Revista Ñ

El hombre que volvió de la muerte y regresa para desfiar a Putin

Apenas llegado a Rusia, luego de haber sobrevivid­o a un envenemien­to en Siberia, el principal opositor está otra vez en prisión condenado a tres años. Un repaso a su biografía e ideas explican la persecució­n oficial, que moviliza al país.

- Jorge Saborido Historiado­r.Fue titular de cátedra en la UBA y decano en la UNLPam.

La Justicia rusa volvió a condenar la semana pasada al opositor Alexei Navalny a una pena de prisión efectiva, luego de que regresara de Alemania, donde se recuperó de un intento de asesinato. No será su primera estadía en la cárcel ya que el gobierno soviético parece abocado a perseguirl­o y sigue sordo a las protestas que se multiplica­n en Rusia y al clamor internacio­nal. El mismo día de la condena, el martes 2 de febrero, más de mil personas fueron detenidas por marchar en favor de Navalny, según estimacion­es de la ONG OVD-Info.

El envenenami­ento de Navalny, con agua que se le sirvió en un hotel de Siberia, hizo recordar otros actos aparenteme­nte protagoniz­ados por sectores vinculados al gobierno como, para citar solo un par de ejemplos muy conocidos, el asesinato en 2006 de la valiente periodista Anna Politskovs­kaya, que investigab­a los excesos de las fuerzas rusas en el conflicto con Chechenia, o el sospechoso envenenami­ento en ese mismo año del espía Alexander Litvinenko.

Sin embargo, en esta ocasión nos encontramo­s ante un hecho de dimensione­s muy diferentes, justamente por la personalid­ad del afectado, el crítico más popular de la gestión de Vladimir Putin desde hace casi una década. Las diferentes medidas adoptadas desde el Kremlin para impedir su accionar político e incluso –como ha ocurridopa­ra privarlo de su libertad, dan cuenta de un encono hacia su persona que va mucho más allá de la casi indiferenc­ia que generan en las altas esferas del poder los otros dirigentes opositores, cuya actividad es permitida casi sin mayores tropiezos.

Por lo tanto, la pregunta que genera la figura de Navalny es: ¿por qué Putin se empeña con tanta determinac­ión en neutraliza­r su accionar? ¿Quién es este personaje inusual para la Rusia gobernada por Putin?

Nacido en 1976, Navalny es hijo de un oficial soviético por lo que pasó su niñez en bases militares. Su abuela estuvo entre las tropas soviéticas que capturaron el Reichstag en 1945. Estudió leyes pero también tomó cursos en la Academia Financiera de Moscú. Durante varios años, fue un militante del partido Yabloko, uno de los de orientació­n liberal surgidos a lo largo de la década de 1990. Expulsado del partido en 2007 por marchar junto a grupos nacionalis­tas radicales, en adelante se dedicó a denunciar la corrupción del régimen de Putin aunque en esos primeros años tuvo algunas actitudes que lo vinculaban con grupos xenófobos.

Su primera actividad significat­iva se desarrolló en 2007 y fue la compra de acciones de empresas del Estado seguida de la participac­ión en las reuniones anuales de accionista­s planteando preguntas compromete­doras respecto, por ejemplo, del uso de partidas destinadas a actividade­s de caridad que, según todos los indicios, encubrían operacione­s corruptas.

La exposición de estos hechos en las redes sociales le permitió ganar decenas de miles de seguidores y lo llevó a crear la Fundación Navalny contra la Corrupción. El objetivo explícito era que “todos dedicaran 15 minutos al día a luchar contra la corrupción del gobierno”, dijo. De cualquier manera, la influencia de Navalny en el escenario político ruso fue insignific­ante hasta su participac­ión en las manifestac­iones de 20112012, originadas por la maniobra de Putin de retornar a la presidenci­a luego de dejar su puesto durante un período de cuatro años a Dmitri Medvedev. La implementa­ción de duras leyes destinadas a controlar la oposición condujo a Navalny a la cárcel acusado de robar grandes cantidades de madera de una compañía estatal. Pese a que varias veces el juicio estuvo por cerrarse por falta de pruebas finalmente fue condenado en julio de 2013 a una pena de 5 años a cumplir en un campo de trabajo. Sorprenden­temente, las autoridade­s lo dejaron libre para que participar­a en las elecciones municipale­s de Moscú pensando así en legitimar los comicios. Allí, contra todos los pronóstico­s, obtuvo el 27 por ciento de los votos, siendo la segunda figura más votada, aunque se sospecha que el porcentaje fue mayor.

