Revista Ñ

“ES FÁCIL SACAR A BORGES DE CONTEXTO”

En su libro Borges, Big data y yo, Walter Sosa Escudero parte de la estadístic­a para recorrer el universo borgeano y revisar las ideas del infinito y de la realidad.

- POR MARTÍN DE AMBROSIO

Muchos años después, frente a su computador­a, Walter Sosa Escudero habría de recordar aquella mañana soleada y de otoño en que con su padre vio a Borges. Caminaban por el centro de Buenos Aires un domingo cualquier de principio de la década de 1980, quizá algo antes, y ahí lo vio, de la mano titubeante de María Kodama. Sosa Escudero, a quien el tiempo harían licenciado en Economía de la UBA y doctor por la Universida­d de Illinois (EE.UU.), tenía entonces 15 años y sintió la emoción de su padre ante ese “Borges mínimo, de andar sosegado, que contrastab­a con la figura totémica que todos los argentinos teníamos” de él, incluso los que como el padre de Sosa Escudero “jamás leyó un libro, ni de Borges ni de nadie”, pero “cuya emoción ante Borges era producto de quien siente la presencia salvadora de la sabiduría, no un evento cholulo”.

Con esa historia arranca Borges, Big data y yo, tercer opus del profesor universita­rio para la colección Ciencia que ladra (de Siglo XXI), en donde Sosa Escudero se las arregla para anudar tópicos en apariencia alejados. En esta entrevista, el autor, que es también guitarrist­a y tuitero frecuente – más de 27 mil seguidores–, cuenta cómo consiguió hacerlo, por qué en un mundo virtual igual tienen sentido las encicloped­ias y hasta un poco sobre la pandemia, de la que no sabe qué responder si se le pregunta cómo le fue con ella: “Es una pregunta difícil para un estadístic­o como yo. Uno querría sacar un promedio, pero resulta algo injusto. Desde cierto punto de vista, me fue pésimo; desde otro, excelente. Pésimo porque hay muchas cosas espantosas que han pasado, las limitacion­es de la pandemia que afectan a todos, las pérdidas. Desde otro, espectacul­ar porque me abrió puertas para usar más el Zoom, presentar el libro en Comodoro Rivadavia, y estar listo 15 minutos antes, o para Perú y Colombia sin moverme casi”, dijo.

–¿Tu libro qué es: una introducci­ón a Borges o a la estadístic­a?

–Es una gran pregunta porque me tomó mucho tiempo darme cuenta cómo había que pensarlo. Trabajé este libro durante tres o cuatro años, antes incluso que Big data (2019). Y siempre fue pendular, se movía yendo y viniendo entre Borges y los datos. Y no quería priorizar ninguno de los dos temas, y que en todo caso el lector lo decidiera. Pero dado que existía Big data, en algún momento y con el trabajo de Raquel San Martín, mi editora, lo vimos más como una introducci­ón a Borges. Así que sí: los datos y su estudio son una excusa para meterse adentro del universo de Borges. Y los comentario­s de los lectores van en ese sentido, hacen alusión a la gente que se enfrenta a él por primera vez y lo hace con una perspectiv­a distinta.

–Hablás de “enfrentar a Borges” como si, en efecto, hubiera que plantarse ante el tótem y no simplement­e leerlo o acaso disfrutarl­o.

–Sí, exacto. El libro juega con dos conceptos: el miedo y el respeto a Borges. Me parece que la gente primero dice que le tiene miedo, algo que es igual a lo que sucede con la matemática. Si bien no trabajé con matemática sino con estadístic­a, se habla de ese miedo: “Lo mío no son los números”, suele decir mucha gente, atajándose. Y las motivacion­es son las mismas con Borges. El desafío justamente es que se vaya el miedo, y en todo caso que quede el respeto, para ambos, para la matemática y para Borges, porque es verdad que hay una complejida­d subyacente que está bueno que exista.

–¿Cuál sería la relación de Borges con la Big data, en síntesis?

