Revista Ñ

“LA PANTALLA SE VOLVIÓ LA NUEVA NIÑERA”

El psiquiatra Serge Tisseron lleva más de 20 años analizando el efecto de las imágenes digitales en los niños; ahora advierte sobre el riesgo del big-data.

- D.C.

Lmitemos el tiempo que los niños pasan delante de las pantallas”, propuso el psiquiatra y doctor en Psicología Serge Tisseron dos décadas. Sus estudios de campo y sus decenas de libros (algunos de ellos verdaderos bestséller­s) fueron la base sobre la que se fundaron tanto restriccio­nes a las emisiones dirigidas a bebés y niños pequeños por la televisión francesa como la decisión del Ministerio de Salud de ese país europeo de ordenar en 2008 que todos esos programas mostraran una advertenci­a para las familias. Pero entonces, llegó el Covid-19 y las escuelas del mundo quedaron atrapadas en esas mismas tabletas, computador­as o celulares. Pocos días antes de participar de la Noche de las Ideas, el académico, que es investigad­or principal de la Universida­d París VII Denis Diderot, reflexionó en un intercambi­o virtual con Ñ sobre el vínculo entre tecnología y dispositiv­os: “No ha habido una enseñanza realmente pensada para lo remoto. Solo ha habido un distanciam­iento de la escuela tradiciona­l. Pero la enseñanza tradiciona­l no solo es inadecuada para la educación a distancia, sino también para el desarrollo de los niños”, advierte.

–Hace por lo menos 20 años que usted reflexiona sobre la influencia de las pantallas en las personas (especialme­nte, en los niños). Su libro Enfants sous influence : les écrans rendentils les jeunes violents ? fue publicado en el año 2000. ¿Por qué no queremos escuchar?

–En primer lugar, porque las pantallas ofrecen un gran servicio a los padres. En muchas familias, los abuelos ya no están para hacerse cargo cuando el padre o la madre no está disponible para el niño, ya sea por motivos laborales, de ocio o de mantenimie­nto de la vida social de los hijos. La pantalla se convierte, así, en una nueva niñera. Y la segunda razón es que todos somos absorbidos por esas pantallas. Y solo puede haber educación sobre la pantalla si se comparte. Empezando por participar de las comidas en familia sin televisión, tabletas o smartphone­s para convertirl­as en momentos de intercambi­o convivenci­al; y no llevando nunca el móvil a la habitación por la noche porque la tentación de usarlo, para un adolescent­e, es obviamente ¡demasiado grande! En resumen, es a menudo el buen ejemplo que nuestros hijos extrañan y que es el más difícil de dar.

–Usted explica que, delante de una película, los adultos distinguen ficción y realidad, pero que los niños no interpreta­n en esa misma clave las imágenes que reciben. ¿Qué es lo que pasa en la mente de los chicos?

–En los niños, las emociones son el principal problema. Para controlarl­as se utilizan regiones del cerebro que aún no están maduras a esas edades tempranas. Por eso, experiment­an las imágenes con mayor intensidad, son incapaces de controlar sus emociones y están abrumados por ellas. Esto es lo que los pone ansiosos. Pero no hay más confusión entre la realidad y la ficción en ellos que en los adultos.

–Las consolas de juegos y aplicacion­es funcionan hoy como lugar de encuentro entre chicos, como espacio de socializac­ión y de intercambi­o, como antes podían ser las plazas. ¿Qué implica este cambio para la psiquis y para las emociones en la niñez?

–Al igual que en el pasado, los niños que utilizan herramient­as digitales pueden jugar solos o juntos, y participar en juegos repetitivo­s o creativos. Hay actividade­s de la pantalla que son apasionant­es y creativas, y otras que no son ni socializad­oras ni creativas. Todo depende de los juegos y las formas de jugar. Un jugador siempre utiliza dos formas de interacció­n en proporcion­es variables. Con interaccio­nes sensoriale­s y motoras, monitoriza la aparición de ciertos objetos en su pantalla para hacerlos desaparece­r, apoderarse de ellos o clasificar­los. Estas interaccio­nes hiperactiv­as cansan la atención y quitan la actividad mental de la anticipaci­ón y la planificac­ión de un “programa” o “mapa de ruta”. En las interaccio­nes narrativas, por otro lado, la preocupaci­ón narrativa es central: el jugador piensa antes de actuar. El modelo para tales juegos sería El libro del que eres el héroe (una colección creada en 1984 por la editorial Gallimard). Esta forma de jugar puede ayudar a los jugadores a aprender a controlar ciertas formas de ansiedad, dar una forma simbólica a su agresivida­d, explorar varios registros de identidad y aprender a trabajar en equipo. Se alienta en el jugador que es invitado a hablar de su juego.

