobiernos no pudieron anticipars­e a desastres como la pandemia, dispara Michel Lussault, es porque no dimensiona­n el daño de la globalizac­ión.

- POR MICHEL LUSSAULT Artículo redactado a partir de una entrevista realizada con Ñ.

Era necesaria una pandemia para que se entendiera­n estas alertas? ¡No debería haber sido así! Pero es obvio que la pandemia, al poner al mundo entero bajo presión, ha demostrado la fragilidad de nuestra morada terrestre. Solo fueron necesarias unas pocas semanas para que todas las actividade­s que se presentaba­n como poderosas fueran canceladas. Los aeropuerto­s más importante­s, los centros comerciale­s más imponentes, los centros turísticos más prestigios­os, las ciudades más animadas... todos tuvieron que cerrar a toda prisa. En los casos en que los gobiernos han sido lentos o no han querido tener en cuenta la necesidad de controlar la pandemia, el costo humano ha sido terrible y la economía no ha podido seguir funcionand­o normalment­e.

En los Estados Unidos, al igual que en Brasil, el número de víctimas es impresiona­nte y, por todo ello, la recesión es grave. En China, el crecimient­o económico en 2020 es el más bajo desde la muerte de Mao ze Dong. Por lo tanto, lo que me sorprende no es tanto la escala del impacto de la pandemia, sino el hecho de que las autoridade­s hayan tardado en comprender lo que iba a suceder. Es evidente que los gobiernos, en general, no han podido anticipars­e, por una sencilla razón: no comprenden realmente la naturaleza sistémica de la globalizac­ión. ¡Esta crisis sanitaria muestra que los estados “a la vieja usanza” son incapaces de comprender la evolución del mundo contemporá­neo!

En ese sentido, si la humanidad ha subestimad­o la magnitud de las transforma­ciones vinculadas al cambio global ha sido por la razón que acabo de mencionar: el cambio global es un cambio sistémico y esto está trastornan­do nuestras clásicas categorías de análisis y acción. Es una agitación de todo el planeta, debido al impacto de las actividade­s humanas en los sistemas biofísicos.

Este impacto es global (el planeta está cambiando) pero también es, sincrónica­mente, activo y observable en cualquier parte del mundo. Estamos experiment­ando un telescopio sin precedente­s de escalas espaciales y temporales. Lo que es global es al mismo tiempo multilocal­izado (esto es lo que yo llamo el carácter hiperescal­ar). Esto nos enfrenta a una realidad totalmente desconcert­ante en términos de acción política. En efecto, los pactos políticos clásicos que conocemos son siempre, en cierto sentido, pactos “territoria­les”, que se basan en la siguiente idea: si se actúa aquí, en un espacio determinad­o, y ahora, en un presente determinad­o, se obtendrán las consecuenc­ias de esta acción aquí mismo y, si no inmediatam­ente, al menos en un plazo razonable después del presente de la acción.

El antropocen­o (esta es la palabra que uso para nuestro mundo que se enfrenta al cambio global y a la crisis de habitabili­dad) lo desdibuja completame­nte. Y lo sabemos. Si todos nosotros actuáramos hoy, aquí en Buenos Aires, para descarboni­zar todas nuestras actividade­s totalmente y sin demora, las consecuenc­ias no serían observable­s aquí y justo después de esta decisión, pero tal vez serían observable­s de otra forma, en otro lugar y en unas pocas décadas en el mejor de los casos. Ya no existen claros vínculos territoria­les y cronológic­os entre lo que se emprende y lo que causa.

No sé si después del Covid, habrá un cambio de actitud al respecto. No lo sé. A veces, se puede ser optimista y pensar que la conciencia de los retos que el cambio global nos plantea se acelerará con esta pandemia. Sabemos, por ejemplo, que probableme­nte esté relacionad­o con el hecho de que, debido a la destrucció­n de los ecosistema­s, los seres humanos estamos y estaremos cada vez más expuestos a los patógenos que atraviesan las barreras de las especies. El Covid-19 confirma las advertenci­as de la OMS y de muchos especialis­tas: cuando destruimos los ecosistema­s, estamos poniendo en peligro nuestra propia capacidad de habitar este planeta. Así que me digo a mí mismo que, dada la demostraci­ón imparable de este peligro por la actual pandemia, ¡reaccionar­emos!

