Retrato de la dama con peluches
El crítico francés Olivier Bellamy dice que no sabe. Que no tiene idea. “Me hago esa pregunta”, responde cuando queremos saber cómo logró que la pianista, conocida por su talento descomunal y su repelús a las entrevistas, lo ungiera periodista amigo y autorizara –no en el primer intento, pero sí con paciencia– la escritura de una biografía. Única publicada, salió en febrero de 2010 con el título Martha Argerich : L’enfant et les sortilèges (remitiendo a la ópera de Maurice Ravel El niño y los sortilegios) e inmediatamente traducida en unos veinte países.
Podría argumentarse que Bellamy es el crítico musical galo más importante. Conduce un programa diario en Radio Clásica de Francia y por esa audición pasaron desde Brigitte Bardot hasta Gérard Depardieu para compartir su melomanía. Además, es director artístico del Festival de música clásica de Ramatuelle, autor de documentales para la televisión y libros de gran éxito. Pero no parecen estos argumentos que conmoverían a Martha Argerich. “La única respuesta podría ser que me considera más un amigo que un periodista, pero entonces debo ser un amigo decepcionante porque sigo publicando lo que me confía. Un amigo puede ser reacio a revelar una buena información mientras un periodista querrá utilizarla. Es una cuestión de conciencia: ¿voy a ser un buen amigo o un buen periodista? Intento ser ambas cosas. No es fácil”, reconoce al ser consultado por Ñ.
Escribe el correo que envía a la revista un viernes por la noche. Está sentado en el escritorio de una casa que abandonará en breve y esa mudanza lo angustia. No sabe cómo hará para decidir qué objetos llevará consigo y cuáles se quedarán en el camino. Con esa nostalgia anticipada, se permite el humor al recordar las estratagemas un poco delirantes que tuvo que componer para lograr sus primeras charlas con Argerich. La primera vez, en el Festival de La Roque-d’Anthéron, enviado por Le Monde de la Musique, en misión especial para recoger palabras de la ‘mejor pianista del mundo’”. La segunda vez, se coló en la casa de Bruselas a la espera de “cazar” declaraciones de la anfitriona. El último intercambio sucedió sobre una cama: la de Argerich, en su pied-à-terre parisino. Está visto: entrevistar a Martha Argerich no es para cualquiera.
–El libro reconstruye cinco encuentros con la pianista, desde el primero en el que estaba muerto de nervios hasta el último, en 2019, que sucede en su cama. Una evolución sin dudas... –Empecé con una cuna y terminé con una cama. Así que se podría decir que pasé de ser un hijo adoptivo a su amante. ¡Pero nunca me quejaré de eso con el hashtag #MeToo!
–Para el segundo encuentro con ella, se mudó usted a su casa de Bruselas. ¿Cómo pasó a ser un invitado?
–No fui invitado. La verdad es que no. De hecho, le pregunté si podía prepararme un café o algo por el estilo y ella me dijo: “Haz lo que quieras, esta no es más que mi casa”. Fue muy divertido. Era una invitada en su propia casa.
–¿Conocer más íntimamente a un artista permite apreciar mejor su talento y la dimensión de su genio?
–Conocer más íntimamente a un artista no permite en absoluto apreciar mejor la dimensión de un genio. Napoleón dijo: “Nadie es un héroe para su mayordomo”. ¡Eso lo dice todo! Solo te permite saber mejor cómo manipularlo para conseguir lo que quieres. Sí, lo sé, no es muy agradable. La única manera de ser perdonado de esta falta moral es obtener el mejor resultado posible. Revelar una verdad sin traicionar la confianza y sin causar demasiado dolor alrededor. Lo que me conmueve es hasta qué punto ella ha conseguido seguir siendo humana. Los grandes artistas son a veces hombres pequeños, aburridos o gente corriente. Ella es una persona realmente extraordinaria. Como dijo Cocteau de Brigitte Bardot: “Vive como todo el mundo siendo como nadie”.