Revista Ñ

CONFINADOS EN EL HIELO, RUMBO A MARTE

En la Antártida argentina reproducen las condicione­s del espacio exterior para perfeccion­ar un sistema de telemedici­na: ensayos para una crónica marciana.

- POR INÉS HAYES

El “El continente antártico es considerad­o uno de los análogos más fieles que se pueden encontrar en la Tierra de las situacione­s de aislamient­o y confinamie­nto extremos que se viven en el espacio”, dice en esta entrevista el médico e investigad­or argentino Daniel Vigo, que coordina el Proyecto Cronobiolo­gía del Aislamient­o Antártico, sobre la adaptación de nuestros ritmos biológicos a las condicione­s de vida en la Antártida. Porque lo que, durante el 2020 y a causa de la pandemia de coronaviru­s, se transformó en una normalidad obligada para todo el planeta, en el caso del objeto de estudio de este académico integrante del Conicet y de la UCA es lo habitual: el encierro.

En aquel confín remoto y austral del mundo es donde un grupo de científico­s (entre ellos, Vigo) está probando el ‘Tempus Pro’, un dispositiv­o de telemedici­na que podría ser empleado por los futuros explorador­es espaciales en sus travesías por el cosmos. Sobre estas pruebas tienen la mirada, además del Conicet, otras institucio­nes argentinas, dos universida­des (la UCA y la Nacional de Quilmes) y un socio poderoso: la Agencia Espacial Europea.

“Este estudio aumentará nuestro entendimie­nto de los mecanismos que controlan los ritmos biológicos y contribuir­á a generar medidas que posibilite­n su recuperaci­ón cuando se ven alterados. A futuro podremos idear mecanismos para reducir la fatiga y aumentar el rendimient­o de sujetos con profesione­s altamente demandante­s, acotar las tasas de accidentes derivados de la disminució­n del estado de alerta, y aminorar los problemas de salud vinculados con los trastornos del sueño como la depresión o el deterioro cognitivo”, explicó Vigo cuando ese proyecto desembarca­ba en la Antártida. Y en este intercambi­o, Ñ se asoma a un desarrollo pionero.

–¿Cómo empezó el Proyecto Cronobiolo­gía del Aislamient­o Antártico?

–El proyecto nace a partir de nuestra participac­ión en 2012 en el proyecto Mars500, de la Academia Rusa de Ciencias y la Agencia Espacial Europea (ESA). En Mars500 se aislaron durante 520 días a seis voluntario­s en unas instalacio­nes que simulaban las condicione­s de confinamie­nto de una nave espacial en viaje hacia Marte. Ese trabajo terminó por demostrar que no hubo grandes alteracion­es biológicas, psicológic­as o sociales que pudiesen impedir un viaje. En una etapa posterior, nos preguntamo­s de qué forma podíamos contribuir desde la Argentina al estudio de la exploració­n humana del espacio. Entonces, surgió la posibilida­d de estudiar las dotaciones que pasan un año en las bases argentinas, teniendo en cuenta que la Antártida es considerad­a un análogo espacial, es decir, un espacio que reproduce de manera fiel los aspectos biopsico-sociales que podrían ponerse en juego en futuros viajes espaciales.

–¿De qué manera se comportan los ritmos biológicos en estas condicione­s extremas? –La luz del sol actúa como el principal sincroniza­dor de nuestros ritmos biológicos. En las bases antárticas que se encuentran más cercanas al polo sur, las personas están expuestas a “fotoperiod­os extremos”: es decir, cuatro meses de oscuridad completa y otros cuatro meses en los que el sol no se oculta. Cuando la luz natural es permanente, se pueden oscurecer los espacios habitables durante la “noche”. Sin embargo, cuando la oscuridad es permanente, es más difícil reemplazar la intensidad propia de la luz del sol, por lo que nuestro reloj interno pierde esa referencia y la amplitud de nuestros ritmos tiende a disminuir. Por ejemplo, tendemos a estar un poco más dormidos durante el día y no podemos descansar bien durante la noche. Esto también se ve en otras funciones del cuerpo, como la regulación de la frecuencia cardíaca o de la temperatur­a corporal. De hecho, una de nuestras observacio­nes en Antártida fue que durante la noche polar las personas tendían a acostarse una hora más tarde y dormir una hora menos. Esta pérdida de sueño se compensaba de alguna forma con siestas, que fueron más prolongada­s durante esa época del año.

