UNA LITERATURA CON FUTURO DE PANTALLA
Del libro al guión. Las productoras audiovisuales aceleran la carrera por los derechos de adaptación de narrativa argentina, tanto documental como de ficción. Decenas de libros adquiridos aguardan el arranque del rodaje.
Ustedes saben que están sentados arriba de una mina de oro, no?”. La pregunta la hace un productor de cine en una librería de barrio de Buenos Aires. El personaje llegó a la caja con varios libros en la mano y, con una sonrisa cómplice, interroga a los libreros que, del otro lado del mostrador, se miran sin entender. “Libros” y “mina de oro” no suelen ser sinónimos en Argentina. Y menos para las librerías.
El productor les explica: el tesoro está en la literatura contemporánea argentina como fuente de contenidos para llevar a la pantalla. Hoy, cuenta, las productoras locales están en una carrera por encontrar historias e ideas en la producción literaria y comprar sus derechos de adaptación para crear series y películas.
El volumen de películas y series que se anunciaron o finalizaron últimamente parece confirmar el panorama de ebullición total en la compra de derechos para adaptación del que hablan varios productores. Hace apenas unos días, Mariana Enriquez anunció en Twitter la adaptación de Cosas que perdimos en el fuego, producida por RT Features, los responsables de éxitos como Call Me By Your Name y Ad Astra, y que hoy son dueños de toda la obra de Enriquez. Rizoma Films también anunció en estos días que la directora Paula Hernández dirigirá la adaptación de El viento que arrasa de Selva Almada.
La autora entrerriana es una de las más buscadas: su novela Chicas muertas también fue adquirida por RT Features, mientras que Ladrilleros está siendo desarrollada por el director Fernando Musa y el actor Gonzalo Heredia. Otro proyecto en ciernes es Las extranjeras, de Sergio Olguín, que fue opcionado por Warner y se encuentra en etapa de desarrollo de guion a manos por Haddock Films, de Vanessa Ragone, productora ganadora del Oscar por El secreto de sus ojos y una de las más experimentadas en producir adaptaciones.
Borradores para la pantalla
La lista de proyectos continúa: Las malas, de Camila Sosa Villada, dos novelas de Gabriela Cabezón Cámara (Las aventuras de la China Iron y La virgen cabeza) y La uruguaya, de Pedro Mairal, entre otras. En el campo de la no-ficción, hay proyectos en base a éxitos como Born, El salto de papá y Santa Evita, entre otros (ver recuadro).
“Tengo la sensación de que se está comprando mucho más”, dice el productor Diego Dubcovsky, que ya produjo El otro hermano, adaptación de Bajo este sol tremendo de Carlos Busqued, y actualmente está desarrollando una adaptación de El día que apagaron la luz, segunda novela de Camila Fabbri.
“Veo que todos los escritores amigos, apenas publican su novela, reciben a alguien que viene corriendo a comprarles los derechos o a ver en qué estado están”, observa el productor Ramiro Pavón, quien ya compró los derechos de la novela Tesis para una domesticación, de Sosa Villada, y la está produciendo junto a Laura Huberman, con la escritora cordobesa como co-guionista y Javier Van de Couter en la dirección..
No sólo se está comprando más, sino que el afán por conseguir los derechos de adaptación de novelas contemporáneas ya tomó la forma de una carrera.
“Hay mayor venta de derechos y cada vez más esfuerzos para llegar a estos derechos con antelación, previamente a su publicación”, cuenta Benjamin Domenech de Rei Cine, los responsables de Zama y El prófugo (basada en El mal menor, de C. E. Feiling y estrenada en la Berlinale), que actualmente están trabajando en ¡cuatro! adaptaciones distintas.
Circula el rumor de que algunas productoras, incluso, han llegado a “scoutear” talleres literarios, buscando el próximo éxito editorial incluso antes de que sea publicado. Ragone recuerda su intento por adquirir Kentukis, la última novela de Samanta Schweblin. “La quise comprar y ya la habían comprado antes de que saliera, más o menos”, cuenta.
Vampirismo a la carta
Desde Torre Nilsson a Lucrecia Martel, el cine argentino siempre se nutrió de la literatura, en una dinámica que ya puede describirse como una tradición. Entonces, ¿qué hay de nuevo en esto tan viejo?
La visión más optimista pone el foco en una escena literaria con una nueva ola de escritores y escritoras argentinas de prestigio internacional. “Están pasando cosas más interesantes en la literatura contemporánea que en el cine. En algún momento fue el cine independiente, después fue el teatro independiente, y ahora me parece que ese fenómeno se da más en la literatura”, opina Dubcovsky.
