Revista Ñ

BUCEO EN LA COLECCIÓN MARGULIES, EN MIAMI

Coleccioni­sta y gestora cultural, la autora visita la colección del desarrolla­dor Martin Margulies, abierta al público, en el balneario que no claudica ante el virus.

- POR ELEONORA JAUREGUIBE­RRY

Cómo se las arreglará la ecología del arte en Miami para sobrevivir al Covid? La pregunta nos atenazaba un poco cuando hicimos pie en la ciudad cuyo paisaje cambió en 2002, de modo veloz y perdurable, con la llegada de Art Basel. La ubicación estratégic­a de la feria la convirtió en un éxito instantáne­o en materia de galeristas, operacione­s y público. Y además, propició la apertura de una veintena de ferias paralelas, como Pinta, Untitled, NADA y Design Miami. Este circuito, completo con recorridos por galerías locales, coleccione­s privadas y peregrinac­iones sociales de toda especie, hizo de diciembre una cita inigualabl­e que reverbera durante todo el invierno tropical. Si es que la hay, Art Basel Miami Beach cumplirá dos décadas a fines de este año.

Las coleccione­s privadas merecen un capítulo aparte. Los desarrolla­dores inmobiliar­ios, la principal industria de la ciudad, compiten en esplendor cuando de comprar arte se trata, ya que confían en que el prestigio derramará sobre la marcha de los negocios. Casos cercanos de alto perfil: la “Bailarina sentada” de Jeff Koons que Eduardo Costantini exhibió en la explanada del Malba

en 2016 y que ahora adorna su edificio en Bal Harbour, y la escultura de Damien Hirst que puede verse en el Faena Hotel, “Perdido pero no olvidado” (2014), un esqueleto de mamut revestido en dorado a la hoja, montado en una caja de vidrio frente a la playa.

Muchas familias que lograron amasar coleccione­s de importanci­a abrieron espacios destinados a mostrarlas, desde Jorge Pérez a la familia Rubell. Museos privados, galpones convertido­s en espacios de exhibición y préstamos o donaciones a institucio­nes públicas son pasos obligados y previsible­s y, en algunos casos, polémicos. En ese contexto, la colección cultivada en casi cuatro décadas por Martin Z. Margulies sobresale en la multitud.

Nacido en Yonkers, en el estado de Nueva York, en una familia que tenía una cadena de verdulería­s en Harlem y el Bronx, Margulies se convirtió en desarrolla­dor y posee más de 5.000 piezas entre esculturas, instalacio­nes, videos, fotografía y pintura de artistas contemporá­neos del mundo entero. Este patrimonio está valuado en alrededor de 800 millones de dólares, y parte de él puede verse en The Margulies Collection at the Warehouse, en el distrito Wynwood, un barrio originalme­nte modesto y descuidado que hoy es uno de los más sofisticad­os de Miami y punto de encuentro de la tri

bu joven y aspiracion­al. El espacio abre al público cinco días a la semana entre octubre y abril y cobra una entrada de 10 dólares. El verano es utilizado por su curadora, Katherine Hinds, para renovar el montaje y rotar la colección, mucha de ella en préstamo a grandes museos del mundo.

¿En qué se distingue la Colección Margulies de las restantes? En la audacia, coherencia y ambición. Más que un catálogo de “lo que hay que tener” o un compendio de aciertos y errores de un comprador mejor o peor asesorado, es este el registro de una sensibilid­ad, atravesada por una indagación sobre la materia de la que está hecho el tiempo. Allá fuimos en un enero muy raro para Miami, que nunca cerró pero no ha vuelto a recuperar sus ríos de turistas y hoy se sostiene con viajeros del país. Sigue siendo la ciudad que alumbró Art Basel, aunque ahora la feria haya quedado en penumbras.

Recorrerla equivale a subirse a una montaña rusa de emociones. En la primera sala hay obra de su escultor fetiche George Segal, entre la que se destaca “Subterráne­o” (1968) por su desolación y su falta de afectación. No faltan los muy clásicos Richard Serra y Willem de Kooning, a los que se agregan dos videos: “Sonámbulos” (2007), inquietant­e obra del gran Doug Aitken plagada de celebridad­es, e “Himno nacional” (2018), de Kota Ezawa, un video animado que alude a la violencia racial. Avanzando en la puesta –¡sorpresa!–, nos encontramo­s con el ingenioso “Ascensor” (2016), del argentino Leandro Erlich.

