SIETE DÉCADAS DE ARTE CONCEPTUAL
Una muestra reúne obras poco conocidas de Oscar Bony, Marta Minujín, Sameer Makarius y Juan Pablo Renzi, entre otros artistas, producidas desde mediados de los años 50 hasta hoy.
La muestra El medio es el mensaje y el mensaje está en la pintura que se puede recorrer estos días en la Galería Herlitzka + Faria tiene, desde el título, un guiño a la célebre frase de Marshall Mc Luhan de 1964. En el libro Comprender los medios de comunicación: las extensiones del ser humano, muy difundido en nuestro país, el autor proponía que el medio en sí mismo debe ser el foco de estudio, no el contenido que transporta. Con un eje muy claro que destaca lo conceptual en su amplitud –sello que mantiene la galería–, la muestra integra once artistas con obras que van desde mediados de los años cincuenta hasta el presente, con esos aportes que permiten encontrar piezas desconocidas o singulares, haciendo que la pintura, los usos variados y posibles que esta práctica imprime en la producción de obra, se desplieguen hacia distintas direcciones.
Muy particular es el caso de Oscar Bony (Posadas, 1941 - Buenos Aires, 2002) recordado habitualmente por su paso por el Instituto Di Tella con su célebre obra performática “La familia obrera”, de 1968. Aquí se exhiben dos piezas que forman parte de su producción en la ciudad de Milán, donde residió desde 1976 hasta mediados de los ochenta. En ese período Bony estuvo muy activo, retomó en parte lo pictórico con la libertad de no tener un estilo, una temática determinada. Valiéndose de la deconstrucción, del pequeño formato, usa la vibración del color en la que la materia recrea las posibilidades del plano liso y el colorido de una impronta gestual en dos piezas de 1979.
Las tres obras de Alejandro Puente (La Plata, 1933 - Buenos Aires, 2013) son del período en que gracias a la Beca Guggenheim reside en Nueva York, donde se integra a los círculos de la vanguardia, participando en la recordada muestra Information del MoMA en 1970. Su equilibrado uso del color y la economía de formas de cada una de estas obras singularizan un período que luego abandona de regreso al país en 1971, cuando se vuelca a la abstracción geométrica de los patrones aborígenes latinoamericanos.
A Sameer Makarius (Egipto, 1924 - Argentina, 2009) se lo recuerda por sus fotografías que tienen un juego de equilibrio con los grises, pero no suele tenerse en cuenta que fue co-fundador del grupo de vanguardia “Otra Figuración” exponiendo junto a Jorge de la Vega, Ernesto Deira, Rómulo Macció, Carolina Muchnik y Luis Felipe Noé en 1961. En El medio es el mensaje... se exhiben seis obras de su serie de Action Painting que va del 59 al 61, donde la huella del gesto en el chorreado de la pintura deja una composición muy equilibrada de color.
Una figura que merece recuperarse es Abdulio Giudici (Buenos Aires, 1914 - Mendoza, 2008), cuyo plano de actividad se desarrolló tanto en la docencia como la investigación teórica y cuya obra estaba basada en una práctica que rechaza la figuración y la representación como mímesis de la realidad. Se presenta de él una obra Sin título de 1963 con una variación equilibrada de tonos verdes y amarillos.
Osvaldo Romberg (Buenos Aires, 1938 - Israel, 2019) proviene del grabado para luego expandirse a otros campos. Las tres obras suyas exhibidas en la muestra están centradas en su atracción particular hacia aquellos artistas metódicos que, como Mondrian, Malevich o Albers, han erigido verdaderos órdenes formales. Son de los 80 y en ellas Romberg usa la cuadrícula o una gestualidad repetida, en un proceso que Rodrigo Alonso ha designado como verdaderas taxonomías exhaustivas de gran belleza visual, desmantelando rigurosamente el tono y la saturación.
De los ochenta son los paneles de Marta Minujín (Argentina, 1943) que integraron el “Laberinto Minujinda”, instalación exhibida en el Centro Cultural Recoleta en 1985. Usando el mismo plan que en la recordada “Menesunda”, el laberinto se integraba por 21 salas en un recorrido donde el visitante debía decidir entre “el camino de la inteligencia” o “el camino de la belleza”. Los paneles pintados a mano y de igual tamaño eran parte de la sala psicodélica donde el color y la disposición de las formas producían un campo de atracciones variadas y complejas.
De Juan Pablo Renzi (Casilda, 1940 - Buenos Aires, 1992) hay varias obras que participaron del envío a “II Bienal Internacional de Pintura”, Cuenca, Ecuador en 1989. Mantienen correspondencias con la literatura y la música y, entre otros, con el pintor holandés Pat Andrea, por ejemplo, “Meditaciones del Holandés”, obra de gran vibración de color, de 1988-1989.
El artista colombiano Luis Roldán (Cali, 1955) tiene tres piezas que evocan el poema “Eidolon” de Walt Whitman, que remite a la literatura griega antigua, donde “un eidolon era una imagen, un doble, un fantasma, una aparición fantasmal, una imagen espiritual de una persona viva o muerta”.
Usando otra analogía, la de los signos gráficos y las ecuaciones matemáticas, la única obra exhibida de Horacio Zabala (Buenos Aires, 1943) “Fragmentos equivalentes”, de 2019, es una frase visual con un formato en dos piezas repetidas simétricamente, unidas por un signo de tres rayas horizontales que se utiliza para anotar la equivalencia en una ecuación.
Finalmente, las únicas obras que traen a la muestra cierto grado de representación pertenecen a Elda Cerrato (argentina nacida en Italia en 1930) y a Juan Tessi (Perú, 1972). La de Cerrato pertenece a la serie Para una Imagen del Hombre, de 1976. Contraponiendo la tensión propia de nuestro país entre el campo y la ciudad, Elda altera el mapa que casi se pierde en un fondo azulado, marcando las zonas de presencia de la multitud y las áreas sin densidad poblacional. El juego de la arquitectura urbana en contraposición con la línea horizontal del surco en la tierra sembrada se completa con una serie de rostros individualizados, que se recortan con la calidad gráfica de un esténcil pero están pintados uno a uno.
En “Alfredo”, obra de 2002 cercana al hiperrealismo, Juan Tessi, discípulo de Juan Garabito, imprime con la elocuencia de un gran oficio a un joven que desconcierta y atrae por su pose en una cama con sangre en la cabeza. María Gainza sostiene que son parte del desgarro y parte del dolor del mundo que cada generación siente a su manera.