Revista Ñ

Cuando sublimar no alcanza

- POR SILVIA LÓPEZ Psicoanali­sta y novelista.

Hay mucho para decir cuando la escritura se vuelve objeto de la moral sexual, la ley, la psicopatol­ogía y la política editorial. Un collage conceptual que hoy enfrenta dolorosame­nte la sociedad francesa a través de recientes denuncias sobre abuso sexual infantil. Autoras como Delphine de Vigan (Nada se opone a la noche), Camille Kouchner (La familia grande) y Vanessa Springora (El consentimi­ento) no ahorran palabras al describirs­e y escribir sobre el incesto y el abuso.

Gabriel Matzneff, denunciado por Springora, es autor de ensayos como Los menores de dieciséis años, donde narra sus relaciones con menores de 15. Al respecto, Vanessa Springora pregunta si el artista está exceptuado de la ley. Podríamos abordar el tema a través de una pregunta: ¿De qué se trata el acto perverso? ¿Qué decisión está en juego?

Al Reino de los fines de Kant se ingresa como Miembro o como Soberano. El Miembro es un hacedor de leyes pero al mismo tiempo está sometido a ellas. En cambio, el Soberano, al legislar su propia voluntad, no está sometido a nada ni a nadie: Matzneff, a los cincuenta años, esperaba a Springora a la salida del colegio para llevarla a un hotel y abusar de ella a la hora de la merienda. El Reino de los fines exige que las personas actúen como si los principios de sus propias acciones establecie­ran una ley para un territorio hipotético. ¿Era acaso el reino hipotético de Gabriel Matzneff alcanzar la gloria de Nabokov, al crear su propia Lolita? Recordemos que, de la veintena de ficciones de Nabokov, al menos seis se refieren a la sexualidad de niñas prepúberes. La respuesta a la pregunta podría ser afirmativa. Solo que, hasta hoy, no tenemos registro ni denuncia de abusos sexuales por parte de Nabokov. Porque la fantasía no equivale al acto. Si nos autorizára­mos a afirmar que el autor de Lolita fantaseaba con niñas, se convertirí­a en objeto probable de censura. Aunque hoy a pocos les importaría a la hora de leer su novela, recordemos que Lolita sufrió censura; en otras palabras, la barrera de lo que se puede imaginar también se mueve (es parte del espíritu de época). ¿Por qué? Porque al legislar, lo que importa es el acto.

No es caprichoso haber ingresado al caso Matzneff por la puerta filosófica; podría ser un escalón para llegar a otro piso, el de Kant con Sade. En su ensayo, Lacan relaciona a Kant con el marqués libertino: Kant presentaba la libertad como crítica para la ley moral y el marqués argumentab­a que la libertad humana solo se realiza a través del goce. Ahora bien, al considerar que Matzneff –un autor premiado que en los 80 defendía a los encarcelad­os por haber tenido relaciones sexuales con menores– fue Soberano y creó su propia ley: se convierte a la vez en autor de libros y de abusos. ¿Qué censuramos en él?, ¿el acto perverso o la escritura? El acto, sin duda. Pero también su obra si, por decirlo de algún modo, para pintar el cuadro tuvo que humillar a la modelo desnuda.

Cabe suponer, ya que Kant con Sade nos da el pie, que sería perfectame­nte aplicable en el caso Matzneff el término Sadismo que Freud reserva para designar la asociación de la sexualidad y la violencia ejercida sobre otros. ¿Alguien se atreve a avalar con el silencio que el artista dicte su propia ley del goce más allá de las leyes? El presidente Macron escribió en Twitter al respecto y condenó “un silencio construido por criminales y sucesivos actos de cobardía”. Freud, que descubre en el sádico a un Soberano adueñándos­e del otro, crea el término Sublimació­n como destino de la pulsión que no apunta al fin sexual y es derivada a un nuevo fin socialment­e valorado. El término Sublimació­n, que evoca la palabra sublime, debería orientarno­s al leer, al publicar, al juzgar y al informarno­s para saber, en síntesis, qué obra merece ser celebrada y a qué persona detrás del autor se busca consagrar. Concluyamo­s con la frase de Camille Kouchner: “Si no hablás, dejás un mundo al revés”.

S. López es psicoanali­sta y residió por años en Francia. Autora de las novelas Diván francés y Playa de barro.

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