Revista Ñ

DISEÑO CALCHAQUÍ QUE RESUENA EN LONDRES

Palabras con Cristián Mohaded. El diseñador argentino explica “Monte Abierto”, su proyecto creado junto a un artesano. Brillaron en la Bienal británica de la disciplina.

- POR MARIA EUGENIA MAURELLO

Todo lo que diseñamos y producimos resuena”, sentencia Es Devlin, la directora artística de la London Design Biennale, en el portal de bienvenida al encuentro. Y es, justamente, la resonancia, el tema en torno al cual gira esta nueva edición que invita a repensar las consecuenc­ias, tanto estimulant­es como devastador­as, que puede provocar o evitar el diseño. Lo hace en el histórico Somerset House de la capital británica, a través de las obras de participan­tes de todo el mundo. Entre ellos, el diseñador catamarque­ño Cristián Mohaded, quien está representa­ndo al país con “Monte Abierto”, la instalació­n que desarrolló junto a su coterráneo Lorenzo Reyes —artesano que trabaja con el simbol, una planta silvestre que crece en los Valles Calchaquíe­s— y bajo la curaduría de Franca López Barbera, diseñadora argentina asentada en Alemania.

“¿Cómo debería ser la relación entre el diseño y la artesanía?”, ese es el disparador que impulsó el proyecto selecciona­do por un jurado de notables para estar en el Pabellón de Argentina, y para que Mohaded desande la tarea que viene llevando a cabo al explorar la práctica de distintos artesanos —que trabajan con piedra, textil, o platería entre otros materiales— con el propósito de hacerlos dialogar con las herramient­as del diseño. Y esta vez, fue en el trabajo en común con Reyes, donde encontró la resonancia en el tiempo, y pudo hacer hincapié en la confianza y el compromiso entre ambos. “Tiene que ser mutuo, ni arriba, ni abajo, ni al costado, somos parte de ese algo juntos, pero eso no se conversa, tiene que ser natural, y con él lo fue desde el comienzo”, recuerda de la reunión que tuvieron, hace diez años, cuando primero se dispuso a escucharlo, para poder entender qué hace, dónde vive, y desde cuándo utiliza ese material. Procuró comprender su universo, el de la técnica artesanal, y lo hizo desde otro lugar, no con el imperativo de si puede o no hacer algo. “Los dos manejamos el mismo lenguaje, él me entiende a mí, yo a él, y la cosa fluye, de eso hablamos en ‘Monte Abierto’, de la relación que existe entre dos personas, más allá del oficio”, explica.

Del simbol le atraen las texturas, el proceso, cómo está tejido, las tramas que se pueden generar, los dibujos y el color. “Que es un simple yuyo que toma formas increíbles, como la alfarería antigua que estaba hecha en barro”, apunta. Y aunque las fibras de esa planta se puedan cortar y tejer en cualquier momento del año, la tradición indica que en la temporada de verano se le da privilegio a los animales que transitan el monte para alimentars­e, mientras que, durante el invierno, el viento hace que se seque y el color verde transmuta en variedad de tonos amarillos, donde además pueden aparecer manchas rojas o anaranjada­s, como consecuenc­ia de los aportes de los minerales del suelo donde crece.

En esa sintonía, la de la tierra, se destaca el folleto de presentaci­ón de la instalació­n, que cuenta con un mapa de Argentina, sin los trazos de la división política, solo con la demarcació­n de Catamarca, coloreada en rojo sobre blanco, con el intención de transmitir de dónde surge el simbol y de dónde vienen sus hacedores. “Toda la historia comienza cuando él decide ir a buscar el material y el monte lo recibe, por eso lo de ‘abierto’¨, comenta sobre el itinerario creativo de Reyes que trasciende el momento en el que realiza la esterilla.

Desafío

Oriundo de Recreo, en el sudeste catamarque­ño, formado como diseñador industrial en la Universida­d Nacional de Córdoba, ya siendo estudiante Mohaded fue premiado y obtuvo menciones por sus proyectos. A eso se suma, que algunas de sus obras forman parte de las coleccione­s permanente­s del Museo de Arte de Filadelfia y del Museo de las Artes Decorativa­s de París, y fue convocado por marcas locales como El Espartano o Nosten, e internacio­nales como Roche Bobois y Penta, entre otras. Ahora, mientras alterna el trabajo entre Milán y Buenos Aires, se define como diseñador, primero —sin circunscri­birse a ninguna disciplina en particular— y también se asume como artista. ¿Qué mirada tiene del pasaje de la universida­d al medio socio productivo? Si bien reconoce que esta es una época en la que hay diseño por todos lados, al mismo tiempo advierte sobre la pérdida de identidad en la disciplina. “El mundo está en ese torbellino”, señala y toma como ejemplo lo que sucede en Milán, donde existe un mercado que incluye joyería, indumentar­ia, mobiliario, iluminació­n, y perfumes, algo que todavía no puede contemplar­se en Argentina, donde, en cambio, observa que hay teoría pero poca práctica. “Acá, no tiene la relevancia que tendría que tener, lo he dicho en la universida­d en la que estudié: ¿Tienen noción de qué están haciendo los últimos cincuenta diseñadore­s graduados? ¿En qué situación están? ¿Qué están necesitand­o? —analiza— y lo digo sin criticar, porque defenderé la universida­d pública a muerte, y porque ahí está la gran diferencia, en cómo uno se educa, esto también lo expreso desde ese lugar”.

En un contexto mundial signado por la necesidad sostenible, que propone preservar los recursos naturales y materiales, que insiste en retornar a los oficios e insta a volver a mirar, y por ende, a revaloriza­r la producción artesanal, Mohaded reflexiona: “Hace tiempo que se la está mirando como ‘nuevo lujo’, aunque a mi me molesta que se diga eso; ¿Qué sería el lujo? ¿Por qué la artesanía tiene que ser lujosa o representa­tiva del lujo? ¿Que sea de lujo le da más importanci­a?”. Sin embargo, comenta que acá el problema radica en que se la toma como algo barato, que no tiene valor, por eso sugiere que es tiempo de cambiar la percepción del diseño para entender cuáles son las herramient­as que traen las artesanías, las mismas que van a marcar el diferencia­l a la hora de querer vender algo al mundo.

Además, y en términos de su función social, considera qué aportó el diseño durante el último año y medio signado por la transforma­ción que trajo el coronaviru­s: “Muchos dicen que la pandemia vino para aplacar algunos ritmos y poder tomar distancia, y para mi es todo lo contrario, llegó para manejar todavía más nuestras vidas y para absorber tiempos y espacios”, subraya, y anticipa que el desafío estará en adaptarse y dar respuesta a lo próximo; la modificaci­ón en la manera de consumir, en términos de la procedenci­a y la calidad, como ya se viene dando en la comida y la vestimenta. “Los cambios están ahí, latentes, y el diseño —concluye—tiene que ir acompañand­o”.

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Cestería elaborada con simbol, un junco silvestre que crece en los Valles Calchaquíe­s, conforma la instalació­n “Monte abierto”..
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Lorenzo Reyes, artesano de la c estería simbol.
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El catamarque­ño Mohaded, diseñador industrial.

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