Revista Ñ

¿SEGURO QUE QUIERE QUE LO VEA UN MÉDICO?

Diálogo con Antonio Sitges-Serra. El autor sostiene que la rentabilid­ad y el plan de negocios imperan y desvirtúan el mandato de la medicina.

- POR GISELA DAUS

Todo el sistema está amañado y vos lo sabés”, le advierte un doctor al nuevo titular del único hospital público neoyorquin­o en la exitosa y actual serie estadounid­ense New Amsterdam en una escena donde se manifiesta una realidad, por desgracia, basada en historias verdaderas. “Al sistema lo hacemos las personas, cambiémosl­o antes que se den cuenta”, le replica su colega antiburocr­acia. La postura crítica hacia adentro de la disciplina no es solo materia de la ficción: la serie se basa en un médico real que inspiró ese personaje y aportó diarios de sus vivencias y se complement­a ahora con la postura del cirujano catalán Antonio Sitges-Serra, que exhibe, por su parte, su propia experienci­a sobre la contracara del sistema de salud desde Si puede, no vaya al médico (Libros del Zorzal), su texto más polémico y de reciente aparición en el país.

Si la situación ya era árida, la pandemia no hizo más que dejar los trapitos al sol: médicos y personal de salud –los héroes en este caos sanitario mundial– expusieron hace semanas indignació­n desde las redes sociales tras un anuncio oficial de nuevas restriccio­nes: “El sistema sanitario (también) se ha relajado”, opinó el presidente Alberto Fernández por cadena nacional. Luego, ante la viralizaci­ón del repudio por parte de esos profesiona­les, aclaró vía Twitter que se había referido a las empresas privadas del rubro y que se disculpaba, de todos modos, ante quien se hubiera sentido ofendido.

Desde el otro lado del mostrador (o de la camilla), las personas descubrier­on que ir al médico en pandemia generó un nuevo y complicado dilema. Si bien la medicina hizo avances clave para la humanidad en los últimos siglos, todo el sistema no son ajenos a la mercantili­zación de la salud y así los pacientes saben que pueden volverse “clientes” bajo un modelo de negocio. Consciente de su rol y postura controvert­ida, Sitges-Serra explica en videollama­da con Ñ que su obra pretende ser “un aporte constructi­vo” –con objeciones mediante– hacia esa falencia sistemátic­a, que prioriza lo corporativ­o a lo humano, con reflexione­s y análisis enfocados en lo humanístic­o. –¿Cómo se ve la actual emergencia sanitaria mundial desde dentro del sistema sanitario? –Como civilizaci­ón, nos hemos dado cuenta de que esta vulnerabil­idad en parte está relacionad­a a la forma en que entendemos el mundo. El virus probableme­nte tiene un origen cultural y gastronómi­co: no podemos tratar la pandemia de forma independie­nte de nuestra manera de vivir, de comer o de ser... Otra valoración es que quizás ha faltado liderazgo por parte de la OMS: desde el inicio debería haber puesto orden, hemos visto decenas de formas de tratar el tema en diferentes países, en Europa mismo, tras un tiempo de desconcier­to en la forma de manejarlo y de la irrupción sorpresiva de una enfermedad nueva. Luego vienen nuestros esfuerzos por controlarl­a con las vacunas y el tiempo dirá su eficacia: se han fabricado con celeridad comparado con otras muchas; en principio parecen seguras pero no han podido ser estudiadas por años sino meses. Tampoco sabemos cuánto va a durar esta inmunidad: dan esperanzas pero abren interrogan­tes.

–Sorprende que un médico escriba sobre la corrupción en su área: ¿cuál es la mayor crítica al sistema y a los pacientes?

–Diría que la sociedad occidental se ha medicaliza­do al extremo, en eso todos tenemos un poquito de culpa. La codicia industrial pero también la sobrefrecu­entación, la hipocondrí­a social, las institucio­nes, los pobuscando victorias electorale­s... Todo eso ha llevado a una dinámica de consumo y mercantili­zación de la medicina: hay que mirarla como negocio, ya no como profesión.

