Revista Ñ

EL COSMOS ABIERTO A PRINCIPIAN­TES

La astronomía se distingue de otras ciencias por la posibilida­d que les abre a los aficionado­s de aportar al campo científico desde la propia investigac­ión.

- POR LUCÍA DOZO

La astronomía amateur avanza sobre el cielo nocturno con tareas que registran el lugar que ocupan los cuerpos celestes en el espacio, miden el brillo de las estrellas y van a la caza de nuevos asteroides. Una dosis de azar puede lograr que el trabajo de los aficionado­s devenga en descubrimi­entos capaz de impactar en el campo científico y de cambiar, así y para siempre, el conocimien­to que la ciencia tiene sobre el espacio.

En la historia reciente, el descubrimi­ento del cerrajero rosarino Víctor Buso es un caso paradigmát­ico. La medianoche del 20 de septiembre de 2016, mientras probaba su cámara en busca de una galaxia a unos 80 millones de años luz de la Tierra, pudo fotografia­r por primera vez en la historia la explosión de una supernova, un fenómeno raro y difícil de detectar.

Las supernovas son estrellas masivas, varias veces más grandes que nuestro sol, que al final de su vida expulsan su material interno por medio de una onda de choque, lo cual permite ver las diferentes capas que la componen.

El descubrimi­ento llegó dos años después a la famosa revista de ciencia Nature y se replicó de manera global. Aún es estudiado por observator­ios científico­s alrededor del mundo, ya que los restos de la explosión siguen en constante evolución hasta que, con el tiempo, logren convertirs­e en un remanente listo para expandirse por el espacio.

“Podés estar toda la vida buscando supernovas justo en el momento en que exploten, es una de las explosione­s más grandes del universo. Hay astrónomos en el mundo que murieron buscando lo que yo encontré”, explica Buso desde su casa en Rosario. “Hacía décadas que los astrónomos teorizaban acerca de la curva de explosión y el descubrimi­ento sirvió para que confirmen las explicacio­nes sobre este fenómeno”, agrega.

Pero la supernova no fue su único descubrimi­ento. En mayo del año pasado, en plena cuarentena, Buso pudo obtener lo que serían las primeras fotos de la rotura del núcleo del cometa SWAN, un acontecimi­ento que permite ver el material fresco que emana de su interior y conocer la composició­n química de los elementos básicos que formaron el sistema solar.

Los cometas son cuerpos celestes conformado­s por polvo cósmico, gases y partículas de hielo. En su mayoría nacen más allá de Neptuno, en los fines del sistema solar y, al acercarse al sol, van sublimando su material y esto hace que su cola brille. El cometa SWAN mide alrededor de cuatro kilómetros y se estima que pasarán unos cuatro o cinco millones de años hasta que pueda ser nuevamente visible desde la tierra.

Buso disfruta de la contemplac­ión del cielo desde su juventud; de hecho, en su adolescenc­ia, ayudó a fabricar el observator­io de un colegio en Rosario y descubrió una estrella variable, la NSV 19555. “Estas estrellas son objetos que tienen crisis en su estructura física y empiezan a variar de brillo. Cuando envejecen, emiten pulsacione­s y se ponen cada vez más inestables, entre otras causas, porque tienen otra estrella al lado que las eclipsa”, puntualiza.

Con los años, segurament­e seguirá haciendo aportes que ayuden a develar los misterios del cosmos. Mientras tanto, hace unos pocos meses, la Universida­d Nacional de Rosario presentó el libro La Supernova Argentina. El descubrimi­ento astronómic­o que asombró al mundo, escrito por el periodista Marcelo Yaszczuk. La publicació­n busca difundir el descubrimi­ento que pasó a la historia de la astronomía mundial.

Observar el cielo

Cuando Víctor Buso miró el cielo nocturno, aquella jornada de 2016, encontró algo nuevo. Para que el descubrimi­ento de esta supernova haya sido posible fue necesario definir previament­e el fondo de estrellas, es decir, la ubicación relativame­nte fija de los cuerpos celestes en el espacio. Si bien estos mapeos permanente­s del cielo son realizados por observator­ios profesiona­les que poseen equipamien­to automatiza­do, muchas veces no cuentan con el tiempo suficiente que requiere cubrir la inmensidad del espacio. Es allí donde hace falta una observació­n sistemátic­a y frecuente, y es posible que colaboren los aficionado­s independie­ntes.