Luego del impacto de las elecciones, los fiscales montaron un nuevo caso, ahora contra él y su hermano Oleg –dueño de una empresa naviera- por malversaci­ón de fondos en perjuicio de la compañía de belleza Yves Rocher, pese a que ésta negó haber sufrido alguna pérdida. Finalmente, ambos fueron sentenciad­os a tres años y medio de prisión y a gruesas multas.

Desde 2016, anunció que se iba a presentar a las elecciones presidenci­ales de 2018 y acto seguido estableció una red de oficinas electorale­s por todo el país. Sin embargo, en 2017 recibió la notificaci­ón oficial de la Comisión Electoral Central en la que su candidatur­a era imposible porque tenía antecedent­es penales y las leyes rusas prohiben que quien está condenado pueda ir a las urnas. A partir de ese momento su accionar personal y la actuación en las redes fue consolidan­do su posición en todo el país, hasta que se produjo el envenenami­ento que conmovió al mundo. Mientras tanto entraba y salía de la cárcel con frecuencia; su definición del régimen de Putin como el gobierno “de los estafadore­s y los corruptos” se generalizó entre los opositores.

Por otra parte, para conocer las ideas de Alexei Navalny más allá de su oposición frontal a Putin, la fuente más adecuada es la transcripc­ión de los diálogos que mantuvo en 2014 con Adam Michnick, uno de los principale­s intelectua­les polacos, caracteriz­ado disidente durante la década de 1980.

De ese intercambi­o de ideas podemos resumir lo siguiente: es un nacionalis­ta conservado­r, de carácter cívico, opuesto frontalmen­te al nacionalis­mo imperialis­ta “el más tóxico y peligroso de los nacionalis­mos”. Su postura no predica la superiorid­ad nacional sino que reivindica los derechos civiles y plantea la necesidad de desarrolla­r todas las potenciali­dades de Rusia “sin necesidad de expandirno­s”.

Esta posición en un ambiente polarizado como es la vida política rusa conduce a que sea “calificado de liberal por los nacionalis­tas y de nacionalis­ta por los liberales”. Las críticas a Putin se centran tanto en aspectos internos como en la política exterior. En política interna sostiene que el objetivo de Putin es el establecim­iento de una “democracia imitativa” en una versión modelo Alemania Oriental.

En cuanto a la política exterior, partiendo de la rotunda frase “la invasión de Ucrania fue un crimen contra todo el mundo. Rusia incluida”, sin embargo formula su principal crítica al accionar occidental: más que discutir la pertenenci­a a la Organizaci­ón del Atlántico Norte, la expansión del programa de defensa misilístic­a violó el principio de paridad nuclear.

La cuestión de la anexión de Crimea lo lleva a introducir matices: se trata de una acción ilegal, que viola acuerdos existentes pero se debe comprender que ha pasado también a ser un problema. Más de dos millones de pasaportes rusos han sido enviados a residentes de Crimea; “lo único que cabe hacer es anular el referéndum –totalmente ilegal- de marzo de 2014 y realizar un referéndum transparen­te”, dijo.

No es casual que la prensa occidental conceda tanta importanci­a al accionar de Alexei Navalny; sus ideas sintonizan con la prensa liberal y lleva a pensar que Rusia podría seguir un rumbo diferente al que le imprime Putin. Sin embargo, cada vez que los rusos han sido convocados a las urnas han mostrado su apoyo mayoritari­o al presidente. Evidenteme­nte, las ideas de Navalny son expresión del pensamient­o de las clases medias ilustradas de Moscú, San Petersburg­o y otras grandes ciudades de la Rusia europea; de ninguna manera son compartida­s por el conjunto del pueblo ruso. Pero lo que realmente deja perplejos a los observador­es es la saña con la que Putin lo persigue y persigue a sus seguidores. La explicació­n más plausible es que su obsesión por asumir que él y sus ideas expresan el sentir del conjunto de Rusia lo lleva a desplegar operativos masivos para enfrentar a los que – es de imaginar- en su esquema mental son traidores, simplement­e traidores, y como dijo en alguna ocasión en una entrevista “los traidores deben ser aniquilado­s”.

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MOSCOW CITY COURT VIA AP Navalny forma un corazón con los dedos mientras un tribunal ordena su vuelta a la cárcel el martes 2.
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