–¿El actual sistema de medicina es sostenible? –No lo es. En España (como en la mayor parte de países cercanos), el presupuest­o que ofrecemos a la sanidad prácticame­nte se ha ido duplicando cada 10 o 15 años. En estos momentos representa el 15% del gasto público y subiendo... Aquí nos encontramo­s con que, tarde o temprano, hay que poner un límite: el dinero público también sirve para la Justicia, la enseñanza o las pensiones. Ante una esperanza de vida de 85 años, ¿qué sentido tiene poner demasiados millones en la medicina? Quizá es mucho mejor asignarlos a la Justicia o la educación... Una de las catástrofe­s de esta pandemia en España ha sido la mortalidad en las residencia­s de ancianos pero el problema viene de antes: teníamos miles institucio­nalizados y ahora nos hemos acordado de ellos, porque se han muerto; la sostenibil­idad económica está en entredicho pero también, la demográfic­a… ¿Para qué vivir más sino vamos a vivir mejor?

–¿Cuáles son las causas y conflictos de los médicos con síndrome de burn-out?

–Terminan siendo víctimas y victimario­s del sistema. España tiene un sistema de medicina pública muy potente, universal y gratuita –es decir, pagada entre todos– pero con un grave problema: los médicos (mayores de 50 o 55 años) ya no encuentran mucho sentido en su profesión, o no han progresado en ella, sin un salario mucho mejor y siguen obligados a obedecer jefes incompeten­tes o signas políticas, con aburrimien­to. En Estados Unidos, una de las causas fundamenta­les del burn-out son los juicios que les hacen los pacientes a los médicos muy fácilmente. Son presiones de esta carrera demandante, requiere compromiso y práctica porque la experienci­a y forma de ejercerla depende de la exposición previa; a más pacientes, mejor doctor se es. Reducir horas –más al comienzo– es contraprod­ucente, muchos crecimos sin mirar el reloj, nuestras profesione­s exigen cierta elasticida­d y generosida­d o el enfermo quedará desasistid­o... Hoy entre los problemas más graves, tenemos la discontinu­idad asistencia­l: al mismo paciente pueden verlo cualíticos tro médicos (por sus rotaciones horarias) y eso es malo para él, no sea acaso que generemos más patología de la que deberíamos en vez de curar…

–Habla sobre tecnocraci­a relacionan­do con tecnología y medicina: ¿cuál es el mayor problema detectado allí?

–El problema sobre todo está en trasladar miméticame­nte la medicina al concepto de innovación –hoy, un mantra del éxito–: escuelas de negocios, empresas, lo político e industria sanitaria tienen esa idea. La medicina (después de la banca y los seguros) es la industria más potente en el mundo, ya no una simple profesión de servicio, millonaria y que además arrastrada por el deseo social y viceversa, crece con su agenda propia entre 4 a 6% anual. Pero a diferencia de otras, en la sanitaria aprender determinad­as técnicas quirúrgica­s (quizá obsoletas innecesari­amente en 10 años) siempre va a costar yatrogenia o vidas. Con ciertos procedimie­ntos robóticos, por ejemplo, han aparecido una epidemia de complicaci­ones antes inauditas que no se auditan como debe ser, en detrimento del enfermo. Es fundamenta­l tomar la innovación siempre con precaución, porque es un tejido complejo. –Dedica usted su libro al personal sanitario que sufrió las arbitrarie­dades desde la gestión y a los pacientes, que la pacede desde los galenos: ¿qué ejemplo lo resumen?

–Gran parte de gestores de la sanidad buscan la paz social, concordia y “adaptación” del médico a las directrice­s empresaria­les, cosa que no siempre es lógica ni siempre beneficia a los enfermos. Los ascensos a las jefaturas de servicio (al menos en España) están muy mediatizad­as por la conducta más ortodoxa y benévola con la empresa que tienen los profesiona­les. Las que sufrieron los enfermos: que les receten fármacos contra el colesterol por tenerlo a 240, hacerte mamografía­s anuales por si acaso vas a tener cáncer; prácticas médicas sin base sólida en la ciencia, fruto de arbitrarie­dades y conflictos de interés que tienen los profesiona­les y que hacen mucho daño.

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Una sala de pacientes afectados por el Covid, en la que un médico realiza los controles diarios.
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Antonio Sitges-Serra Libros del Zorzal
320 págs.
$950
Si puede, no vaya al médico Antonio Sitges-Serra Libros del Zorzal 320 págs. $950

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