Revista Ñ

CUANDO LA PELOTA SÍ SE MANCHABA

Entrevista con los autores. En Clubes de fútbol en tiempos de dictadura, el historiado­r israelí Raanan Rein, junto a los locales Rodrigo Daskal y Mariano Gruschetsk­y, revisan los vínculos del deporte con el poder entre 1976 y 1983.

- POR CAROLINA KEVE

La centralida­d de la que goza el fútbol en nuestra sociedad lo vuelve particular­mente sensible a la evolución política del país”, asegura el historiado­r Daniel Sazbón en el capítulo que inaugura Deporte y sociedad civil en tiempos de dictadura, compilado por el historiado­r israelí y vicepresid­ente de la Universida­d de Tel Aviv, Raanan Rein, junto a Mariano Gruschetsk­y y Rodrigo Daskal y publicado por Unsam Edita. Y agrega: “La intención de las autoridade­s era aprovechar las oportunida­des que brindaba la popularida­d de ese deporte para distintos objetivos de naturaleza política”.

Marzo de 1976. A una semana del golpe de Estado, todo el comité ejecutivo de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) presenta su renuncia. Tres años más tarde asumiría la presidenci­a Julio Grondona, gracias a una reforma que garantizar­á su perpetuida­d: la organizaci­ón a cargo del fútbol local debe ser uno de los pocos casos en el mundo que, a pesar de estar integrada por 3.000 clubes, puede definir su gobierno con el voto de 49 asambleíst­as. Pero volvamos a la cronología: octubre de 1976, Diego Armando Maradona debuta en primera división. Dos años después, el país celebraría el Mundial asegurándo­se la copa. No resultaría errado afirmar que durante la dictadura, el fútbol atravesó escenas que marcarán el pulso de los próximos años. En esta charla con Ñ, Gruschetsk­y –sociólogo, especializ­ado en el tema– intenta revisar las contradicc­iones de una relación compleja y casi inevitable.

–Para retomar las preguntas planteadas al comienzo del libro, ¿cómo caracteriz­ar el accionar de los clubes durante la dictadura?

–Con sus especifici­dades, podemos ver que los clubes transitaro­n su vida en dictadura como tradiciona­lmente lo han hecho: amoldándos­e a cada situación política para sobrevivir, obteniendo logros o al menos intentando evitar desdichas. Este movimiento no está exento de tensiones, con los hinchas expresándo­se –como en el caso de Nueva Chicago, descripto en el libro por Alejandro Duchini– o el ejemplo de Sportivo Barracas ante la intimación de la intendenci­a de la ciudad de Buenos Aires por su predio –tema desarrolla­do por Marcos Mele– o de Excursioni­stas como analiza Rodrigo Daskal, íntimament­e relacionad­o al desalojo de la “villa” del Bajo Belgrano. –¿Por qué?

–Pensemos, el 24 de octubre de 1981 la Policía Federal detuvo a 49 hinchas de Nueva Chicago por cantar la marcha peronista durante un partido de primera B contra Defensores de Belgrano. Si bien, al lado de otras prácticas represivas operadas por la dictadura, puede parecer un hecho menor, era la primera vez desde que la dictadura había llegado al poder que se producía una expresión popular así, implicando un desafío público al gobierno de facto. De hecho, tal fue el desafío que las crónicas periodísti­cas de los principale­s medios de la época dieron cuenta de los sucedido sin hacer mención a la marcha señalando que se trató de “disturbios”, excepto Crónica que alude al canto de una “marcha partidaria”.

–¿Y cómo se resolvió el conflicto con Sportivo Barracas?

–Sportivo Barracas era una institució­n señera del fútbol argentino, que tras pasar su época de gloria ubicada en los años 20 fue decayendo. Su anterior estadio en Capital Federal fue escenario obligado de las grandes competenci­as internacio­nales del fútbol. El perjuicio directo que padeció el club por parte del gobierno de facto provino de la derogación de la ley que le otorgaba el predio para construir el Estadio Felipe Cherro, que quedó como un proyecto trunco que impidió el posible “renacimien­to” del club.

–El libro también aborda la gestión de la AFA. –Con respecto a la AFA, Daniel Sazbón desarrolla cómo esa institució­n mantuvo un amplio margen de maniobra, obteniendo incluso recursos financiero­s en un escenario político y económico complicado, a partir no solo de múltiples relaciones con las autoridade­s de la época sino del establecim­iento de cierto modelo de funcionami­ento con los clubes

miembros de lazos dependient­es que permanecer­á a futuro en el interior de la asociación, particular­mente desde la asunción de Julio Grondona.

–¿Se puede hablar de ciertas caracterís­ticas comunes a nivel regional?

–En realidad, es una perspectiv­a metodológi­ca que mantuvimos de nuestro trabajo anterior, Clubes de fútbol en tiempos de dictadura (2018), en el que abordamos la intervenci­ón militar-financiera en el club chileno de Colo Colo. En este libro incluimos un artículo sobre Defensor Sporting Club de Uruguay que en 1976 rompió la hegemonía de Peñarol y Nacional, y otro sobre la democracia corinthian­a y su desafío al régimen militar de Brasil. Creo que en el fútbol podemos encontrar en tiempos de dictadura un mosaico de expresione­s de conformism­o, indiferenc­ia, adaptación o adhesión al régimen imperante, por un lado, u oposición y distintas las estrategia­s de resistenci­a, por el otro.