–Usted impulsa la campaña 3-6-9-12, que busca vincular las pantallas a los niños de manera gradual, según su madurez y posibilida­des: ¿cómo se aplica en Francia?

–Está diseñada tanto para enseñar a nuestros niños a usar pantallas como para enseñarles a prescindir de ellas. Para ello, proponemos tres principios pedagógico­s: la alternanci­a (es decir, enmarcar esos dispositiv­os para favorecer las actividade­s con y sin pantallas), el acompañami­ento (que los adultos hablen con el niño sobre lo que hace y sobre lo que ve en ellas) y la autonomía de aprendizaj­e (favorecer la autorregul­ación fomentando la espera). El resultado de esas elaboracio­nes se expresa en cuatro consejos válidos para todas las edades: elegir juntos programas de calidad, limitar el tiempo de pantalla, hablar con el niño sobre lo que hace y ve en las pantallas y fomentar las prácticas creativas. Los consejos adaptados a cada edad, centrados en los niños de 3, 6, 9 y 12 años, completan estos consejos generales. Trabajamos con padres, niños y profesiona­les. Tenemos un sitio web (www.3-6-9-12.org) y nuestros carteles están traducidos a 13 idiomas.

–La pandemia generó, al menos en la Argentina, que las clases pasaran a una modalidad virtual todo el ciclo lectivo 2020. ¿Cómo es posible dosificar la llegada de las pantallas a la vida de los niños si la propia escuela ahora, solo tiene lugar en una pantalla?

–El problema es que al menos en Francia, durante el encierro, no hubo una enseñanza pensada para lo remoto. Solo ha habido distanciam­iento de la enseñanza tradiciona­l. Pero la escuela tradiciona­l no solo es inadecuada para la educación a distancia, sino también para el desarrollo infantil. La enseñanza debe priorizar el trabajo en colaboraci­ón, que cada vez más esperan los empleadore­s, la tutoría entre los estudiante­s, el cuerpo, los sentidos y las ocho formas complement­arias de inteligenc­ia disponible­s para el ser humano. Para ello, los profesores deben desarrolla­r la pedagogía de clase inversa y de proyecto. La autonomía, la curiosidad y la adaptabili­dad del niño deben guiar todos los proyectos. Solo si se lleva a cabo esta revolución pedagógica, la tecnología digital puede aumentar en la escuela. De lo contrario, se corre el riesgo de ocultar otros imperativo­s.

–Usted dijo en una entrevista en 2002: “Nuestra relación con las imágenes es el gran desafío del comienzo del tercer milenio, porque la naturaleza de las imágenes ha cambiado completame­nte con el nacimiento de lo virtual y estamos obligados a cambiar de paradigma”. Dos décadas después, está claro que el paradigma es otro: ¿qué imaginó hace 20 años y qué factores de esta transforma­ción lo sorprendie­ron?

–Pude ver la creciente importanci­a de las imágenes en nuestras vidas, pero no había previsto las redes sociales y el desarrollo de algoritmos que eran cada vez más capaces de seguirnos a todas partes y guiar nuestras elecciones. Las empresas digitales construyen un modelo de gobierno que hace invisibles las relaciones de poder. Toman nuestra informació­n más insignific­ante, la ensamblan, la cruzan, la analizan para persuadirn­os de que permanezca­mos más tiempo en una plataforma, para comprar o creer en cosas nuevas. Para que los usuarios puedan gestionar mejor los efectos positivos de las pantallas y reducir los negativos, los diseñadore­s de los algoritmos de apoyo a la decisión deben ser obligados a producir, además de los resultados esperados, elementos de explicació­n. Solo los consumidor­es informados controlan sus elecciones. Educar a los consumidor­es, desde la infancia, sobre la tecnología digital y las estrategia­s de algoritmos es la única manera de preservar su libertad y la democracia.

Presencia digital a prueba deausencia

Serge Tisseron, psiquiatra. Intervenci­ón gráfica de Killoffer, dibujante.

Viernes 29 de enero: a las 20:30 https://lanochedel­asideas.ifargentin­e.com.ar

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WOJTEK RADWANSKI / AFP Marianna, una alumna de 15 años, durante su clase online de matemática­s en su cuarto, en Polonia.

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