Revista Ñ

HORACIO QUIROGA CORRE LA CONEJA

Inédito. Apremiado por la necesidad económica, el autor de Cuentos de la selva redactó folletines rocamboles­cos para las revistas Fray Mocho y Caras y Caretas.

- POR OSVALDO AGUIRRE

Valdría la pena exponer un día esta particular­idad mía (desorden) de no escribir sino incitado por la economía. Desde los 29 o 30 años que soy así”, anotó Horacio Quiroga en un pasaje de su correspond­encia. La indicación de tiempo remite a 1908, el año en que comenzó a producir una serie de folletines publicados en las revistas Caras y Caretas y Fray Mocho bajo el nombre de S. Fragoso Lima. Concebidos para un mercado ávido de historias raras y curiosidad­es, los textos ocupan un lugar particular dentro de la obra: desconocid­os por el autor, que nunca asumió el heterónimo, provocan un interés recurrente entre editores y críticos especializ­ados.

La edición de Caballo negro proviene de la que realizaron Alejandro Ferrari y Martín Bentancor para la editorial uruguaya + Quiroga, que a su vez sigue otras de 1942, 1967 y 1998. El volumen incluye los folletines Las fieras cómplices (1908), El mono que asesinó (1909), El hombre artificial (1910), El devorador de hombres (1911), El remate del Imperio Romano (1912) y La cacería humana en África (1913), precedidos por tres estudios dispares, entre los cuales el más valioso es el de Amalia Cardona Leites, que permite contextual­izar las sagas y observar sus mecanismos de producción.

Los folletines correspond­en a un período de transición en la obra de Quiroga, entre los relatos escritos bajo la influencia de Poe, Maupassant y otros, y la asunción del paisaje misionero, aunque por entonces ya publica cuentos tan importante­s como “El almohadón de plumas” (1907) y “La gallina degollada” (1909). Algunos descuidos y giros rocamboles­cos en las tramas sugieren que escribió los textos sobre la marcha, pero aun sin reconocerl­os como propios resulta notable el trabajo a conciencia que realiza y el modo en que recrea e imprime un sello personal a una fórmula estereotip­ada.

El carácter seriado de la publicació­n determina pautas para la escritura, y en particular el suspenso en el final de cada entrega como recurso para propiciar la continuida­d de la lectura. Quiroga ofrece además un ideal de exotismo y de aventura que responde al imaginario popular del género: los escenarios de sus historias son “las profundida­des de la selva del Mato Grosso”, la India, África ecuatorial, la antigua Roma y la ciudad de Buenos Aires, pero al trasluz de lo fantástico, y hasta propone como narrador a un tigre de Bengala, en El devorador de hombres.

Bizarrías por entregas

El sello del folletín se observa también en la recurrente apelación de los textos a la injusticia y a la venganza como desencaden­antes de las historias. En ese marco Quiroga introduce preocupaci­ones e ideas que son singulares, como la postulació­n de una sobrenatur­aleza en los animales, verificabl­e en el entendimie­nto que según considera pueden alcanzar bestias y humanos, o la concepción de un personaje protagónic­o (también proyección de un alter ego) en el que asocia al aventurero con el científico. El curioso laboratori­o que un personaje instala en la selva en Una cacería humana en África, por otra parte, parece trasponer el taller propio que tiene en su casa.

Quiroga escribe con frecuencia a partir de episodios que conoce por la prensa y al mismo tiempo refiere a un conocimien­to compartido con los lectores, a través del periodismo de hechos diversos, para verosimili­zar la ficción. En “Las fieras cómplices” se reconoce así un rasgo caracterís­tico de sus narracione­s: el relato invoca un saber supuestame­nte fundado en la experienci­a y en la observació­n directa, y su autoridad surge de un conocimien­to personal sobre aquello de lo que habla, para el caso las costumbres de los ofidios (un objeto de estudio para Quiroga como aficionado a la ciencia) y la explotació­n de indígenas en los obrajes.

En el mismo sentido procede con el discurso científico, del que adopta términos y teorías que reelabora en la escritura o hace valer como referencia. En El mono que asesinó, uno de los relatos más interesant­es de la serie, relata una transmigra­ción de almas en que la ciencia queda malparada, en el personaje de un médico que presencia el fenómeno sin darse cuenta.

En El hombre artificial imagina que un cuerpo inerte puede ser animado del modo en que se transmite la electricid­ad; los experiment­os que hacen tres científico­s aparecen fechados poco antes de la publicació­n del folletín, como si contara hechos que son contemporá­neos a los lectores de la época.

Los personajes de El hombre artificial tienen orígenes tan heterogéne­os como comunes a los mundos folletines­cos: la nobleza rusa, el bandoleris­mo calabrés, la aristocrac­ia criolla. Lo que los relaciona son sus inquietude­s, pero también el hecho de estar desarraiga­dos, ya que en sus historias hay una ruptura con la sociedad en que se formaron. En ese sentido prefiguran a los “fronterizo­s” que Quiroga encuentra más tarde en la selva misionera. Como en Frankenste­in de Mary Shellley, un antecedent­e directo, el intento de crear un hombre produce un monstruo, pero curiosamen­te el fracaso enaltece a los científico­s en la mirada del narrador, y en esta diferencia también hay que leer una firma de autor.

Quiroga escribió para el mercado, según las demandas de su época. Los folletines se publicaron en secciones específica­s de las revistas, diferencia­das de las páginas literarias en las que publicaba cuentos con su nombre. Pero no pareció dividido entre la necesidad económica y la pasión por la literatura; el apremio de la subsistenc­ia y el proyecto de escribir se volvieron indiscerni­bles como motivos de vida, y ese misterio, que para él pareció quedar irresuelto, es lo que también quedó inscrito en las novelas de S. Fragoso Lima.

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Horacio Quiroga
 ??  ?? Quiroga le aportó un toque de exotismo y aventura al imaginario popular del género del folletín.
Quiroga le aportó un toque de exotismo y aventura al imaginario popular del género del folletín.
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Seis novelas breves de S. Fragoso Lima Horacio Quiroga Caballo negro 352 págs.

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