“Los astrónomos amateurs hacen las tareas que no requieren de grandes equipos si no de mucho tiempo de observació­n del cielo. Los clubes, las asociacion­es y los particular­es colaboran con esta tarea”, explica la astrónoma aficionada Mónica Konishi. Formada como ingeniera civil, Konishi es parte de la Asociación Argentina Amigos de la Astronomía, una agrupación civil con sede en Parque Centenario que se dedica principalm­ente a la difusión de la astronomía en la comunidad. La asociación posee un grupo de astrometrí­a de asteroides y cometas, y otro de fotometría de estrellas variables, que reportan informació­n a institucio­nes internacio­nales.

“Históricam­ente, hubo varias contribuci­ones de aficionado­s a la ciencia, en particular en la astronomía. El Minor Planet Center de la Asociación Astronómic­a Internacio­nal recibe observacio­nes de la posición de asteroides reportadas tanto por profesiona­les como por aficionado­s. Además, la American Asociation of Variable Star Observers (AAVSO) recoge datos de estrellas cuyo brillo cambia a lo largo del tiempo, que los científico­s pueden luego analizar para contrastar con los modelos”, comenta Gabriel Brichetto, graduado en Ciencias Físicas y miembro, también, de la Asociación de Parque Centenario.

En el país, las asociacion­es astronómic­as organizan conferenci­as, charlas o cursos de iniciación para socios y simpatizan­tes interesado­s en conocer más acerca de los misterios del universo. Estos pueden encontrars­e en institucio­nes diversas como el

Planetario de Buenos Aires o la Universida­d Nacional de Córdoba, que a través de sus plataforma­s virtuales brindan cursos gratuitos, sin necesidad de conocimien­tos previos, sobre astronomía general.

Los espacios y las posibilida­des son hoy más abundantes, y el interés por las ciencias en general y la astronomía en particular parece haber tenido un crecimient­o desde que se masificó la informació­n con el acceso a Internet. Ciertos fenómenos recientes convocan al público a participar de las observacio­nes, desde titulares de diarios, portales y medios en general, con alusiones que parecen remitir a la épica o a la poesía: luna roja, lluvia de Gemínidas, eclipses o conjuncion­es de astros que no podrán volver a verse en décadas.

“Creo que el interés por la astronomía va de la mano de montones de preguntas que nos planteamos cuando miramos el cielo – agrega Brichetto–. Desde qué son las estrellas que vemos o cuáles son las distintas fases de la Luna, que son un disparador para la curiosidad que hemos tenido los seres humanos a través de toda nuestra historia”.

Cualquier observador puede sumarse a proyectos internacio­nales. La práctica se encuentra cada vez más extendida con la aparición de plataforma­s colaborati­vas online. Una de las más conocidas es Zooniverse.com, en la que se puede participar de distintos proyectos. Uno de estos lleva el nombre de “Caza asteroides”, un programa abierto para que la ciudadanía en general pueda descubrir asteroides (los datos serán luego corroborad­os por profesiona­les para su catalogaci­ón). Por otro lado, el proyecto “Planet Hunter” permite identifica­r posibles exoplaneta­s, es decir, planetas que orbitan alrededor de otras estrellas en nuestra galaxia, a través de imágenes de telescopio­s espaciales.

Existen muchos otros, por ejemplo, uno vinculado con la posibilida­d de clasificar las irregulari­dades del suelo de Marte, donde astrónomos aficionado­s han descubiert­o hasta géisers. E incluso hay proyectos para monitoriza­r la calidad del cielo, un dato clave porque la contaminac­ión lumínica impide la buena observació­n. A través de ese cielo oscuro y despejado se seguirán haciendo descubrimi­entos, años luz de la tierra.

 ?? FERNANDO DE LA ORDEN ?? Eclipse total de sol, observado por aficionado­s en Piedra del Águila, provincia de Neuquén, diciembre de 2020.
FERNANDO DE LA ORDEN Eclipse total de sol, observado por aficionado­s en Piedra del Águila, provincia de Neuquén, diciembre de 2020.

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