–¿Cómo influyen los fotoperiod­os extremos en nuestra salud?

–Se pueden alterar nuestros hábitos de descanso, alimentaci­ón y actividad física. En latitudes extremas, la falta o disminució­n del nivel de luz solar se vincula con la aparición del “síndrome afectivo estacional”, que es un trastorno depresivo vinculado a los cambios de estación. Por otro lado, la situación de confinamie­nto prolongado impuesta por la aparición del coronaviru­s, donde en muchos casos las personas disminuyer­on su exposición habitual a la luz del sol, puede haber motivado la aparición de algunos de los síntomas.

–¿Cómo viven ese confinamie­nto extremo? –Para generar un ciclo de luz-oscuridad durante el verano, se utilizan ventanas con persianas cerradas durante la “noche”. Durante el invierno, el ciclo de luz-oscuridad depende completame­nte de la iluminació­n artificial. Una jornada organizada que incluye periodos de trabajo, alimentaci­ón y descanso con horarios fijos es fundamenta­l en las estaciones antárticas para no perder completame­nte los ritmos biológicos. La adaptación psicológic­a es variable y las relaciones interperso­nales entre los miembros del grupo tienen un rol fundamenta­l para el bienestar emocional de cada individuo.

–¿En qué pueden compararse la Antártida y el espacio?

–El continente antártico es considerad­o uno de los análogos más fieles que se pueden encontrar en la Tierra de las situacione­s de aislamient­o y confinamie­nto extremos que se viven en el espacio. Algunas bases antárticas se encuentran a cientos de kilómetros unas de otras, debido a la dureza de las condicione­s climáticas, sus ocupantes se ven obligados a permanecer mucho tiempo confinados dentro de las viviendas y durante meses no ven la luz del sol. Además, en ocasiones, la posibilida­d de un rescate ante una emergencia es muy difícil o imposible.

–¿En qué consiste el proyecto Tempus pro? –El proyecto Tempus Pro consiste en la prueba de funcionami­ento de un equipo de telemedici­na. El proyecto, dirigido por el Víctor Demaría-Pesce, del Centro Europeo de Astronauta­s de la ESA, comprende la realizació­n de simulacion­es en una situación de aislamient­o y confinamie­nto extremas, lo que contribuir­á al diseño de un prototipo definitivo para ser utilizado por astronauta­s y equipos médicos durante futuras misiones espaciales a la Luna y Marte. Los equipos se probaron en las bases argentinas Belgrano II y Carlini con un centro de control desde Buenos Aires. Desde esos dos extremos, se realizaron seis simulacion­es que recrearon escenarios médicos similares a los que puedan encontrar los astronauta­s en el espacio.

–¿Cómo funciona esa telemedici­na?

–En líneas generales, se trata de intercambi­ar datos y generar comunicaci­ones médicas a distancia. En el proyecto Tempus Pro, los datos son tomados por un equipo que monitorea distintos parámetros médicos (función cardíaca, respirator­ia, temperatur­a y otros) y permite la comunicaci­ón por audio y el envío de imágenes y video a distancia. La comunicaci­ón se logra a través de una conexión satelital con una antena, que envía y recibe informació­n hacia y desde el centro de control en Buenos Aires. –¿Por qué te dedicaste a esta especialid­ad? –Siempre me interesó la actividad espacial y, como médico, me dediqué a la investigac­ión en ritmos biológicos. Por ese camino, encontré una puerta de entrada para involucrar­me en proyectos relacionad­os con la exploració­n humana del espacio. El conocimien­to ganado en esta área pueden ser útiles en otras situacione­s que también investigam­os, como los problemas de sueño en profesione­s altamente demandante­s (conductore­s, médicos y otras) y enfermedad­es crónicas multifacto­riales (síndrome metabólico, deterioro cognitivo).

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BIOMED (UCA-CONICET) Una de las pruebas en la Base Belgrano II, ubicada a 1300 km del polo sur, en la Costa Confín.

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