–Borges se espantaría con este nexo con la estadístic­a. Es una sacada de contexto que espero que se entienda no como algo forzado sino con honestidad intelectua­l. Es que resulta fácil sacar de contexto a Borges: hablar de Borges y la odontologí­a, Borges y el coaching ontológico (ríe). Al ser tan universal... Espero que Borges no se ofenda demasiado, pero hay dos nexos: lo infinito, eso es lo más obvio, y la tensión en toda su obra entre la realidad y sus representa­ciones, un problema filosófico viejísimo. ¿Qué es más real, los datos o sus interpreta­ciones?, esa es justamente la esencia de la estadístic­a y un tema recurrente en Borges.

–Dado el uso que se hace hoy del autor de Ficciones para distintas ciencias, desde la neurología a la física cuántica, ¿es que Borges sabía algo que nadie sabía, interpretó bien los datos que tenía en su época? ¿O es que quizá los científico­s lo fueron transforma­ndo en un precursor de casi todo?

–Esa es la trampa de Borges, y me pediste no elogiarlo. Es difícil y farragoso el terreno. Parece que Borges lo sabía todo de la filosofía, la religión, la ciencia y la lingüístic­a, además de la matemática. Yo no puedo evaluar cuánto sabía, pero Guillermo Martínez, una autoridad, matemático y novelista, en su libro (Borges y la matemática) se hace esa pregunta, cuánto sabía, y la respuesta es que sabía relativame­nte poco, el equivalent­e a un estudiante de primer año de matemática o física. Lo que llama la atención es que con muy poco podía crear un mundo. Eso le hace pensar a muchos que se adelantó a la física cuántica, o la inteligenc­ia artificial, parece premonitor­io. Pero no habla tanto de la naturaleza científica de Borges sino de su capacidad de creación literaria.

–En un mundo de big data, Google y redes sociales, tenés y coleccioná­s encicloped­ias. ¿Por qué? ¿Qué hay ahí que no pueda hallarse en el mundo virtual?

–Justo cabo de comprarme un par de tomos de Espasa Calpe de principios del siglo XX, así que puede sonar el timbre en medio de nuestra conversaci­ón. Lo que tiene la Británica o la Espasa Calpe es un principio de autoridad: buscás un artículo y está escrito en forma genérica pero con buen lenguaje. Si buscás en la británica “Argentina”, hay un ensayo que se llama “Historia de Argentina”, de unas 20 páginas, extenso. El lenguaje es espectacul­ar, fino, elegante, preciso y certero. Eso ya llama la atención y, si buscás, está firmado por un tal “THD”, que no es sino Tulio Halperin Donghi, quizá el historiado­r más importante de la historia nacional. Las encicloped­ias garantizan eso. Wikipedia tiene cosas fantástica­s, pero no está claro quién la escribe. En la entrada “probabilid­ad” a la quinta línea viene algo muy complejo. No tiene principio de autoridad, ni de lenguaje. Muchas veces está buenísimo, pero a veces no es para estudiante­s sino para expertos. Las otras encicloped­ias tienen un servicio de curación del lenguaje y están fechadas. Tengo la británica de 1981 y me dice algo de ese preciso momento, es decir, de antes de que caiga el Muro. Por eso, me compré esa Espasa Calpe, me interesa ver cómo se veía la matemática de principios del siglo XX. No es papel versus virtual: compro las encicloped­ias porque me muero de ganas de ver el consenso del siglo XX, su lenguaje, la informació­n que está ahí.

–La pregunta anterior tenía sentido porque hasta hay una persona que encaró la construcci­ón de una Biblioteca de Babel virtual (Jonathan Basile, libraryofb­abel.info), tal como se cuenta en el libro.

–Eso es lo horrible de la Biblioteca de Babel: está, pero… Ahora, podría poner el texto completo de mi libro, que está por definición, pero que yo lo busque no tiene sentido si ya lo terminé de escribir.

–¿En la “Biblioteca de Babel” están todos los libros, pero no el sentido, que está afuera?

–Exactament­e. La gente busca su destino, pero no está, es decir, son búsquedas no guiadas, entonces no se encuentra nada. En definitiva, es como si no estuviera.

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ARIEL GRINBERG El asombro que causa, en las Cinco Esquinas, la gigantogra­fía de Borges realizada en base a una fotografía tomada por Adolfo Bioy Casares.
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176 págs. $ 850
Borges, big data y yo Walter Sosa Escudero Siglo XXI 176 págs. $ 850

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