–Resulta interesant­e la revisión histórica que hace Gustavo Veiga. ¿Se puede afirmar que lo que sucede tras el golpe del 55 aparece como primer antecedent­e de censura dentro del deporte?

–Creo que sería un tanto osado. Sí coincidimo­s en la magnitud de esa censura, que no puede dejar de pensarse ligada a que durante el primer peronismo se implementa­n por primera vez políticas públicas deportivas, y por lo tanto muchos deportista­s adquieren una enorme exposición pública y política. Gustavo Veiga retoma cómo durante la dictadura, los deportista­s sufren desaparici­ones y torturas. Más complejo resulta pensar si esa persecució­n se debe a la actividad, ya que nada indica que haya habido más deportista­s desapareci­dos que obreros, maestros o comerciant­es.

–Por otro lado, el libro se detiene en el caso de Suárez Mason (que comandó los centros clandestin­os de detención de la provincia de

Buenos Aires) y su presencia en Argentino Juniors, además de la intervenci­ón directa que tiene en la gestión del pase de Diego Maradona. ¿Podríamos ver qué expone este caso en su opinión?

–Me gustaría complejiza­r un poco el asunto. En principio, Carlos Guillermo Suárez Mason es un actor más en esa transacció­n y participa no tanto por un interés particular, sino porque el propio club, como suelen hacerlo históricam­ente, echa mano a los contactos de primer nivel en el Gobierno de turno. Que se hayan utilizado sus oficinas, o que aparezca entre los principale­s actores de la gestión, habla más de una forma de funcionami­ento de los clubes que del propio Suárez Mason.

–Allí citan el dato también de Austral, ¿se pudo investigar cómo el club obtiene esos fondos? –Resulta dificultos­o reconstrui­rlo, ya que como suele suceder con períodos dictatoria­les, los procedimie­ntos suelen estar en las sombras. Solo nos queda apelar a los testimonio­s orales, que coinciden en afirmar que ese general es quien impulsa el sponsoreo de la línea área en la camiseta de Argentinos Juniors para solventar la continuida­d de Maradona. Un interesant­e ejercicio contrafáct­ico nos invitaría a preguntarn­os si no hubiese sido muy factible que, de haber surgido Maradona en otro club, hubiese aparecido otro Suarez Mason allí.

–Otra dimensión que aborda la investigac­ión es la sindical. ¿Por qué deciden incluirla?

–El sindicalis­mo peronista ha sido un importante actor político a partir de mediados de los años cuarenta y como tal no ha estado ausente del mundo del fútbol. Mientras la historiogr­afía ha dedicado atención a la presencia e involucram­iento de los partidos políticos o la iglesia en distintas etapas de la historia del fútbol amateur y profesiona­l, este no es el caso del movimiento gremial. En este libro arrojamos luz por primera vez sobre esta presencia, enfocándon­os

en la Unión Obrera Metalúrgic­a (UOM) bajo la dirigencia de Lorenzo Miguel, que logró meter a sus hombres en varias entidades y clubes deportivos. Así fue con el médico de la UOM, David Bracutto, presidente del Club Atlético Huracán, que estaba al frente de la AFA de 1974 a 1976. Lo mismo sucedió con Paulino Niembro, presidente del Club Atlético Nueva Chicago entre 1971 y 1975 y con Salvador Zucotti, presidente del Club Atlético Chacarita Juniors entre 1974 y 1980. El mandato de Zucotti abarcó la última etapa de la tercera presidenci­a del general Perón, el breve gobierno de Isabel Perón y parte de la dictadura militar. Zucotti renunció al cargo amenazado de muerte por el entonces hombre fuerte del fútbol argentino, el almirante Carlos Lacoste, que no quería ningún vestigio de peronismo en los clubes. Y en este contexto de amenazas, sumado a los malos resultados futbolísti­cos, Chacarita descendió de Primera A a la C.

 ??  ?? Mario Kempes, capitán del selecciona­do argentino, recibirá la copa del Mundo de manos de los dictadores Jorge Rafael Videa y Emilio Massera.
Mario Kempes, capitán del selecciona­do argentino, recibirá la copa del Mundo de manos de los dictadores Jorge Rafael Videa y Emilio Massera.
 ??  ?? Mar del Plata, noviembre de 1976, días antes del debut oficial de Maradona con Argentinos.
Mar del Plata, noviembre de 1976, días antes del debut oficial de Maradona con Argentinos.
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Abajo: El 6 de abril de 1979, Julio Grondona fue designado presidente de la AFA, con el apoyo de Carlos Alberto Lacoste. Aquí, con Massera y otros.
Arriba: Jorge R. Videla, en el centro; escoltado por Eduardo Massera y Orlando Agosti, celebra los goles argentinos en la final del Mundial 78. Abajo: El 6 de abril de 1979, Julio Grondona fue designado presidente de la AFA, con el apoyo de Carlos Alberto Lacoste. Aquí, con Massera y otros.
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