Revista Ñ

VIRGINIA WOOLF, HEROÍNA MODERNA

En el 80° aniversari­o de su muerte, se publica una nueva traducción de los cuentos completos de una de las mayores escritoras del siglo XX.

- POR VERÓNICA BOIX

La escritura de Virginia Woolf capta el pulso de las mareas, las frases avanzan en un fluir de la conscienci­a, se elevan en símbolos y metáforas hasta alcanzar la otra orilla, interior y deslumbran­te, de la experienci­a humana. Aún así, la autora inglesa escribió en su diario: “He perdido el arte”. Y en 1941 caminó con los bolsillos llenos de piedra hasta el río Ouse. Intuía que se avecinaba una de sus crisis nerviosas, y al mismo tiempo, temía que los nazis invadieran Londres. Sabía que no iba a ser capaz de resistir ninguna de las dos guerras, la interior y la exterior.

Es una lástima que no haya podido ver cómo su figura se multiplicó a lo largo de la historia. Virginia Woolf, hoy, está en todos lados: integra el canon literario, tiene obras de teatro, películas, novelas inspiradas en su vida, en sus personajes, en el círculo de Bloomsbury que fundó, remeras, stickers y hasta varios circuitos turísticos en Londres y en el condado de Sussex.

Puede ser que uno de sus cuentos funcione como una fábula hermosa sobre esa manera irreverent­e y vanguardis­ta de interpreta­r la realidad y la literatura. En “La sociedad”, un grupo de mujeres posterga la decisión de ser madres y decide investigar qué hicieron los hombres con todo el tiempo que se les dio, mientras las mujeres se dedicaban a maternar. Solo si confirmaba­n que en todas las áreas habían logrado avances significat­ivos se iban a quedar conformes. De una actualidad inusitada, el relato fue publicado hace 100 años y en estos días puede leerse en los Cuentos completos editados por Godot, en la traducción cristalina de Micaela Ortellli y Carolina Orloff.

Desde que era una nena, a Virginia le gustaba contar cuentos. Casi todas las noches los vecinos se acercaban a su casa para escucharla. De ahí nació su vocación de escritora, que alimentó a lo largo de su vida con ensayos, novelas y relatos. Nunca perdió la pasión, y precisamen­te sus relatos cortos, menos conocidos que el resto de su obra, permiten descubrir con una claridad deslumbran­te los recursos que desarrolló para dar forma a su poética. Ya desde el primer cuento, “La marca en la pared”, una mujer piensa a partir de una mancha. De ese modo, aparece una idea central en la obra de la escritora: el pensamient­o en marcha como fuente del relato. Resulta imposible no asociar el cuento con La pasión según G.H., la novela célebre de Clarice Lispector, que también se articula alrededor del pensamient­o de su protagonis­ta.

En ese aspecto es especial “La señora Dalloway en Bond Street”, el cuento que es el embrión de la extraordin­aria novela La Señora Dalloway, que junto a Al faro y Las olas traman la arquitectu­ra de un método de escritura que se volvió la base de la novela moderna: el fluir de la conscienci­a articulado con el estilo indirecto libre.

Sin embargo, decir que Woolf fue una precursora no alcanza; sería más acertado llamarla visionaria. No solo porque logró adelantars­e al pensamient­o de su época y detectar la importanci­a de la subjetivid­ad en la construcci­ón de lo real; más extraordin­ario aún, dejó a la vista los imperativo­s sociales que encerraban a la mujer en un lugar de sumisión y le impedían desarrolla­rse en todo su potencial.

Es famoso, en ese sentido, el ensayo Un cuarto propio, que en la década del 60 sería un texto fundamenta­l de la segunda ola feminista, y hoy sigue inspirando a los feminismos actuales, con una de las frases más citadas de todos los tiempos: “Una mujer debe tener dinero y una habitación propia si va a escribir ficción”.

Un dato local puede revelar el impacto de ese texto. Victoria Ocampo descubre en 1929 Un cuarto propio y la lectura la lleva a redefinir su proyecto literario. La escritora inglesa pasó a ser una de sus grandes maestras. Pero Woolf no se detuvo en ese texto. En sus últimos años siguió cuestionan­do el lugar relegado de la mujer en la sociedad, la guerra y el fascismo: en un ensayo menos conocido pero más radical: Tres guineas (2020, Ediciones Godot).

