Esos bellos delitos
Antología. Un singular libro de versos del rosarino Marcelo E. Scalona.
Son tantas y son tan parejas las novelas y compilaciones de versos del argentino Marcelo E. Scalona (Rosario, 1957), que el mero conocimiento informado de su existencia enciende un ardor que la lectura efectiva de estos libros ni aplaca ni repliega. En el principio hay una incomodidad clasificatoria y una orfandad de términos de comparación. Aun quien no guste de las novelas El portador y El hotel donde soñaba Perón o de los poemas de Mapa y El Mar esquivará dirimir si Scalona es poeta y narrador, o narrador y poeta.
Sin desequilibrios, el desafiante balance de Scalona lo vuelve un escritor más único que raro, y cuanto menos evasivo, más frustrante para la compulsión comparatista. Un revés, como la palabra que da título al poema que da título a su último libro de poesía. Luis Gusmán, autor de El frasquito, de Villa, y de la contratapa de El revés, escribe ahí: “Nunca había leído un libro de Marcelo Scalona. El placer de descubrirlo se impuso a la incomodidad de la ignorancia. No sólo el dolor y la pobreza hieren sino también la belleza cuando pulsa”. Sobre la belleza, antes corazón y pulso de las artes, elevan sus alertas la estética y la política, que pregonan los feos crímenes que encubrió y señalan las afrentas que provoca la detección de la hermosura en la epidermis.
Hay un primer revés en El revés: invertir la tradición de colocar al final de textos independientes, aquel que presta su título al conjunto. Aquí es al revés: “Me gusta el frío/ la ropa vieja/ el Ejército de Salvación/ el peronismo, la lluvia/ y los perros de la calle // ¡Qué puedo hacer! Me gusta un revés del lado amable/ y me gustan cosas que otros rechazan:/ gritar, mojarme, el mate lavado/ tocarle el brazo a mi mujer/ cuando hablamos // Me gustan los libros largos,/ larguísimos,/ los dramas y los melodramas/ hasta los 20 años/ creí que era nieto de Tolstoi”.
Hay una apuesta muy ganadora en sostener que quienes gusten de largas novelas enrevesadas apreciarán las de Scalona. En El portador, Javier Pereda, de 35 años, abogado que viste traje de Yves Saint-Laurent pero traba de corbata Pierre Cardin, medalla de oro de la Pontificia, catedrático, con estudio en Palermo Chico gracias a los contactos removidos por Arturo Vinuesa, afamado cirujano padre de su ex esposa, que tiene un abuelo exiliado republicano de la Guerra Civil Española y ya es autor de la tesis Axiomas de las víctimas de los grandes crímenes, quiere escribir la ficción Alrededor del fracaso. Cada acción se define por su extremosidad in crescendo. Los personajes no huyen ni del pasado ni del presente sino de un porvenir que ya está guionado.
Queda una pregunta, repregunta Gusmán al concluir su contratapa: “¿Qué hace un niño grande, con Borges y el peronismo?”. La respuesta que se da no es retórica: “Como se dice: una piedra en el zapato. Sólo que al ser preciosa, es más difícil deshacerse de ella”. Al fin la síntesis, según Gusmán, de Scalona: belleza y precio.