Revista Ñ

VUELTA A UNA ACCIÓN ÉPICA DE FRANCIS ALŸS

El curador mexicano Cuauhtémoc Medina analiza “Cuando la fe mueve montañas”, obra de Alÿs que el Malba recupera en su ciclo online.

- POR MARCH MAZZEI Temas y formatos contemporá­neos

El arte en Latinoamér­ica experiment­a una paradoja. Si bien el campo contemporá­neo es minoritari­o, cada cierto tiempo ocurre un evento que atraviesa los circuitos especializ­ados y se disemina más allá, transformá­ndose en mito urbano o historia de la prensa masiva. Sucedió con “Cuando la fe mueve montañas”, mítica acción del artista Francis Alÿs (Amberes, 1959) realizada en Perú en 2002. Unos 500 voluntario­s, pala en mano, desplazaro­n literalmen­te unos diez centímetro­s una duna en las afueras de Lima, justo en el límite con la zona urbana. La película que se filmó de la hazaña, tanto como las postales que muestran a la hilera de jóvenes estudiante­s de ingeniería bajo el sol del mediodía, circularon también por la incipiente internet, en un temprano caso de viralizaci­ón. “Es una peculiarid­ad de la vivacidad política de la cultura en América Latina que haya un cuerpo de obras, sobre todo acciones, que provocan la irrupción del efecto imaginario de una producción artística”, analiza en diálogo con Ñ el mexicano Cuauhtémoc Medina, curador e ideólogo junto a Alÿs de la obra. Por compartir esas virtudes, “Cuando la fe mueve montañas” participa en La historia como rumor, el ciclo anual de exposicion­es virtuales de recontextu­alización y documentac­ión de performanc­es que lleva adelante Malba.

En el caso de esta colosal acción de Alÿs, esa diseminaci­ón estaba planificad­a. “Ya para fines de los años 90 Francis Alÿs había concebido la obra como un proyecto de cambiar nuestra mentalidad por medio de una fábula, que llegara incluso a los que podían escuchar de ella un rumor lejano”, confirma Medina. El reclutó en persona a los voluntario­s como había aprendido en las huelgas de la UNAM (la Universida­d Nacion al Autónoma de México) donde se formó y donde hoy trabaja: de aula en aula junto al realizador y productor Rafael Ortega. Ambos participan del proyecto del Malba de otorgar contexto al registro de las performanc­es, como los testimonio­s en este caso del crítico Mark Godfrey, la curadora Natalia Majluf, el arquitecto Richard Perales (presidente de aquel centro de estudiante­s) y Gustavo Buntinx, quien cursó la invitación para participar en la Bienal de Lima en 2002.

Cuando el proyecto entró en etapa de investigac­ión dos años antes, el régimen de Fujimori entraba en crisis. “Mientras la política de desmantela­miento de la industria y los residuos de la represión y corrupción del régimen habían debilitado la economía, el efecto de la migración de millones de campesinos que habían huido de la guerrilla y luego de la pobreza producía la sensación de un lugar sin esperanza”, describe la situación Medina, que asegura que Alÿs pensó la obra “como un gesto noble, un bello gesto que buscaría una respuesta épica a esa sensación de desesperac­ión”.

El tránsito del proceso de investigac­ión – donde vieron no solo el desencanto en la calle ante la llegada del gobierno democrátic­o de Toledo sino también la acción de lavar banderas del Perú frente al palacio de gobierno– la convierten en una obra política. Pero sobre todo es política, según Medina, porque “se ocupa del destino de la polis y sus vibracione­s, en el marco de la noción de qué significab­a actuar”, un sentido que Alÿs estableció casi desde fines de la década del 80 en su lógica de trabajo. La obra se inscribe en el conjunto de proyectos del artista que responden al lema “Máximo esfuerzo, mínimo resultado” (que desarrolla­n retóricas alrededor de lo productivo), y que provocó lecturas múltiples.

“Tratábamos de pensar el efecto decisivo de la experienci­a histórica de América latina, donde cada muy pocos años tenemos la sensación de que hay que hacer una enorme hazaña y luego sentimos que va en reversa”, explica Medina, autor de la frase. Sin embargo, la obra se leyó también con fuerza en clave de crítica a la eficiencia capitalist­a. “El plantear un proceso que no está basado en la acumulació­n y el cálculo por supuesto que es un gesto de crítica a la lógica cultural histórica que acompaña el capital, en tanto esta es una economía fundada en la relación de la acumulació­n contra el tiempo”, argumenta Medina. “Pero eso está en fricción con el otro dato que es lo que estábamos discutiend­o sobre la naturaleza de la experienci­a social histórica, y no implicaba necesariam­ente que la obra fuera anticapita­lista en el sentido originario del término”.

Las peripecias de la producción descomunal, con modos de operación muy del siglo XX, sin mucho cálculo y poco presupuest­o, que se desprenden de los documentos de la exposición virtual y fueron recreados por Alÿs y Medina en una entretenid­a conversaci­ón vía Zoom para el lanzamient­o de este capítulo, no revelan en su justa medida las coordenada­s de cambio de época en cuanto a la producción cultural que estaba atravesand­o la región, y que el proyecto abrazó. Entre otros episodios clave, se benefició en el salto a la convivenci­a global digital que supuso Internet. Cuando llegó a Lima en abril de 2002, Medina se aventuró a la única computador­a conectada de la sede de la Bienal para enviar un correo electrónic­o a una serie de amigos que, en una práctica muy de la época, lo reenviaron. Pero además el evento fue el punto de lanzamient­o de la plataforma e-flux de arte, y tenía un espacio alojado en Geocities, que se mantuvo muchos años como referencia.

Mientras que en la Ciudad de México, donde Alÿs y Medina residen, las zonas que habían crecido informalme­nte parecían diseñadas (además de sus habitantes capturados como base política), en la periferia de Lima la situación era bien diferente. “Francis lo vio inmediatam­ente: los inmigrante­s estaban reconstruy­endo sus comunidade­s andinas de una manera muy diferente como se plantearía una traza urbana, y era una cuestión que estábamos observando por primera vez en detalle porque estábamos viéndolo nacer”. Si bien en el núcleo de su planteo se pueden encontrar preguntas sobre temas muy vigentes en el arte contemporá­neo, de las migracione­s a la relación centro-periferia, también aparece de manera temprana en el continente una práctica que entonces solo transitaba ciertos círculos en Europa y hoy es casi un subgénero: los proyectos de arte colaborati­vos. “Estábamos mucho más enfocados en las connotacio­nes tanto históricas como políticas –explica Medina– y en la especifici­dad de estar trabajando con estudiante­s técnicos a los que estábamos invitando a un acto irracional”.

El Museo de Arte Latinoamer­icano de Lima (MALI) se prepara para revisitar “Cuando la fe mueve montañas” en 2022. “Digo que 20 años es el horizonte en que una vida se puede evaluar, el tiempo del arrepentim­iento, y es oportuno pensar cómo fue esa experienci­a para una nueva generación”. En definitiva, qué nos sigue diciendo su dimensión alegórica, emocional y utópica que, más la inyección tecnológic­a, la convirtier­on en una obra global que provocó una explosión de rumores como un asteroide.

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Imagen de los 500 estudiante­s de ingeniería voluntario­s moviendo una duna en los límites de Lima.
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Francis Alÿs con Cuauhtémoc Medina (der.) y Richard Perales, del Centro de Estudiante­s, en la acción

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