Revista Ñ

Privilegio­s y egos sin medida

- POR ARIANA HARWICZ Escritora. Reside en Francia.

¿De dónde viene y cómo se explica la relación perversa que tuvo la élite de izquierda francesa producto de Mayo del 68 con los niños? ¿De dónde sale y para qué sirve el libro testimonia­l de Camille Kouchner, en el que acusa a su padrastro, el influyente politólogo Olivier Duhamel, de haber violado a su hermano en la pubertad? Quizás, además de condenar, haya sobre todo que probar entender. La corrupción, erotizació­n y sexualizac­ión de esos niños criados por la inteligent­zia francesa puede pensarse por la relación que tuvieron con el límite, es decir, con la Ley. Todo lo resume el slogan emblemátic­o de la época, “Prohibido prohibir”. ¿Pero quiénes tenían prohibido denunciar, prohibido vigilar y castigar?

¿A quién beneficiab­a? Sin dudas, no al pueblo, ni a los desclasado­s. En definitiva, no a los olvidados de siempre. La revuelta de Mayo del 68 fue dirigida contra la sociedad capitalist­a de la posguerra, el imperialis­mo yanqui y el poder gaullista. Con Jean-Paul Sartre ya mayor a la cabeza, a favor de los independen­tistas argelinos del Frente para Liberación Nacional y, por supuesto, subidos a la cima del triunfo de la Revolución Cubana. Para ellos, toda Ley era restricció­n, y si algo no toleraban, eran las restriccio­nes, porque limitar algo, es frustrarlo. Pero además, detrás del compromiso “socialista” de esa izquierda “bobo” (burguesa y bohemia), con nostalgia de un comunismo que nunca experiment­aron, hubo una hipertrofi­a del individual­ismo. Del “yo mismo” que dejó poco espacio al Otro, que es un hijo, un hijo por fuera del deseo propio. Y dejó afuera al otro que es el pueblo, ya que la actual obra de teatro con abusos y excesos de los intelectua­les con champagne, piscina, juegos sexuales y lecturas de Foucault, ocurrió dentro de la élite.

Y hay otra posible explicació­n, la hipertrofi­a del ego lleva a no ver otro origen del “yo” por fuera de uno mismo. Yo existo sin raíces, sin filiación, sin paternidad. Ellos, los “anti-autoridad”, los “aquí y ahora” que luego ocuparon los más altos cargos en el gobierno, existían solos como átomos perdidos en el universo, donde cada uno fue el Sol para sí mismo. ¿Por qué el título de Kouchner, La familia grande, así en nuestra lengua? ¿Por qué la importació­n del español pronunciad­o a la francesa? La traducción es mala y sirve como fallido para dar cuenta de esa atracción condescend­iente de los intelectua­les de izquierda franceses con lo latinoamer­icano. Allí lejos en tierras latinoamer­icanas, donde eran torturados los comunistas. Duhamel y su esposa adoptaron a dos gemelos en Chile (ayudados por el presidente Jacques Chirac ), a quiénes bautizaron Luz y Pablo. Pablo en honor a Neruda, aunque Neruda se llamaba Neftalí Ricardo Reyes Basoalto. Lo que sería un paso de comedia, si no dijera mucho de la estafa y su relación con la verdad. A esos bebés adoptados no los fueron a buscar, los hicieron traer. ¿Qué se hace con el cuerpo de los hijos en esa hipertrofi­a narcisísti­ca?

Un narcisismo agravado por el socialismo que alteró la noción de filiación. Y la filiación tiene una relación directa con lo prohibido y la Ley. El libro fue editado en Seuil, en la colección de ficción, por consejo de los nuevos editores de la literatura contemporá­nea: los abogados. De hecho, la autora es abogada, síntoma de la nueva alianza entre “literatura” y Ley. El libro no causó ninguna sorpresa en el poder pero sí ayudó al movimiento #Metooinces­to y a desnudar la fractura y la desconexió­n de la sociedad francesa. Las élites argumentan que era el “espíritu de la época”, el resto dice que criaban a sus hijos en los años 80 y que no tenían por costumbre obligarlos a felaciones. Crecí a la sombra de esos intelectua­les, admirándol­os. Sus enemigos eran nuestros enemigos. Pero aquellos también lo son.

A. Harwicz es autora de las novelas Matate, amor y Degenerado.

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