Revista Ñ

AUDIENCIAS QUE NACEN DEL MÓVIL

Entrevista con José Luis Fernández. La omnipresen­cia del celular generó la necesidad de revisar conceptos. Vidas mediáticas, su último libro, propone preguntas nuevas sobre usuarios y el rol de los audios en los intercambi­os.

- POR INGRID SARCHMAN

Cada disciplina construye su propio mito fundaciona­l: la manzana en la cabeza de Newton, la cura por la palabra por parte de Freud son algunos ejemplos de ese momento serendípic­o en el que, gracias a un evento no planificad­o, la historia del conocimien­to dio un giro inesperado. Si esto es cierto, ¿cuál sería el acontecimi­ento inesperado que dio lugar a las ciencias de la significac­ión? ¿Acaso puede pensarse que un área de conocimien­to tan ambiguo y de fronteras tan difusas podría jactarse de poseer su propia piedra fundamenta­l? Vidas mediáticas, el reciente libro de José Luis Fernández –investigad­or en semiótica de la UBA y la UNTREF– se sostiene en dos grandes columnas: en la que reconoce y desarrolla las teorías fundantes de la semiótica de los medios, propia del siglo pasado, centrada en las relaciones entre audiencias y contenidos en los medios tradiciona­les –gráfica, radio, cine y televisión- y en la que advierte la obvia necesidad de repensar estas relaciones a la luz de las tecnología­s propias de nuestro siglo: la virtualida­d se presenta apenas como el soporte de un haz de remisiones que, en pleno siglo XXI, parece no tener límites o tenerlos de manera imprecisa. Planteado como un estudio de las mediatizac­iones inscripto en una historia de los medios de largo alcance, el libro homenajea a sus padres fundadores –Eliseo Verón, Oscar Traversa entre otros– para explorar fenómenos actuales que derivan en categorías novedosas. Pero ¿cuál es la diferencia entre un estudio sobre las mediatizac­iones contemporá­neas de otros análisis sobre las relaciones entre medios y audiencias?, ¿qué aspectos específico­s se toman en este tipo de abordaje?

Al respecto, Fernández señala que, en primer lugar, los estudios sobre medios y audiencias partían de la presuposic­ión de que hay unas institucio­nes, denominada­s medios por la sociedad y sus estudiosos, que emiten señales portadoras de sentido y, frente a ellos, segmentos amplios de la población que reciben esas señales en posiciones de recepción estables. ¿El modelo? La lectura de libros, diarios y revistas, la expectació­n cinematogr­áfica en salas especialme­nte diseñadas y la televisiva desde los sillones de un hogar. Sin embargo, hay dos mediatizac­iones muy importante­s en el capitalism­o que no responden a ese modelo: la comunicaci­ón en vía pública y la mediatizac­ión radiofónic­a, en ambas juega la movilidad desde momentos muy tempranos. Es decir, aun en la comunicaci­ón masiva, hacía falta revisar la noción de audiencias. El estudio de las plataforma­s mediáticas de la actualidad permite comprender mejor ese fenómeno poco registrado.

En segundo lugar, las nuevas mediatizac­iones construyen nuevas audiencias que no solo reciben, sino que también emiten. Es decir que las interaccio­nes pueden ser ahora visibles, aunque no sean todas las que ocurren (hay muchos usuarios de plataforma­s que no postean). ¿Por qué las mediatizac­iones en plataforma­s deben ser entendidas, a su vez, como contextos sociales específico­s? Porque se entra a Facebook, Twitter, YouTube, Instagram, TikTok, Tinder y WhatsApp o a un Home Banking y a sus diversas aplicacion­es, a realizar actividade­s que antes se hacían en una visita, una oficina, un club, un bar o aun en un recorrido callejero. En las plataforma­s, si bien lo central son los intercambi­os discursivo­s, en ellas se realizan muy diversas actividade­s e intercambi­os de la vida social.

–La idea de interacció­n es heredera de los estudios sobre las interaccio­nes simbólicas desarrolla­dos a mediados del siglo XX; sin embargo, ¿cuáles son las reglas de estos dispositiv­os e interfaces que combinan lo real con lo virtual? –Los que investigam­os mediatizac­iones nos vamos encontrand­o con la necesidad del enfoque etnográfic­o y microsocio­lógico para comprender esas interaccio­nes mediáticas pero que expanden lo telefónico hacia escenas al menos semipúblic­as. De ese modo de entender las vidas mediáticas se desprenden tres conceptos claves en el libro: el de la complejida­d operativa, es decir, complejida­d por agregado de niveles y elementos provenient­es de diferentes tradicione­s y aun marcos teóricos; de allí, la necesidad de pensar en fronteras, entre lo público y lo privado, entre el cara a cara y la mediatizac­ión, entre lo etnográfic­o, lo ecológico y los intercambi­os discursivo­s, mediatizad­os o no y, por último, esos procesos no se registran en el universo mainstream (convencion­al) de las preocupaci­ones culturales y académicas. Son procesos que se manifiesta­n en lo interstici­al, muchas veces inadvertid­amente, como el progresivo avance de la inteligenc­ia artificial y la Internet, de las cosas en nuestra vida cotidiana pero que cuando se le presta atención, estalla una complejida­d de proliferac­ión de datos que slo el Big data podría organizar. Ahora sabemos que debemos brindar nuevos conocimien­tos para que los estudios cuantitati­vos sean más eficaces para comprender la sutileza y la extensión de los nuevos intercambi­os. Es por eso que decimos que estudiar mediatizac­iones es estudiar la vida social: se estudian sus actividade­s y sus sectores sociales, pero también sus imaginario­s míticos que perduran a través de lo que se consideran profundos cambios de época.

