Revista Ñ

EN EL RECOLETA: UN CAMINO SINUOSO

Tras 9 meses cerrada, se puede volver a recorrer en el Recoleta una gran muestra que pone en diálogo obras de Wells, Hasper, Sobrino, Schiavi, Zech y otros geométrico­s contemporá­neos.

- POR EDUARDO VILLAR

La incertidum­bre fue –se sabe– un constante de 2020, también en el arte. Un signo del terreno movedizo que debieron transitar artistas, curadores, museos, galeristas, fue la cantidad de exhibicion­es que inauguraro­n en los primeros días de marzo y cerraron sine die apenas días después. Desde hace semanas es posible recorrer en el Centro Cultural Recoleta una de tantas que corrieron esa suerte. Curada por Laura Spivak y Julián Manzelli, El camino de las formas se inauguró el 5 de marzo y cerró una semana más tarde debido a las restriccio­nes que impuso la pandemia. Las esculturas, instalacio­nes, pinturas, serigrafía­s de Luis Wells, Andrés Sobrino, Carola Zech, Cristina Schiavi, Graciela Hasper, Jimena Fuertes, Elian Chali y Cotelito quedaron allí, montadas para nadie, en la soledad de las salas 3, 4 y 5 del Recoleta, a la espera de una eventual reapertura. Por la calidad de las obras expuestas y por el esfuerzo que significó reunirlas en este diálogo de artistas contemporá­neos –de diferentes generacion­es y grados de consagraci­ón– que siguen transforma­ndo con su trabajo la enorme tradición de la abstracció­n geométrica en nuestro país, es digno de celebració­n que finalmente la muestra continúe abierta.

La particular arquitectu­ra del Recoleta y la continuida­d de estas tres salas que dan una gran vuelta en U parecen inmejorabl­es para el recorrido de esta exposición que los curadores Spivak y Manzelli describen como “un posible recorrido o evolución del pensamient­o abstracto en tres etapas: orden, caos y reconstruc­ción”. La muestra se inicia con obras de Andrés Sobrino (San Miguel de Tucumán, 1967), un conunto de pinturas de diversos formatos, colores y tamaños. Se trata de trabajos sin título –esmalte sintético sobre MDF y materiales varios– que Sobrino ya había mostrado en otras oportunida­des, en esta ocasión montados de manera tal que los vuelve una gran instalació­n compuesta por formas geométrica­s simples de diferentes dimensione­s. El espesor de las tablas sobre las que pinta y el brillo y materialid­ad del esmalte sintético que utiliza convierten a las obras de Sobrino en algo que está entre la pintura y el objeto: triángulos, círculos, cuadrados, rombos, hexágonos, rectas, diagonales –de un lado colgados en la pared, del otro, apoyados en el piso a veces cubriéndos­e parcialmen­te unos a otros– rodean al espectador casi como en una experienci­a inmersiva.

De la nada, dicen los curadores, “aparecen las primeras figuras. Se ordenan, se clasifican, se estudian y a partir de ellas se construye el mundo. Pero la naturaleza del orden es efímera e inestable y da lugar al caos, fuente aleatoria de creación. (...) Finalmente nos enfrentamo­s a la reconstruc­ción, donde la abstracció­n se eleva al nivel simbólico y lúdico bajo el manto de la subjetivid­ad”. El párrafo parece aludir al recorrido que propone la muestra, que se inicia en esas formas geométrica­s casi ideales de Sobrino, se complejiza en la misma sala con las dos grandes pinturas de Gachi Hasper y la gran instalació­n de Jimena Fuertes que le siguen, se convierte en algo lindante con el caos en la siguiente sala ocupada por la enorme escultura de Carola Zech bajo el techo donde Elian Chali pintó un fresco, y desemboca en la Sala 5, donde las obras de Cristina Schiavi, Luis Wells y Cotelito proponen, sin abandonar la geometría, una aproximaci­ón que se vincula con el juego y la subjetivid­ad.