Una mirada más fría, en paralelo a esa efervescencia, hace foco en las razones de puro mercado. Y en ese universo, las gran
des plataformas de streaming (Netflix, Amazon, HBO) son los nuevos sistemas solares, con productores orbitando alrededor como planetas superpoblados de proyectos para ofrecer. “Mucho de lo que estamos haciendo ahora es producir para las plataformas”, dice Ragone. “Las productoras que más están trabajando con la televisión y las plataformas tienen una avidez enorme y compran te diría casi todo lo que sale y tiene alguna posibilidad de ser llevado al audiovisual”, agrega Dubcovsky.
Un productor independiente lo ilustra off the record: “Una amiga escritora vendió los derechos de una obra a una productora y a las dos semanas apareció Netflix para comprarlos y hacer una serie. Por momentos es una cosa muy esquizofrénica”.
Semillas en bandeja
Frente a la necesidad de desarrollar más ideas para llegar a la mesa de reuniones con una oferta más variada, la literatura allana el camino: una adaptación evita la extensa primera etapa de trabajo con un concepto original.
Una obra preexistente, además, ofrece un primer testeo, arroja indicadores, y hasta puede arrastrar consigo un público previo. Una película basada en un libro exitoso o de un autor reconocido, que además venga con alguna estrella o director attacheado, puede hacer que un proyecto se vuelva un “paquete” más atractivo.
Axel Kuschevatzky, histórico productor de Telefé que se mudó a Hollywood para cofundar la productora Infinity Hill, es más cauto. La idea de que el valor de marca o el peso del autor se transfiere a la película, dice, es relativa. “Lo que hace en todo caso es establecer muy rápidamente lo que querés contar, tanto a la hora de buscar un elenco como de buscar financiación”, agrega.
Financiación: la palabra clave del cine argentino. En un país cuya producción de cine depende enormemente del apoyo del INCAA –con fondos mermados por la inflación, la devaluación, y, ahora, una pandemia distópica– hoy por hoy los grandes jugadores como las plataformas se vuelven la opción más atractiva para proyectos con ambiciones de público masivo, para los cuales el financiamiento público resulta un porcentaje cada vez menos significativo en sus presupuestos.
Los colmillos de las plataformas
¿Acaso la venta y preventa de proyectos a las plataformas se volvió la única opción para producir en Argentina?. “No sé si es la única opción, pero es una de las más viables”, responde Ragone. En esto, Dubcovsky coincide: “El cine tal como lo conocimos pre-pandemia no existe más. No hay más mercado para eso. El que puede, el que tiene los recursos y la energía, está pasando a tratar de ofrecer series o películas para las plataformas”.
Pero en esa fiebre por las adaptaciones, no es oro todo lo que reluce. Si bien varios productores coinciden en que hay una demanda mayor por derechos de adaptación, que beneficia tanto a autores establecidos como a escritores emergentes, la idea de las plataformas como aspiradoras de esos contenidos parece más una expresión de deseo que una realidad.
“Hay mucha fantasía alrededor de qué hacen las plataformas”, opina Kuschevatzky. “Y los productores se suben a esas fantasías. Es verdad que las plataformas están generando cosas en Argentina. No es cierto que tomen todo”.
Al mismo tiempo, la compra de derechos está lejos de garantizar que una película o serie se haga realidad, y en ese rush muchos proyectos quedan finalmente en la nada y las novelas con sus derechos bloqueados por grandes compañías. “Hay muchas, muchísimas, cuyos derechos se han comprado y no se han realizado”, cuenta Dubcovsky. “Hay una ansiedad por comprar algo a lo que le está yendo bien, pero después no se sabe bien qué hacer con eso”, agrega por su parte otro productor.
La próxima curva
Aunque desordenada e inorgánica, esta tendencia ya es una realidad que sin embargo deja más preguntas que respuestas. ¿Es, efectivamente, el nuevo modo de hacer cine en Argentina? ¿Es un fenómeno temporario? ¿Es un recurso que solo pueden aprovechar un puñado de productoras?
Sea como sea, todavía es muy temprano para saber si esta fiebre por la compra de derechos significa que pronto vamos a ver más películas y series argentinas basadas en obras literarias. Mientras tanto, los escritores están vendiendo sus derechos, las productoras ofreciendo más proyectos y las plataformas decidiendo sus catálogos, pero en el universo audiovisual argentino post-pandemia, el futuro, al parecer, todavía no está escrito.