Revista Ñ

MICHEL WIEVIORKA: “LA OMERTÁ ERA EL MODELO”

Entrevista con Michel Wieviorka. El sociólogo analiza el escándalo tras las denuncias de incesto y abuso sexual. “Es una tergiversa­ción del Mayo Francés y no su herencia”, polemiza.

- POR MARÍA LAURA AVIGNOLO

La Familia Grande, el libro de la hija de un ex canciller francés y fundador de Médicos sin Fronteras, está produciend­o una crisis moral, social y política en Francia. El relato de Camille Kourchner sobre el incesto sobre “Victor”, su hermano mellizo y hoy astrofísic­o, por parte de Olivier Duhamel, su padrasto, el constituci­onalista más reconocido del país y expresiden­te de la Fundación de Science Po, expuso un secreto de familia que varias decenas de personas conocían y jamás denunciaro­n. Cuando el escándalo se amplificó en las redes sociales con nuevas denuncias, los valores del post Mayo del 68, la liberación sexual en manos de depredador­es “progresist­as” y el cuestionam­iento a las élites (que se forman en la alta escuela de Science Po) estallaron en Francia.

El impacto de esta explosión recién se inicia (y puede llegar mucho más alto) dentro del Estado francés. Eran muchos los poderosos que pasaban sus vacaciones libertinas en la casa de Duhamel, asesor informal del presidente Emmanuel Macron, mientras muchos recuerdan que la Primera Dama, Brigitte, lo sedujo cuando ella tenía 40 años y él era uno de sus estudiante­s, de 15 años. La bomba de fragmentac­ión no se detiene y no hay barreras.

Michel Wieviorka es uno de los sociólogos más prestigios­os de Francia. Ex presidente de la fundación de Ciencias del Hombre, fue protagonis­ta de Mayo del 68 y conoció a Olivier Duhamel como académico. Él diferencia los valores del 68 con aquellos que portaban los que vinieron luego a construir un pos 68, a su medida. El 68 finalizó en junio, cuando obreros y estudiante­s partieron de vacaciones, tras su revolución. El “después” no lo protagoniz­aron los mismos. Pero lo reinterpre­taron, lo reescribie­ron. Como Duhamel y sus amigos en Sanarysur-Mer, su casa de la playa.

Desde un pueblito de la Provence, este fue el diálogo de Michel Wieviorka con Ñ sobre el escándalo que conmueve al país, su contexto y por qué es “una tergiversa­ción del Mayo Francés” y no su herencia.

–¿Cómo explica usted el affaire Duhamel y esta omertá en la sociedad francesa durante tantos años?

–Hay muchas dimensione­s que debemos analizar. En primer lugar, Duhamel es una persona muy importante en el paisaje francés. Era el presidente de la Fundación de Sciences Po. En segundo lugar, es una persona relacionad­a con gente más que importante, cerca del presidente, cerca de gente que tiene un papel central en la vida política. Presidente de un club que se llama “Le Siècle”, donde se reúne la más importante de las élites francesas. El segundo punto es que es un nombre más de izquierda que de derecha y un hombre del lado del progreso en teoría, de los valores universale­s. –¿Por qué tardó tanto en descubrirs­e?

–En los años 80, Olivier Duhamel fue el hombre que abusó sexualment­e sobre uno de los hijos de Bernard Kouchner y de su esposa, Evelyne Pisier. Pero este joven le pidió entonces a su hermana gemela que no hablara de eso. Ella no habla, pero la gente entiende que algo pasa. Entonces, se transformó en un secreto a voces. Aquí empieza la segunda dimensión del affaire. Un día, la hermana gemela de la víctima, publica este libro La familia grande, en el que dice que su hermano fue víctima de incesto. Ahí se desata el escándalo público y aparecen personas que aseguran que no sabían nada, pero que en realidad sí sabían. Mucha gente, incluyendo el director del Instituto de Estudios Políticos de París, el famoso Sciences Po y otras personas rele

vantes. El problema es que, desde el punto de vista estrictame­nte jurídico, no es posible avanzar porque en Francia los delitos prescriben. Y luego, la tercera dimensión del tema es que muchas otras personas comenzaron a denunciar: “Yo también fui víctima de abusos sexuales”. Eso toma una dimensión increíble. Tenemos en Francia diez institutos de estudios políticos y en todos hay estudiante­s mujeres que dicen que fueron víctimas de agresiones sexuales por parte de otros estudiante­s. Y la institució­n no las ha escuchado. Entonces, tenemos aquí un debate sobre todo el sistema de preparació­n de las élites francesas. Porque todos estos estudiante­s, practicand­o el abuso en estas escuelas, después son parte de las élites políticas, económicas y administra­tivas del país.

–Esta complicida­d y omertá de la élite ¿está unida a la conciencia de clase de ese grupo social?

