Cuando el arte ataca
En una canción de Luis Alberto Spinetta, más precisamente en el título (“Cuando el arte ataque”) y en su estribillo (“Quién resistirá, cuando el arte ataque”), se detiene Martín Kohan al comienzo de su nuevo libro de ensayos, La vanguardia permanente. Un gesto mínimo y preliminar que anuncia, ya desde el principio, la lógica de una operación de lectura dispuesta a detenerse y a expandirse y así configurar una exhaustiva interrogación crítica acerca de las vanguardias. Las características centrales de su irrupción a comienzos del siglo XX, los intentos posteriores de reactivación y clausura, las paradojas que su trayectoria arrastra desde entonces, las particularidades del vanguardismo en la literatura nacional y, sobre todo, el sentido que puede llegar a conquistar en la actualidad. No es otro su horizonte de reflexión, no es otra la razón por la cual se propone evocar a las vanguardias: su persistencia como pregunta y posibilidad en la narrativa argentina del presente.
En primer lugar, Kohan se ocupará de revisar, sin desestimar una serie extensiva de enfoques teóricos, el origen de la noción de vanguardia, las distintas significaciones que ese término promueve. La radicalidad que supone la búsqueda de lo nuevo, el tenor de la ruptura respecto a lo establecido. Una cuestión decisiva que el autor va a remarcar en distintos pasajes: en el tipo de vínculo que la vanguardia establece con la tradición es posible entrever los alcances y los límites de su experimentación y, no menos importante, su secreta oportunidad de resurgimiento. Uno de los primeros ensayos, cuyo título remite también a una canción del rock argentino (”Cerca de la revolución”), examinará la relación entre vanguardia y revolución, a partir de una circunstancia histórica excepcional, en la que una vanguardia estética – el futurismo ruso– y una vanguardia política –el leninismo– coinciden –aunque finalmente se desentiendan, aunque terminen por desencontrarse– en un mismo momento y en un mismo lugar: la Revolución Bolchevique de 1917.
Sin embargo, la parte más sustancial de La vanguardia permanente estará consagrada al desarrollo de una indagación profunda sobre el lugar de la vanguardias en la literatura argentina. Como punto de partida, Kohan intentará vislumbrar las razones que hicieron posible en el país la paradójica emergencia de una vanguardia moderada, la que ejercieron, durante la década del veinte, los integrantes de la revista Martín Fierro. A su vez, la posición de Borges y de su obra frente a las vanguardias históricas y las discusiones sobre vanguardismo –o presunto vanguardismo– de Cortázar, a propósito de las repercusiones por la publicación de Rayuela.
En La vanguardia permanente, Kohan no perderá de vista el conservadurismo dominante que subyace a la actitud resignada –y no exenta de cinismo– de disolver el debate en torno a las vanguardias. Su escritura destaca, insiste, enfatiza con vehemencia. Persigue, en definitiva, el modo más conveniente de narrar la íntima idea que recorre el conjunto del libro: la disputa, en el presente, por definir qué es lo nuevo en la literatura argentina. La manifestación plena, sin atenuantes, de una discusión todavía pendiente.