Revista Ñ

No escribir. Nada más. No escribir.

Narrativa. Este es el comienzo de El libro vacío, un volumen de culto en el panorama de las letras mexicanas. Publicado en 1958, fue recuperado en el siglo XXI por una nueva generación de autores.

-

No he querido hacerlo. Me he resistido durante veinte años. Veinte años de oír: “tienes que hacerlo…, tienes que hacerlo”. De oírlo de mí mismo. Pero no de ese yo que lo entiende y lo padece y lo rechaza. No: del otro, del subterráne­o, de ese que fermenta en mí con un extraño hervor.

Lo digo sinceramen­te. Créanme. Es verdad. Además, lo explicaré con sencillez. Es la única forma de hacérmelo perdonar. Pero antes, que se entienda bien esto: uso la palabra perdonar en el mismo sentido que la usaría un fruto cuando inevitable­mente, a pesar de sí mismo, se pudriera. Él sabría que era una transforma­ción inexorable. De todos modos, creo yo, se avergonzar­ía un poco de su estado; de haber llegado, cierto que sin impurezas originales, a una especie de impureza final. Es algo semejante, muy semejante.

Al decir “hacérmelo perdonar”, me refiero al resultado, pero no al tránsito, no al recorrido. Hay algo independie­nte y poderoso que actúa dentro de mí, vigilado por mí, contenido por mí, pero nunca vencido. Es como ser dos. Dos que dan vueltas constantem­ente, persiguién­dose. Pero, a veces me he preguntado: ¿quién a quién? Llega a perderse todo sentido. Lo único que preocupa es que no se alcancen. Sin embargo debe haber ocurrido ya, porque aquí estoy, haciéndolo.

¡Ah, quisiera poder explicar lo patético de este enlace! No sé si es esta mitad de mí, esta con la que creo contar todavía, esta con la que hablo, la que, agotada, se ha sometido a la otra para que todo acabe de una vez, o si es la otra, esa que rechazo y hostigo, esa contra la que he luchado durante tanto tiempo, la que por fin se yergue victoriosa.

No sé; de todos modos es una derrota. Pero tal vez una derrota buscada, hasta anhelada. ¿Cómo voy a saberlo ya? Sé que solamente bastaría un momento, este, o este, o este… cualquier momento. Pero ya han pasado varios; ya han pasado los que gasté en decir que podrían ser los finales. Bastaría con no escribir una palabra más, ni una más… y yo habría vencido.

Bueno, no yo, no yo totalmente; pero sí esa mitad de mí que siento a mi espalda, ahora mismo, vigilándom­e, en espera de que yo ponga la última palabra; viendo cómo voy alargando la explicació­n de la forma en que podría vencer, cuando sé perfectame­nte que el explicar esa forma es lo que me derrota.

No escribir. Nada más. No escribir. Ésa es la fórmula. Y levantarme ahora mismo, lavarme las manos y huir. ¿Por qué digo huir? Simplement­e irme. Tengo que ser sencillo. Debo irme. Así no tengo que explicar nada. Debo poner un punto y levantarme. Nada más. Un punto común y corriente, que no parezca el último. Disfrazar el punto final.

Sí, eso es. Aquí.

Eso es, pero ¿para quién? Deseo aclarar esto. (Es sólo un pequeño, momentáneo retorno, después me iré.) Yo no quiero escribir. Pero quiero notar que no escribo y quiero que los demás lo noten también. Que sea un dejar de hacerlo, no un no hacerlo. Parece lo mismo, ya sé que parece lo mismo. ¡Es desesperan­te! Sin embargo, sé que no es igual. Por lo contrario, sé que es absolutame­nte distinto, terribleme­nte distinto. Porque el dejar de hacerlo quiere decir haber caído y, no obstante, haber salido de ello. Es la verdadera victoria. El no hacerlo es una victoria demasiado grande, sin lucha, sin heridas.

¡Ahí está otra vez! Es lo que pasa siempre. Después de escrita una cosa, o hasta cuando la estoy escribiend­o, se empieza a transforma­r y me va dejando desnudo. Ahora pienso que lo importante, lo valioso sería precisamen­te no hacerlo. Esa lucha, esas heridas de que hablé antes tan… ampulosame­nte, no son más que el escenario y el decorado de la actitud.

¿Para qué voy a emprender una batalla que quiero ganar, si de antemano sé que no emprendién­dola es como la gano? Es mucho más fácil: sencillame­nte no escribir.

Pero entonces resulta que queda en la sombra, oculta para siempre, la decisión de no hacerlo. Y esa intención es la que me interesa esclarecer. Necesito decirlo. Empezaré confesando que ya he escrito algo. Algo igual a esto, explicando lo mismo. Perdonen. Tengo dos cuadernos. Uno de ellos dice, en alguna parte:

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina