Esa preciada inactualidad
La historia de la literatura argentina suele ser un tanto negligente con el poeta, dramaturgo y escritor Juan Rodolfo Wilcock (1919-78). La causa pueda deberse a que parte de su obra fue escrita en italiano. A pesar de haber sido posteriormente traducido a nuestro idioma –aunque en forma postuma e incompleta–; su destino resulta aún, un tanto ambiguo. Felizmente la aparición de Aprovechemos que hay una fuente, en edición bilingüe traducida por Guillermo Piro, busca remediar esa asignatura pendiente.
Una de las voces poéticas más representativas de los años 40, Wilcock publicó en apenas 13 años seis poemarios sólidos, de un intimismo neorromántico con especial atención en la experiencia amorosa: Libros de poemas y canciones (1940), Ensayos de poesía lírica (1945), Persecución de las musas menores (1945), Paseo sentimental (1946), Los hermosos días (1946) y Sexto (1953). Estrofas marcadamente clásicas y enriquecidas por acertadas metaforizaciones y sinestesias, por lo general, sobre temas y motivos eternos, es decir, inactuales. Una respiración refinada, donde desplega una suerte de restauración neoclásica.
Traductor genial y colaborador de Sur, dirigió sus propias revistas literarias: Verde memoria (1942/44) y Disco (1945/47). Pero su imaginería, la percepción de la duración temporal y el pathos teatral de la expresión de sus versos en castellano, sufren un quiebre hacia mediados de los años 50. En vez de apagarse en la obstinada repetición como solución, optó por algo más honesto e inteligente: emigró a Italia, mudándose también de lengua. Pronto Wilcock dominó el idioma de Dante sin jamás regresar al español. Así, tras cambiar de público, cambió de estilo (lo cual implica nuevos códigos de referencia). Un modo de reinventarse, y a su vez, de renacer lejos de la sombra borgeana.
Desde entonces, y hasta su muerte, su vocación parece haber sido la de encumbrarse a través de publicaciones disímiles y perfectas tanto en narrativa como en poesía. Su obra en prosa tuvo mejor suerte dado que se la tradujo y reeditó. No, en cambio, su poesía en italiano que, hasta nuestros días, llegó a nosotros a través de casos aislados, imprecisos, acaso con la excepción de Italienisches Liederbuch, traducido en su integridad también por Piro.
Los poemas de Aprovechemos que hay una fuente, en el mismo orden que se presentan, aparecieron en la edición de la obra completa en verso de J. Rodolfo Wilcock, Poesie, publicada por Adelphi en 1980, y constituyen un único corpus reunido bajo el título de Poesie inedita. Como indica el traductor en una nota liminar, una parte de este mismo corpus ya se conocía en traducción al español, en versiones de Ana María del Re, en una antología que se tituló Poemas (Fundarte, Caracas, 1985). El resto de la serie se traduce por primera vez.
Poemas representativos de su última etapa, una obra que revela el pensamiento poético de un renovador permanente. Cada poema se construye con una habilidad estilística y constructiva armoniosa. Compasivo, elíptico. Aquí hay normas, temas y motivos más personales que en su primera etapa lírica, siempre bien medidos, acentuados y pensados. Eficacia, transparencia y precisión. Versos que comulgan con la rima como elemento sustancial, siguiendo el credo de su mentado Swinburne. Una colección ilustrativa de su quehacer lírico tardío.