En la cocina informativa
Según un informe de la Defensoría del Público de Servicios de Comunicación Audiovisual, las noticias policiales y referidas a la inseguridad ocuparon durante 2017 el 40% del tiempo de emisión de los noticieros televisivos de la Ciudad de Buenos Aires. El registro, en El delito y sus públicos, viene a cuento de una tendencia que examina Brenda Focás: el crecimiento cuantitativo de la información sobre el delito a partir del secuestro y asesinato de Axel Blumberg (2004) y, de manera correlativa, la transformación de las formas de narrar el crimen.
Focás describe esa transición en el discurso televisivo como el paso “de la noticia policial a la noticia de inseguridad” y lo analiza en base a entrevistas con periodistas de señales y programas del prime time. Al mismo tiempo, sigue las transformaciones en las rutinas de trabajo y las incidencias de la edición digital, en el concepto de “noticia en desarrollo” –que desplaza a la idea clásica de primicia, un tipo de producción que no estaba sujeto a la circulación inmediata– y en la utilización de contenidos de las redes sociales y de las cámaras de seguridad.
La centralidad de la víctima y de sus familiares como fuente de información –una víctima de clase media o alta– es característica de la nueva narrativa y de una dramatización del crimen que desdibuja los límites del noticiero con el reality, la serie de ficción y el show de la tarde. En el mismo movimiento, el periodista de policiales no se limita a un segmento sino que recorre la programación; a diferencia del panelista capaz de opinar sobre cuestiones diversas de actualidad, preserva sin embargo lo específico de su tema y en función de esa competencia aparece como una figura autorizada para aconsejar a la audiencia. “La escenificación del policial es el signo de los tiempos que corren”, dice Focás, en referencia a la utilización de maquetas y de actores en reconstrucciones donde la pretensión de rigor informativo y la búsqueda de impacto son a veces indiscernibles.
El relato de la víctima en primera persona y la utilización de imágenes de cámaras de seguridad parecen indiscutibles como factores de veracidad. Sin embargo, Focás señala los riesgos de utilizar esos registros de manera aislada y de apelar exclusivamente a las emociones de los espectadores. Contra lo que puede parecer, dice, la búsqueda de impacto y la construcción sensacionalista no muestran historias supuestamente desconocidas sino que más bien ocultan sus puntos de articulación, al desprender a los hechos de sus contextos y de su continuidad en el tiempo, lo que lleva “a la fragmentación y al desorden semántico y temático en la recepción”.
Entre la cobertura del “caso” –el suceso disruptivo de la cotidianeidad– y el seguimiento de la “ola” –la presunta continuidad de un delito–, la noticia policial configura a la inseguridad como un fenómeno omnipresente e imprevisible que el Estado debería solucionar de manera urgente. Una paradoja que pasa desapercibida como tal y suele resolverse con la apelación irreflexiva al discurso punitivista.