–No sé si la omertá es la palabra. Hay una dimensión de omertá. Pero lo más importante es la dimensión de indiferenc­ia. Los que dicen: “No hay que hablar de eso. No es tan importante, hablemos de otras cosas”. En este mismo momento, tenemos aquí una comisión oficial que está analizando de manera global los abusos sexuales dentro de la Iglesia Católica francesa. Esta comisión está trabajando de manera muy seria. Los resultados se harán públicos en noviembre. Lo voy a decir de otra manera. Hasta hace poco para los abusos sexuales dentro de las institucio­nes, dentro de la familia, dentro de la escuela, dentro de la iglesia, la omertá era el modelo. Hoy ya no es posible no apoyar a las víctimas, escucharla­s, sancionar a los culpables. Es un cambio muy importante.

–Camille Kouchner exhibe en su libro un ambiente familiar tóxico. ¿Cuáles eran los valores de “la gauche caviar” en Francia en esa época?

–Yo he escrito un artículo en la revista L’Express para decir que lo que pasa no tiene relación con el 68 sino con lo que viene cuando se acaba el 68. Hubo gente que quiso hacer cosas que dieran nueva vida a aquella revolución. Pero lo que realmente pasó fue una inversión, una tergiversa­ción. El 68 no fue violento, y luego hubo quien postulaba una revolución armada. Lo mismo pasa en términos de cultura: el 68 buscaba acabar con el arcaísmo cultural de la sociedad francesa, pero luego encontramo­s a quienes reclaman más liberación cultural y sexual para adultos y para niños.Y aquí empieza todo lo contrario al 68.

–¿Por qué?

–Duhamel no fue un actor tan importante en aquella revolución. Pero las referencia­s, la imagen de la liberación sexual, de las subjetivid­ades de los niños y aquello de que está “prohibido prohibir”, estaban muy presentes en su grupo familiar y de amigos. Solo que eso sucedió dos décadas después del Mayo Francés y que no tiene nada en común con aquel, en mi opinión. Esta gente habla de la liberación sexual como si fuese lo mismo para todos, para los jóvenes y para los adultos. Pero si tienes 12 o 13 años, el tema es muy diferente que si tienes 30 o 40 años. Hablar de liberación es una cosa, pero la verdad es que aquello era el placer sexual de Olivier Duhamel.

–Se recuerda por estos días una solicitada de 1977 publicado en Liberation y en Le Monde, en el que se reclamaba el derecho a legalizar las relaciones sexuales con menores de edad. Lo firmaron Sartre, Simone de Beauvoir y también Bernard Kouchner. ¿Qué significa todo eso en este contexto?

–En el año 77, hubo gente que quería apoyar este texto y había gente que firmaban sin reflexiona­r mucho. Fue el caso del político Jack Lang, que ha dicho: “Bueno, yo he firmado ese texto, pero hoy sé que fue un error”. En

1977, estábamos a 8 o 9 años del 68, no era demasiado tiempo y estas ideas de liberación, de emancipaci­ón, son ideas que toman una cierta fuerza en términos sexuales. Entonces, aquí es donde está la frontera entre el bien y el mal, lo que es emancipaci­ón y lo que es subordinac­ión. Este texto es la anulación de la frontera y, desde este punto de vista, es muy grave. Y además abre la puerta en un contexto post 68.

–¿Por qué cree que se abre esta caja de Pandora ahora?

–Estamos en un momento histórico en el que es posible hablar mucho más que antes. Se ve en el movimiento #MeToo y en el #BlackLives­Matter, que expresan “no aceptamos más la violencia, los abusos sexuales”. Las cosas han cambiado y esto se debe mucho a los movimiento­s de mujeres, de protesta y de derechos humanos. Estamos en un momento histórico que ya no admite los abusos sexuales y tampoco la desigualda­d entre los hombres y las mujeres. –¿Qué rol han jugado las redes en esta discusión sobre el incesto?

–Con las redes sociales, cada persona puede expresarse con un nivel único de libertad en la historia del mundo. Hoy, yo o usted podemos escribir algo en una red social y saber que miles y miles de personas van a leerlo y van a difundirlo. El segundo punto importante es que nuestra sociedad no acepta más los abusos y las violencias. Claro que hay abusos, claro que hay violencia, pero son menos aceptados. Entonces, muchas cosas han cambiado. El libro de Camille Kouchner fue el elemento que hizo que mucha gente se diga: “Ah, eso vale para mí también”.

–¿Qué rol tuvo el confinamie­nto, el aislamient­o de la gente durante todo este periodo, para revelar esta verdad escondida?

–Yo voy a decir un poco lo contrario de la pregunta. Es decir, en una situación de pandemia, de crisis económica y de problemas de empleo, para mi es increíble que un tema que nada que ver con el coronaviru­s – como este– fue capaz de hacerse un espacio en el debate público. No voy a decir que la pandemia ha creado condicione­s favorables para que se hable más de esto. Al contrario, a pesar de toda esta situación excepciona­l, el tema fue importante. Lo que significa que es realmente algo relevante.

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Michel Wieviorka
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NOËL SMART Wieviorka es discípulo de Alain Touraine y dirige el Collège d’Études Mondiales.

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