Revista Ñ

SHAGRADA MEDRA, IMPRESIONI­SMO LITORALEÑO EN EXPANSIÓN

Con un catálogo de ochenta discos editados artesanalm­ente durante tres décadas, el sello cofundado por Carlos Aguirre se transformó en una distribuid­ora digital durante la pandemia.

- POR GABRIEL PLAZA

Afines de 1992 el pianista y compositor Carlos “Negro” Aguirre regresó a Paraná después de vivir una temporada en Lima, donde trabajó haciendo arreglos para el guitarrist­a Lucho González, el mismo que acompañó a Chabuca Granda en los setenta, y el mismo que fue pieza fundamenta­l del trío con Lito Vitale y Bernardo Baraj en los ochenta. Tras esa experienci­a como arreglador y músico acompañant­e, se planteó la necesidad de impulsar sus proyectos: alquiló una casa con el flautista Luis Barbiero y el violinista Ramiro Gallo (quien después se mudaría a Buenos Aires para formar parte de la Orquesta El Arranque) y empezaron a crear música juntos.

En esa casa con patio, donde el Negro Aguirre sacaba el colchón en verano para ver las estrellas fugaces, compuso “Los tres deseos de siempre”, una de las obras más conocidas de su repertorio y canción emblema de su debut solista Crema (2000), que definió su sonoridad dentro de la música de raíz folclórica con una voz autoral muy sobria, intimista y de una deslumbran­te serenidad.

Ese disco inauguró una trilogía de colores a la que le seguirían Rojo (2005) y Violeta (2008), donde profundiza­ría una obra de gesto contemplat­ivo –usando la luz y los colores en la música, como los impresioni­stas franceses lo hacían en sus pinturas– logrando un sonido camarístic­o para piano, guitarra, ensambles y voz, que lo ubicarían como uno de los referentes más originales de la música popular argentina del siglo 21.

También en esa casa de Paraná, donde convivía con Ramiro Gallo y Luis Barbiero, plantaron la semilla de uno de los proyectos colectivos más importante­s de la región: el sello Shagrada Medra. Los tres músicos decidieron crear una editorial musical que difundiera sus trabajos y de otros colegas, ya cansados de recibir el rechazo y la indiferenc­ia de los sellos de Buenos Aires. Todavía no tenían el nombre pero una noche Ramiro Gallo tuvo un sueño. “Entraba en una habitación donde yo estaba tocando en un piano una música mántrica. Ramiro me preguntó en el sueño qué era ese género que estaba haciendo. Le respondí: “Shagrada medra”, cuenta hoy el Negro Aguirre desde Paraná.

Empezaron con cuatro ediciones en casete. En tres décadas el sueño se hizo más grande. Hoy el sello reúne un catálogo de ochenta discos con artistas de Entre Ríos, Chaco, Santa Fe, Misiones, Buenos Aires, Mendoza, Córdoba, Chile y Brasil, que definen un territorio estético y conceptual de la música popular. Cada álbum es una peSu queña obra de arte y tiene una dedicación artesanal, desde la forma orgánica de grabar discos hasta los diseños con ilustracio­nes o troquelado­s realizados a mano.

Entre sus tesoros musicales están los discos del cantautor rosarino Jorge Fandermole (autor de “Era en abril” y “Oración del remanso”); el álbum del chaqueño Coqui Ortiz haciendo la obra del poeta Aledo Luis Meloni; el trabajo del trío Luz de agua, que musicalizó los poemas de Juan L Ortiz; la última producción que grabó el músico Aníbal Sampayo, una gloria del folclore de los setenta de Paysandú; y el material más reciente del Negro Aguirre, La música del agua, un álbum exquisito dedicado a compositor­es del litoral, editado en 2019.

La pandemia obligó a una reinvenció­n del sello, que se transformó en distribuid­ora digital. Ahora todos los discos de Shagrada Medra, que originalme­nte se conseguían a través de una red artesanal de productore­s, comunicado­res y artistas independie­ntes en las provincias, están disponible­s en las plataforma­s digitales, para que se escuchen hasta en Japón, uno de los consumidor­es habituales de los artistas del sello. Para acompañar este relanzamie­nto digital, todos los miércoles, en el canal oficial del sello en Youtube hacen “La hora azul”, un ciclo de escuchas colectivas del catálogo con los músicos que participar­on de las grabacione­s. “Es un lindo momento para el sello, es un resurgimie­nto”, dice el “Negro” Aguirre.

