Poética mirada de un momento histórico
Diario de la incertidumbre. En las 16 fotos de su libro, en las que apenas aparece la figura humana, Matilde Marín relee el mundo a la luz de 2020.
Una breve e intensa publicación condensadora de tiempos, lugares, pensamientos, imágenes, sensaciones y palabras. Eso es el libro Tiempo suspendido, recientemente publicado por la artista Matilde Marín (Buenos Aires, 1948). La obra, atravesada por la coyuntura actual mundial, surgió como parte de un proyecto internacional debido a la pandemia del Covid-19 y luego de que la artista viera cancelada una residencia en el Instituto de Estudios Avanzados de Nantes, adonde tenía previsto viajar en abril.
Su producción artística siempre ha tomado posición frente a la actualidad del mundo. Este libro es un nuevo eslabón en su extensa y reconocida trayectoria, que mira al pasado, al presente y al futuro. En el texto introductorio, Marín formula preguntas (“¿Cómo ser y estar en el mundo?”), expresa deseos (“El arte debiera regresar a sus orígenes vitales de deseo y pasión por la creación”), propone avances (“Pienso que quizás es momento de ciertas utopías que alimenten una transformación profunda en el planeta”).
Sumergida en su archivo fotográfico de viajes realizados en las últimas dos décadas, la artista seleccionó 16 imágenes en blanco y negro tomadas en ciudades como Frankfurt, Bogotá, Lisboa, Venecia, Tokio, Montevideo, entre otras. Capturadas en diversos contextos, las escenas hablan de soledad, civilización, naturaleza, incertidumbre de una manera premonitoria del estado actual del mundo. Y, por lo tanto, el presente parece volver a actualizar su significación sin esfuerzos.
Cada imagen está acompañada por versos de tres libros de la escritora y curadora Adriana Almada, escritos también antes de la pandemia. ¿Qué nos dice esta reunión poética de imágenes y palabras? En la mayor parte de las fotografías no hay presencia humana –excepto la de la mirada que capta el instante–. Una sala de reuniones vacía, la vista de la copa de un árbol recortada sobre un horizonte brumoso, el ingreso por una puerta en un muro de ladrillos a una ciudadela antigua, una larga línea de reposeras y sombrillas cerradas frente al mar. Y, cuando aparece, se acentúa su aislamiento: una mujer subiendo una inmensa escalera mecánica; una vendedora sentada detrás de un carrito convertido en kiosco; una silueta borrosa de medio cuerpo asomada a la ventana de un interior. Surge en cada caso cierto extrañamiento también logrado por las diversas perspectivas y encuadres fotográficos.
En tanto, se suceden los versos de Almada. “El tiempo / se disfraza de ayer y de hoy”, “Horas vacuas, / vacuas de vacuidad perfecta / el universo / no se anima a respirar”, “Atascada en una baldosa / deambulo sobre esta superficie exigua” / “Todo es provisorio / irrevocablemente provisorio”, “No hay palabras para este ocaso / de lenguas sombrías que lamen la tierra”. Podemos ver las fotos y leer los versos por separado, ya que no comparten la misma página, como también interrelacionar ambos universos en una tercera dimensión que abre aún más posibilidades. Porque si algo nos ofrece esta obra de Marín es apertura y libertad, tesoros escasos en este y en otros tantos momentos históricos.
La tapa del volumen, que fue diseñado por Manuela López Anaya, alterna un naranja vibrante con una imagen en blanco y negro de una pequeña taza de café recién servido –con espuma aún flotando– con su platito y cuchara atravesando el asa. Un instante encontrado por la mirada atenta de Marín en Hanoi, en 2015, el mismo día en que compró por primera vez un barbijo a una vendedora ambulante.
“¿Cuánto tiempo durará este interregno? ¿Quién lo sabe?”, se pregunta la artista, que resiste con reflexión y belleza aún en la adversidad.