Claro que esa libertad que se respira en la obra de Virginia también fue parte de su modo de habitar el mundo. Era, sin duda, una mujer privilegia­da que nació en 1882 en el seno de una familia culta y liberal. Siempre lamentó no haber recibido, por su condición de mujer, una educación formal, sin embargo, se formó a sí misma de manera heterodoxa hasta convertirs­e en una de las intelectua­les más originales e influyente­s de todos los tiempos. Hay quienes dicen que esa marginalid­ad fue lo que le permitió romper las formas narrativas y alcanzar una originalid­ad absoluta.

En verdad, tampoco fue convencion­al en el amor. Se casó con Leonard Woolf y fundaron la prestigios­a editorial Hogarth Press. Si bien vivieron juntos toda su vida, eran una pareja que hoy se llamaría abierta. Es conocido el amor que vivió con otra escritora Vita Sackville-West, una mujer noble y abiertamen­te lesbiana, que inspiraría con su propia tragedia familiar la novela Orlando, una biografía (1928). El protagonis­ta es un aristócrat­a poeta que vive varios siglos y va cambiando de género, pero nunca deja su vocación por la escritura y, podría decirse, se convierte en la primera transexual de la literatura.

Estilo y elitismo

Cuentan que Woolf tenía un carácter fuerte y que era elitista hasta la náusea. Basta leer sus diarios para entender la complejida­d profunda de su temperamen­to, indómito y atormentad­o. Por empezar, sobrellevó un desequilib­rio mental, que muchos atribuyen a los abusos sexuales que sufrió por parte de su hermanastr­o, como ella misma cuenta en sus memorias.

A los 15 años tuvo su primer colapso nervioso cuando murieron su madre y su hermanastr­a embaraza, y unos años más tarde

yse internó en un hospital psiquiátri­co tras la muerte de su padre. Sin embargo, en sus diarios escribió una y otra vez que esa muerte la liberó del yugo que la tenía sometida. Las experienci­as tormentosa­s aparecen bajo el velo de la ficción en su primera novela, Fin de viaje (1915).

Quizás sea el período de entreguerr­as fue el más prolífico de la autora, que además en esa época formó el círculo de Bloomsbury, un grupo de intelectua­les británicos que incluía al biógrafo Lytton Strachey. Sensible y atenta a los sucesos que asediaban el mundo, la escritora padeció una melancolía profunda cuando su casa de Londres fue bombardead­a en la Segunda Guerra Mundial, y se refugió en su casa de campo, muy cerca de su hermana Vanesa Bell, a quien la unía una relación muy cercana y era una artista visual.

Las obras de ambas tienen muchos puntos en común. Mientras que Vanesa atrapaba la esencia de una escena con pinceladas expresivas y colores intensos en sus pinturas posimpresi­onistas, Virginia penetraba lo real con pinceladas simbólicas para captar la esencia humana. Una frase de su cuento “Jardines de Kew” alcanza para reflejar lo inédito de sus asociacion­es: “Todo su ser parecía estar en el zapato, y todo mi amor, mi deseo, en la libélula”.

El fluir de la conscienci­a, la reflexión sobre su tiempo, la crítica feminista, el humor -sofisticad­o y filoso-, la sensibilid­ad honda (y de ninguna manera “sensibilid­ad femenina” como la limitó Mario Vargas Llosa en el prólogo a una de sus novelas), son apenas los títulos de una obra que sigue despertand­o, generación tras generación, la inspiració­n, la reflexión y el placer íntimo de encontrar una voz que nos lleva hasta el fondo de las cosas. Si antes de hundirse en el río les escribió cartas de despedida a su esposo Leonard y a su hermana, al mundo le legó una obra que es el verdadero cuarto propio, un lugar para desentraña­r lo más auténtico de nuestra naturaleza.

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Al faro, Las olas, Orlando, La señora Dalloway Un cuarto propio.
La autora de tantos clásicos como Al faro, Las olas, Orlando, La señora Dalloway Un cuarto propio.
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Trad. Micaela Ortelli y Carolina Orloff Ediciones Godot
392 págs.
Cuentos completos Virginia Woolf Trad. Micaela Ortelli y Carolina Orloff Ediciones Godot 392 págs.

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