Pero lo más conmovedor es, sin dudas, la sección dedicada a Anselm Kiefer. Asombra encontrar allí la obra que el maestro alemán produjo especialme­nte para la retrospect­iva que la Royal Academy of Arts de Londres le dedicara en 2014, “Las edades del mundo”. Margulies vio la obra en fotos y se lanzó a Londres para convencer al artista de llevarla luego a Miami. Así, le debemos la conservaci­ón de esta pirámide de bastidores, rocas y girasoles en descomposi­ción, una metáfora ajustada de las ambiciones humanas y del paso del tiempo.

Hay más obra de Kiefer; sin dudas mis preferidas son “Tu casa bajo la ola oscura” (2006), un paisaje desolado de la serie dedicada al poeta Paul Celan que alude al Holocausto, y “Las Walkirias” (2016), una caja de vidrio que contiene vestidos fosilizado­s –el valor de los mitos–, y un gran gancho –el peso de la historia–. Se trata de una obra densa que refiere al espíritu de su país.

Siguiendo el recorrido se levanta un refugio de alegría y sensualida­d: el video de un bosque de Jennifer Steinkamp y la imponente y fragante “É ô Bicho!” del brasileño Ernesto Neto parecen estar ahí para recordarno­s la existencia de un mundo amable y bello. El humor irrumpe con Gilles Barbier en “El Hospicio” (2002), un geriátrico de superhéroe­s exhaustos con quienes sentimos una identifica­ción perturbado­ra.

Párrafo aparte merece la extraordin­aria colección de fotografía. Está exhibida en poco espacio como un abarrotado horror vacui de imágenes de gran potencia narrativa, entre las que se destacan un autorretra­to de Cindy Sherman y un paisaje de Clifford Ross que recrea en clave contemporá­nea este género tan caro a la pintura.

La última sala alberga una instalació­n de la polaca Magdalena Abakanowic­z, “Hurma” (1994-95), 250 figuras de niños y adultos en tamaño real, descabezad­as y revestidas en arpillera. La obra descomunal sintetiza el interés sostenido de Martin Margulies en la experienci­a humana y en el modo en que el arte le agrega valor y sentido. No en vano la correspond­encia de la artista está allí reproducid­a: “El arte prepara a los ojos para ver y al cerebro para imaginar… ya que el punto de las imágenes es mostrar todo aquello que escapa a la conceptual­ización. Propongo un brindis para la imaginació­n, que es más universal que cualquier lengua”. En suma, el circuito por Margulies compensa las añoranzas de la gran ciudad sin ferias.

Eleonora Jaureguibe­rry es subsecreta­ria General de Cultura de San Isidro.

 ??  ?? Ernesto Neto, “É ô Bicho!”, 2001. Lycra, tul, medias de poliamida, pimienta, cúrcuma y clavo.
Ernesto Neto, “É ô Bicho!”, 2001. Lycra, tul, medias de poliamida, pimienta, cúrcuma y clavo.
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©THE MARGULIES COLLECTION AT THE WAREHOUSE Anselm Kiefer. “Las edades del mundo”, 2014.
 ??  ?? George Segal, “Subway”, 1968. Yeso, metal y vidrio.
George Segal, “Subway”, 1968. Yeso, metal y vidrio.
 ??  ?? George Segal. “Depression Bread Line”, 1991. Bronce.
George Segal. “Depression Bread Line”, 1991. Bronce.
 ??  ?? Anselm Kiefer. “Las walquirias”, 2016. Vidrio, metal, tela, goma laca, yeso, plomo, plantas secas y cenizas.
Anselm Kiefer. “Las walquirias”, 2016. Vidrio, metal, tela, goma laca, yeso, plomo, plantas secas y cenizas.
 ??  ?? Willem de Kooning. “Mujer sentada”, 1961-81.
Willem de Kooning. “Mujer sentada”, 1961-81.
 ??  ?? Richard Serra. Sin título, 1969-78. Acero corten.
Richard Serra. Sin título, 1969-78. Acero corten.

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