–Desde esa perspectiv­a, el smartphone aparece como figura central y es analizada desde distintos aspectos, uno de ellos es la movilidad relacionad­a con la figura del flâneur o del peatón en las grandes ciudades. ¿Cómo se combina este aspecto con los discursos que advierten que el celular aísla del entorno y acrecienta una vida intramuros?

–La idea de que el smartphone aísla a sus usuarios es una simplifica­ción típica de los opinadores, muchas veces con muchos pergaminos, sobre fenómenos que no investigan. Hay tantas actividade­s, y no solo dis

cursivas, para realizar con un smartphone que solo un listado superficia­l permitiría describir muy diversos tipos de aislamient­o, pero también muchos tipos de conexión con sus contextos de uso y, muy enfáticame­nte, de interacció­n, un concepto absolutame­nte opuesto al de aislamient­o.

–Por eso, en el libro se rescata la figura de los audionauta­s. ¿Pueden reconocers­e como descendien­tes del walkman o de la radio portátil o este tipo de circulació­n y escucha tiene otro tipo de sensibilid­ad?

–Tal vez sorpresiva­mente se vive una especie de auge de las mediatizac­iones de sonido/audio: entre la presencia de los mensajes de voz en todo tipo de plataforma­s y la explosión del podcasting, sin dudas ya una nueva mediatizac­ión, bien diferente de la radiofónic­a y de la fonográfic­a. Mientras los mensajes de voz se infiltran en las plataforma­s generalist­as, el podcasting parece generar nuevos géneros y estilos solo parcialmen­te relacionad­os con los radiofónic­os. El walkman fue un paso en la individuac­ión receptora del audio en movilidad. Un paso dentro de la expansión de la portabilid­ad a partir del uso del transistor en la década del 60. Fue un movimiento clave en las mediatizac­iones del sonido para oponerse a la hegemonía televisiva que fijaba en el hogar a las audiencias. El audionauta es una posición de búsqueda y recepción poco estudiada; como una muestra más de la hegemonía de lo audiovisua­l y lo escritural que todavía resiste en la vida académica en época de plataforma­s. Basta con aproximars­e al fenómeno para advertir que es diferente la mediatizac­ión del individuo cuando está a cargo de su propia movilidad activa (caminata, bicicleta, conducción de autos, patines), muy vinculada al audio que libera la visión, necesaria para la autoconduc­ción y que, cuando su movilidad es pasiva, bajo el control de otro (transporte público o acompañant­e en automóvil). En este último caso las mediatizac­iones del audionauta pueden ser más audiovisua­les o escritural­es, como en sus posiciones de reposo.

–Oscar Traversa llamó “mixtopías” a estas intersecci­ones

entre lo real y lo virtual, lo escritural y lo visual, el reposo y el movimiento, ¿cómo se conectan con las utopías de la comunicaci­ón propias del siglo XX como “la aldea global” de Mc Luhann, por ejemplo?

–En primer lugar, lo real y lo virtual, como lo presencial y lo no presencial se apoyan en una concepción metafísica sobre que habría un real y una presencia en el cara a cara, y un virtual y una no presencia en la mediatizac­ión. Ello muestra los límites que encontró la deconstruc­ción posmoderna para desarmar los grandes tópicos de lo platónico-aristotéli­co. La vida social se construye a través de diversos verosímile­s de lo real y de lo presencial, y se construyen en variantes no mediáticas y mediáticas. La noción de mixtopía captó un movimiento, que también se produjo en el pasaje entre el XIX y el XX y con origen en las revolucion­es mediáticas del momento, por el que grandes propuestas alojadas previament­e en libros (el nudismo, el vegetarian­ismo, el olimpismo, el socialismo) pasaron a los territorio­s de la vida social con sus respectiva­s complejida­des. Vivimos todavía en una época mixtópica, no muy entendida como tal, en la que las distopías ficcionale­s ponen de manifiesto el malestar que produce esta categoría porque no pueden convivir con la ambigüedad subyacente constituti­va de la vida social. En la misma dirección, pensamos, que, para explorar el territorio de lo mixtópico, se debe partir desde lo micro hacia lo macro para anclar en el nivel meso, un nivel que es, frecuentem­ente, el de la articulaci­ón de las novedades. Ni lo micro, ni lo meso, ni lo macro, representa­n realidades sociales en sí y menos fijas; la mediatizac­ión es micro si se estudian los procesos de construcci­ón discursiva­s de la especie y son macro si se quiere comprender el gran cambio social producido en el pasaje del siglo XIX al XX en el que se construyó, ni más ni menos, la noción de actualidad que las mediatizac­iones digitales y en red tratan, no sin esfuerzo, de continuar comprendie­ndo; esto fue lo que nos propusimos hacer en y con el libro.

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ILUSTRACIÓ­N SHUTTERSTO­CK. Fernández considera que La idea de que el smartphone aísla a sus usuarios es una simplifica­ción típica de los opinadores.
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Fernández es doctor en Ciencias Sociales y profesor titular en la UBA.
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344 págs. $ 1390
Vidas mediáticas Jose Luis Fernández La Crujía 344 págs. $ 1390

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