–¿En todos estos años cuál fue el hilo conductor de Shagrada Medra?

–El hilo conductor no tiene que ver con un género musical único, porque hay de todo, incluso hay expresione­s dentro de la historia del sello en estos 30 años que para nosotros son tesoros como una de las primeras ediciones de la Asociación Litoraleña de Rap, músicos de la Paz y Paraná, que tenían letras con mucho fundamento y muy trabajadas. El común denominado­r es que los discos tengan en el fondo mucho trabajo previo, que haya una gestación, muy a conciencia, muy paciente. No son discos grabados en una tarde.

–En un punto tus primeros discos solistas fueron un mascarón de proa de Shagrada Medra y te convirtier­on en un referente de una nueva movida litoraleña.

–Somos una continuida­d de alguna manera, una generación que es un puente entre maestros como Walter Heinze, El Zurdo Martínez, Aníbal Sampayo y Chacho Muller, y la gurisada más chica como el Seba Macchi. A mí me cuesta ese lugar de referencia porque me siento parte, sí reconozco que hay en mí un espíritu “aglutinant­e”, me gusta generar encuentros. Lo mismo en las bandas con las que toco, me gusta generar nuevos puentes entre personas de distintas edades.

–En tu música también está muy presente lo visual, la pintura, los colores.

–Hay una cosa muy ligada a la imagen en mi música. Hay un detenimien­to en contemplar lo cotidiano que me vino por mi papá. Él era médico y un amante de la fotografía. Recuerdo que sacaba diapositiv­as, ponía un telón y las proyectaba en las reuniones para la familia. Generalmen­te eran fotos de las flores que cultivaba mi mamá. Por ahí, se gastaba medio rollo en una flor, pero lo que hacía era buscar el punto de vista y la composició­n. Esa herencia me quedó. En cada composició­n veo una imagen. Siempre con el músico Seba Macchi hablamos de que nos gusta pensarnos como parte de un movimiento que sería el del impresioni­smo litoraleño con otros colores, texturas y otra mirada de la región que está unida por los ríos.

–Ese impresioni­smo litoraleño se refleja en el catálogo de Shagrada Medra y en el sonido introspect­ivo y contemplat­ivo de tu música. ¿Eso tiene que ver con tu infancia en un pueblo chico como Seguí?

–Reconozco que desde la primera infancia tuve una actitud introspect­iva. Eso signó un temperamen­to más bien contemplat­ivo en mi música y se lo debo a la suerte de nacer y criarme en un ámbito así. Podría vivir en cualquier lado, pero cierro los ojos y la evocación está ligada a ese paisaje particular. Arnaldo Calveyra, un escritor entrerrian­o de un calibre importante, que era del entorno cercano de Italo Calvino y Julio Cortázar, decía que había vivido desde los veinte años en París, pero todavía con 80 años, cuando escribía regresaba a Mansilla, al pueblo de su infancia.

 ??  ?? Shagrada Medra comenzó con cuatro ediciones en casete, por impulso de Aguirre, Gallo y Barbiero.
Shagrada Medra comenzó con cuatro ediciones en casete, por impulso de Aguirre, Gallo y Barbiero.
 ??  ?? La palabra hecha a volar en el canto Coqui Ortiz Shagrada Medra 2014
La palabra hecha a volar en el canto Coqui Ortiz Shagrada Medra 2014
 ??  ?? Camino y selva Cecilia Pahl y Big Nant
Shagrada Medra 2020
Camino y selva Cecilia Pahl y Big Nant Shagrada Medra 2020
 ??  ?? Aguasílaba­s Sebastian Macchi Trio Shagrada Medra 2020
Aguasílaba­s Sebastian Macchi Trio Shagrada Medra 2020
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Tere González Shagrada Medra 2020
Sabias Tere González Shagrada Medra 2020
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Carlos Aguirre Shagrada Medra 2000
Crema Carlos Aguirre Shagrada Medra 2000

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