Realizadas en 2001 y pertenecie­ntes a la Colección del MACBA, las dos pinturas de Hasper (Buenos Aires, 1966) son ejemplos de su trabajo con el color. En una de ellas se repiten cuadrados y rectángulo­s como dibujados con el pincel con acrílico de 7 u 8 colores, levemente rotados, que se entrelazan sobre el fondo blanco de la tela en una trama aparenteme­nte simple donde sin embargo el ojo puede encontrar infinita complejida­d. En la otra, el cruce de colores se da en una vibrante trama de líneas que juega con el plano de manera tal que parece componer una grilla con volumen.

En el fondo de la sala, de modo que el espectador la tiene en su campo visual desde que ingresa y se va acercado a ella, la instalació­n “Todo lo que no se ve existe”, de Jimena Fuertes (Buenos Aires, 1972), es casi un manifiesto de la artista. Se trata de “la manera que tenemos de invisibili­zar lo que no queremos reconocer como diferente. Nos mimetizamo­s, nos reconocemo­s entre lo conocido. Pero somos sangre que fluye, río inevitable que no puede contenerse. La diferencia se hace visible, se transforma el paisaje, que pide ser otro”, ha dicho Fuertes de esta obra, que muchos recordarán haber visto en el espacio del Banco Ciudad en arteBA 2019.

La Sala 4 está completame­nte ocupada por la instalació­n escultóric­a “Como el viento II”, de acero plegado y policromad­o con pintura para autos e imanes, en la que Carola Zech trabajó todo el verano de 2020. Dice Zech: “La idea/metáfora del viento aparece manifestad­a en el procedimie­nto a partir del cual se ordenaron las piezas, ya que con la ayuda de un secador de pelo los volúmenes de madera balsa a escala que habitualme­nte utilizo en mi trabajo, encontraro­n una disposició­n dentro de una caja vacía de zapatos. Cayeron a causa de la gravedad, pero las trayectori­as y coincidenc­ias que realizan entre sí son independie­ntes y azarosas. Replicando estas ubicacione­s, dispuse los volúmenes metálicos luego en la sala 4 del Recoleta”. La metáfora del viento, explica la artista, hace referencia al azar como factor presente y determinan­te en la vida de las personas y sus vínculos; los encuentros accidental­es, las situacione­s imprevista­s serían manifestac­iones de esta realidad. “Nube/ Tajo/ Domicilo/ Peso”, la pintura de Elian Chali (Córdoba, 1988) sobre el techo abovedado de la sala, parece casi una ambientaci­ón de la obra de Zech.

El recorrido continúa en la última sala con dos obras de Cristina Schiavi (Buenos Aires, 1954) que funcionan de algún modo como una sola. Son “Living” (2008) y “Selección de animacione­s en flash” (2005/ 2008/ 2011). La primera está hecha de cuerpos muy simples, como muebles de un living. La segunda, cuyo soporte en un monitor, podría verse como un televisor en ese living, igual que el retrato de una mujer –del todo figurativo y ajeno a la geometría– , que funciona como un cuadro del ambiente.

Lo que sigue podría ser una muestra en sí misma: una decena de piezas de la extraordin­aria serie Toys de Luis Wells, pertenecie­ntes a la Colección Maman Fine Art. Wells inicó sus Toys en 1964, cuando buscaba una mayor participac­ión del espectador, que puede armar su versión de cada pieza más o menos a su gusto. Imperdible­s.

El camino de las formas cierra con obras de Cotelito (1983), artista que incorpora la estética del animé a la geometría. Más que cierre, una apertura.

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El camino de las formas en el CC Recoleta
 ??  ?? “Como el viento II”, de C.Zech, y “Nube/Tajo/Domicilo/Peso”, de Elian Chali.
“Como el viento II”, de C.Zech, y “Nube/Tajo/Domicilo/Peso”, de Elian Chali.
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Parte de la instalació­n sin título de Andrés Sobrino que abre la muestra.
 ??  ?? “Toy 3 piezas”, “Toy Rayitas”, “Toy” y “Toy (Escalera Azul)”, de Luis Wells.
“Toy 3 piezas”, “Toy Rayitas”, “Toy” y “Toy (Escalera Azul)”, de Luis Wells.

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