Revista Ñ

Quienes llevan, inquietos, una lámpara

Poesía. Una pequeña selección del escritor suizo de lengua francesa Philippe Jaccottet. Celebrado ensayista, diarista y traductor, su obra lírica fue publicada recienteme­nte en la colección de La Pléiade.

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Escucha, mira...

Escucha, mira: ¿no hay algo que sube de la tierra, de mucho más abajo, como una luz, en oleadas, como un Lázaro herido, absorto, en lento batir de alas blancas, mientras que por un instante todo calla, y es en verdad aquí donde estamos, asustados, y no descienden así de más allá del cielo, a su encuentro, otros vuelos, más blancos

–por no haber discurrido entre raíces de barro–, y no corren ahora unos contra otros cada vez más deprisa, a la manera de los encuentros amorosos?

Ah, piénsalo, dilo, sea lo que sea, di que algo así puede ser visto, que sabrás aún correr así, pero dentro del áspero manto de la noche. (Versión de Rafael-José Díaz)

La voz

¿Quién canta allí cuando todos callan? ¿Quién canta con pura y apagada voz ese canto tan hermoso? ¿Será en las afueras de la ciudad, en Robinson, en un jardín cubierto de nieve? ¿O aquí cerca alguien que no esperaba que pudiéramos escucharlo? No nos impaciente­mos ya que el día no viene precedido, ni mucho menos, por el pájaro invisible. Pero permanezca­mos en silencio. Una voz sube, y como el viento de marzo le otorga fuerza a la envejecida madera, nos llega sin lágrimas, más bien sonriendo ante la muerte. ¿Quién cantaba allí cuando se apagó nuestra lámpara? Nadie lo sabe. Sólo al corazón que no busca ni la posesión ni la victoria le será dado oírlo. (Traducción: Jorge Nájar)

De “Pensamient­os bajo las nubes”

Esta mañana había un espejo redondo en la bruma, un disco plateado a punto de ser oro: hubiera bastado más fuego en los ojos para ver en él el rostro de la que borra con cuidado amoroso las marcas de la noche...

Como vemos ahora en los jardines de febrero arder estos pequeños fuegos de hojas

(y parece que es menos por limpiar el cercado que por ayudar a la luz a extenderse), ¿es cierto que ya no podemos hacer lo mismo, con nuestro invisible corazón? (Versión de Rafael-José Díaz)

Las distancias

Giran los vencejos en las alturas del aire: pero aún más alto giran los astros invisibles.

Cuando el día se retire a las extremedid­ades de la tierra brotarán estos fuegos sobre la extensión de oscura arena…

Así habitamos una región de movimiento y de distancias; así el corazón va del árbol al pájaro, del pájaro a los astros remotos, del astro a su amor. Así el amor se enciende en la casa cerrada, orbita y trabaja, servidor de quienes llevan, inquietos, una lámpara en la mano.

De “Pensamient­os bajo las nubes”

Abrimos otra vez los grandes libros: los que hablan de castillos por conquistar, de ríos por cruzar, de pájaros que guían a los hombres...

Sus palabras se dirían prendidas en los pliegues de estandarte­s azules que un viento de ignorado origen exalta al punto que ninguna frase puede leerse completa.

O se diría que andan entre cimas, ellas mismas inmensas, apenas oídas, inaccesibl­es, a menos que al calor del corazón no se ciernan como nieve sobre nuestros desnudos pies. (Trad. Rafael-José Díaz)

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