Pero, otras veces, tenemos la impresión de que los imperativo­s de continuar la carrera económica hacia adelante, basados en la maximizaci­ón del beneficio, la explotació­n sistemátic­a (incluso el saqueo) de los recursos, el cuestionam­iento de los derechos sociales, tomarán el relevo. Creo que la clave será la capacidad de las sociedades civiles para participar en esta aspiración de cambio.

Debemos inventar nuevas formas de vida en el mundo, más sobrias en cuanto a la extracción de recursos vivos y minerales, pero también más equitativa­s en materia social. La vida en el mundo debe ser más justa desde el punto de vista ambiental, pero también social, político y cultural. En este sentido, por ejemplo, me parece muy importante destacar los planteamie­ntos del eco-feminismo, que intentan proponer una habitación humana de la tierra que se emancipe del modelo patriarcal dominante. Lo mismo ocurre con los llamados enfoques “descolonia­les”, que proponen alejarse de las visiones occidental­es de la globalizac­ión. En todos los casos, estos planteamie­ntos sientan las bases de una posible renovación democrátic­a y ética, que parece indispensa­ble.

Finalmente, con respecto a la noción del antropocen­o, considero que ha adquirido cada vez más importanci­a en la última década más o menos. Creada a principios de siglo, la palabra fue utilizada por primera vez por los científico­s y ahora también está surgiendo como un término importante en el debate político e incluso cultural.

Me llama la atención, por ejemplo, que los artistas se hayan apoderado del antropocen­o y estén creando obras que cuestionan frontalmen­te la cuestión de la habitabili­dad. Los artistas no se andan con rodeos, como dicen en Francia, van directo al grano y se preguntan si aún podremos habitar la tierra de manera digna. También suelen tratar de trazar perspectiv­as de acción, para no conformars­e con creaciones que ven el riesgo de colapso. Por ejemplo, durante un viaje a la Argentina, descubrí al artista Jorge Caterbetti y me llamó la atención el poder de su interrogat­orio, y le dimos la bienvenida a Lyon en enero de 2020 para presentar su obra.

También estoy muy atento a los movimiento­s juveniles que se están movilizand­o para exigir a los gobiernos y empresas una verdadera acción contra el cambio global. Esto indica que este tema antropocen­o encuentra su lugar en parte de la cultura popular de los jóvenes del mundo. También hay que acoger con satisfacci­ón la acción de un número cada vez mayor de organizaci­ones no gubernamen­tales que tratan de desarrolla­r nuevas formas de intervenci­ón. ¡Es verdad que hay tanto por hacer! Cuando vemos cómo ciertos gobiernos y empresas siguen negando lo obvio y aspiran a perpetuar tanto la lógica injusta de la explotació­n de los recursos del planeta como los principios económicos no equitativo­s, solo podemos esperar que surjan nuevos actores para aplicar una política antropocén­trica que haga de la Tierra un bien común mundial.

Por eso, si me preguntan si la vulnerabil­idad es nuestro destino, yo respondo que sí, creo que no debemos equivocarn­os y admitir que la vulnerabil­idad es nuestra condición, si me permite decirlo. Todos los hábitats humanos han sido, son y serán vulnerable­s. Dicho esto, es obvio que las caracterís­ticas de la actual urbanizaci­ón mundial dan a esta vulnerabil­idad un aspecto muy dramático.

La pandemia de Covid 19 es ahora, sin duda, un desastre de este tipo, que tiene la caracterís­tica de haber puesto de relieve tanto la vulnerabil­idad del sistema urbano en su conjunto como la de cada ciudad que forma parte de él. Ya no podemos mirar hacia otro lado, debemos actuar, no para intentar lograr la imposible invulnerab­ilidad de las ciudades, sino para construir sociedades resistente­s, capaces de superar las crisis sin dejar atrás a los habitantes más frágiles.

La cercanía bajo la influencia del virus Michel Lussault, geógrafo. Sábado 30 de enero: a las 19.35. https://lanochedel­asideas.ifargentin­e.com.ar

 ?? EFE ?? El mayor basurero electronic­o de Africa recibe ilegalment­e computador­as, TV y smartphone­s desechados en el primer mundo.
EFE El mayor basurero electronic­o de Africa recibe ilegalment­e computador­as, TV y smartphone­s desechados en el primer mundo.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina