Nuevas voces curadas por Laurent de Sutter
La antología Poscrítica, bajo dirección del filósofo belga, explora cómo evitar el monopolio crítico del pensamiento sin ser reaccionarios.
¿Cómo evitar el monopolio crítico del pensamiento sin caer en una posición reaccionaria? Esta es la pregunta que subyace como hilo conductor de la antología Poscrítica (Isla Desierta) bajo la dirección del filósofo belga Laurent de Sutter, que ha seleccionado nueve artículos de nuevas voces y un ensayo de autoría. Según de Sutter, “vivimos la edad del triunfo de la crítica” que adopta formas diversas: epistemológica (teoría crítica), pedagógica (espíritu crítico), profesional (crítica literaria y de cine). Sin embargo, esta disposición intelectual lejos de ser una modalidad emancipatoria es constitutiva de un pensamiento que fuerza los objetos que piensa y que nos conduce a un callejón sin salida. Inscripción intelectual que tiene su comienzo en el pensamiento ilustrado de la mano de Immanuel Kant, esta lógica que analiza, separa componentes, los juzga y se distancia de los elementos que considera, luego prosigue su recorrido en figuras centrales como Marx, la Escuela de Frankfurt y Michel Foucault. A pesar de ello, esta modalidad crítica de ejercer la filosofía, según de Sutter, “nos vuelve tontos” y deberíamos liberarnos de ella.
Poscrítica desarrolla este objetivo en diferentes áreas: el saber, la técnica, la existencia, las costumbres, el arte, las escenas, la literatura, el derecho, la cultura y la filosofía. En este sentido, el teórico Armen Avanessian plantea desde una perspectiva aceleracionista la relación entre crítica y crisis como pareja neurótica, vale decir, la crítica legitima la crisis y viceversa pero nunca hay salida de la crisis, en otros términos, los críticos precisan de la crisis para sentirse reconocidos bajo el encanto del peligro y la decadencia.
El filósofo Mark Alizart dará cuenta del lazo epistémico común entre la teoría crítica de los años 1960 en simultáneo con la matemática e informática, del estructuralismo a la cibernética llegando al nacimiento de la blockchain. En tercer lugar, el filósofo Dorian Astor, echa mano de Nietzsche y Deleuze como vías posibles para el desarrollo de un camino poscrítico que busca cambiar el escribir “contra” por el escribir “para” algo o alguien. El campo del arte es enfocado por la teórica estética Marion Zilio a fin de sostener una crítica de arte que no escriba “sobre” la obra sino “con” o “a partir” del arte que se percibe. El teatro es pensado por la filósofa y dramaturga Camille Louis que toma la referencia deleuziana para pensar una experiencia de relaciones en la puesta en escena, un drama de la hospitalidad como fenómeno teatral poscrítico.
Tanto Johan Faerber como el propio Laurent de Sutter se aproximan a la crítica literaria y el derecho también desde la filiación compartida de Gilles Deleuze, en especial, recurriendo a la noción de “clínica” como contrapunto a la crítica, vale decir, en el primer caso será necesario acabar con el juicio sobre una pieza literaria y constituir una poscrítica como escritura creadora; en segundo lugar, de Sutter continua su proyecto de construcción de una “clínica del derecho” que acompañe las potencias de la experiencia, en otros términos, la operación del derecho como capaz de cualquier cosa, jugando con cierta herencia spinoziana.
Por su parte, los artículos de Emanuele Coccia y Pacôme Thiellement resultan los menos logrados por su vaguedad reflexiva y poca conexión con el resto de los textos. Finalmente, el contraste no puede ser mayor con el ensayo que cierra el volumen de Tristan Garcia titulado “Por una metabolización”, en torno a una filosofía poscrítica, que resulta el texto más destacable y lúcido de todos.
Luis Diego Fernández es doctor en Filosofía. Autor de Libertinos plebeyos. Ensayo, política y placer en Buenos Aires (Galerna).